Es poco probable que la inflación mejore antes de que las cosas empeoren
Alvaro Vargas Llosa
Director del Center for Global Prosperity, Independent Institute. Miembro del Consejo Internacional de Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Las cifras de inflación correspondientes al mes de agosto recientemente publicadas deberían hacer reflexionar a quienes siguen pregonando datos aislados para afirmar que las cosas están mejorando y que la Reserva Federal ya no necesitará subir las tasas de interés para frenar la tendencia inflacionaria de los precios. El IPC se ubicó en el 8,3% en agosto (y el IPC promedio recortado del 16%, que elimina las fluctuaciones a corto plazo, se situó en el 7,2%, la cifra más alta desde que se lo comenzó a publicar).
Si se tiene en cuenta lo lejos que se encuentra la tasa de interés de los fondos federales de esas cifras, actualmente en el 2,5%, se tiene una idea de lo mucho que las autoridades monetarias tendrán que elevarla antes de empezar a domar a la bestia. Incluso eso no será suficiente, porque, como muestra la historia, la inflación tarda en desparecer en la psicología de la gente, incluso después de que las políticas y decisiones adecuadas son adoptadas.
La historia nos enseña otra lección relevante. Las pequeñas fluctuaciones de las cifras mensuales de inflación significan poco. Si se produce un descenso de la tasa oficial de inflación de un mes a otro, como ha ocurrido a veces en los últimos meses, no significa que la tendencia se mantendrá hasta que se alcance el objetivo final de inflación, ni implica que las cifras no puedan revertirse rápidamente.
Entre 1973 y 1979, cuando la inflación se situó en una media del 8%, la tasa bajó de un mes a otro 36 veces. Como sabemos, al final Paul Volcker se convirtió en jefe del banco central y tuvo que aplicar una famosa y muy dolorosa medicina .
Es cierto, los precios de la gasolina han bajado, otro dato que muchos han interpretado como señal de que la inflación pronto disminuirá, pero incluso teniendo en cuenta esto el índice de agosto fue muy alto. Lo que importa no es tanto que los precios de la gasolina hayan experimentado un aumento anual del 60% en junio y que la tasa anual haya sido del 26% en agosto, sino el hecho de que los precios de la gasolina son considerablemente más altos que hace un año y que las condiciones estructurales de la oferta y la demanda de energía en general (y, por tanto, de la gasolina) preanuncian tiempos muy difíciles por delante. Creer que las fluctuaciones temporales del precio de la gasolina son una razón para que la Reserva Federal deje de luchar contra la inflación que tan diligentemente contribuyó a provocar es no ver el  panorama general.
Para los hogares estadounidenses, los alimentos, el alquiler y la energía han subido mucho más que el 8% anual (recuerde: la cifra de inflación es sólo un promedio). Los alimentos, por ejemplo, han subido un 13,6% en un año. Para los hogares que ganan menos de 50.000 dólares al año -es decir, para cerca del 40% de los hogares estadounidenses- los gastos ya son, o pronto serán, superiores a los ingresos. La deuda total de los hogares está ascendiendo a la asombrosa cifra de 16 billones de dólares (trillones en inglés), 2 billones (trillones en inglés) más que en 2019, lo que significa que el dinero del estímulo se ha gastado hace tiempo y las familias de todo el país están utilizando lo que les queda para ponerse al día con el incremento de los precios.
Teniendo en cuenta que la tasa de ahorro es ahora, con un 5%, la más baja desde 2009, sólo se puede concluir que millones de estadounidenses están llegando a un punto en el que tendrán grandes dificultades para llegar a fin de mes.
Los hogares, por supuesto, no son los únicos fuertemente endeudados. También lo están las empresas y el gobierno. La deuda federal de los Estados Unidos, que ahora asciende a 30 billones de dólares (trillones en inglés), será mucho más cara de financiar a medida que las tasas de interés continúen subiendo (e inevitablemnete lo harán, una realidad que incluso Jerome Powell parece estar aceptando). Hay poco espacio, por lo tanto, para que el Tesoro sace de apuros a la gente común.
A uno le encantaría ver la luz al final de este túnel tan oscuro. Pero después de tantos años en los que la política fiscal y monetaria ha operado en un mundo de fantasía, es hora de enfrentarse a la realidad. Las malas políticas tienen consecuencias. Aquí están.
El original en inglés puede verse aquí.
Álvaro Vargas Llosa es Académico Asociado Senior del Centro Para la Prosperidad Global del Independent Institute. Sus libros del Independent incluyen Global CrossingsLiberty for Latin America y  The Che Guevara Myth.
 

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