Se oscurece el camino
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Los
dramáticos problemas del país se van agravando día a día, las perspectivas de
futuro son complicadas por la incoherencia interna del elenco gobernante y el
avance de ideas equivocadas en áreas clave de la conducción, las actitudes
incoherentes del Gobierno presagian
momentos muy difíciles.
La
alianza electoral Cambiemos ha permitido la pluralidad política, en pos del fortalecimiento de la organización
partidaria, para competir fortalecida
en el 2023, pero, para que no se diluyan estos aspectos
positivos, es preciso que ellos no afecten la imprescindible unidad
interna. Debe ser una fase que dé lugar
a la acción mancomunada de todos, en
procura del objetivo inmediato que son las elecciones y lo más importante, la recuperación de la
Argentina sobre bases republicanas y capitalistas. También, el sector político liberal y sus líderes deben entender que el enemigo no está adentro
sino afuera y es un enemigo común, dejar los enfrentamientos que hacen daño y
retrasan su avance, la anarquía lleva siempre a la disolución. A unos y otros les convendría aprovechar el desmanejo del Gobierno actual para fortificarse, sin dejar de prestar atención al empeño de Cristina
Kirchner en alejarse de la democracia liberal, en pos de hacer el campo propicio para someter a la ciudadanía
a una dictadura.
El alejamiento de las democracias occidentales hizo
posible el deterioro político, económico y tecnológico de los últimos años. El
viaje del Presidente a EEUU fue lamentable,
sus discursos desafiaron estéril, e incoherentemente, la política pro occidental, colisionaron con la responsabilidad y la
defensa de los valores que nos han permitido,
a lo largo de nuestra historia,
existir como Estado, y que una
vez más nos podrían ayudar a remontar la
vorágine de medidas anticapitalistas y antidemocráticas. La insistencia a un
acercamiento a Cuba, Nicaragua y
Venezuela, producto de una vocación anti occidental, que aglutina a nacionalistas
y socialistas en su odio tenaz al capitalismo, resulta desubicado. Esa postura se basa en una actitud
ideológica, se presenta a esos países como víctimas
de EEUU, sin referirse a lo que
realmente ocurre con respecto a los derechos humanos, allí no existen. La
oposición debe tratar estos temas,
apartar las cortinas que no permiten pasar la luz de la información
verdadera, si es que deseamos que el sistema
democrático prenda no solo en nuestro país, sino también, en toda América Latina. No se puede dejar solas a personas atrapadas en estados
totalitarios, la política exterior debe
ser acorde a la política interior, se debería ayudar a que se tenga en el mundo, una apreciación clara y honesta de lo que allí
ocurre. Esta clase de errores son una
constante en nuestro país. Basta con recordar cuando el entonces presidente Alfonsín concedió préstamos a bajas tasas de interés a Nicaragua, los
cuales ayudaron a consolidar a los comunistas,
quienes a la caída del dictador Anastasio
Somoza Debayle, se apoderaron del gobierno. Le restaron posibilidades a la democracia, en
contra de la política de EEUU, favorecieron los intereses de la URSS y Cuba
que apoyaban. Una vez más, se mostró, como
ahora en la Argentina, la inconsistencia
de nuestra política exterior; los radicales tendrán que definir, claramente,
si hubo un cambio realista en sus ideas y percepción del mundo. Habría que obligar
a la oposición a definirse, como lo está haciendo el sector liberal, tienen que
expresar, con claridad, que harán si llegan al gobierno. Los radicales, los peronistas democráticos y
las fuerzas de izquierda ¿continuarán con las formas autoritarias estatales e
inflacionarias que prevalecieron por décadas en el país bajo gobiernos civiles
y militares? ¿o se manejaran con las ideas liberales conforme
a la Constitución? ¿Desean seguir manteniendo a un Estado que confisca la renta
de trabajadores, empresarios y profesionales? He aquí, la cuestión.
El
malgobierno actual nos acerca al 100% de inflación anual, se está desbordando a
niveles insufribles. El cambio del que se ufana Sergio Massa es puro bluff,
si aquí y en el exterior se le da alguna consideración, es porque
se ha decidido, al menos, hacer algo para reducirla, sin embargo, las medidas no están dirigidas a preparar una reforma
global que termine con un sistema dirigista y estatista, se estrellan, además, con las
instrucciones de la vicepresidente y la necesidad de aportar votos en el 2023.
Estamos prisioneros de un clima derrotista que nos
hace daño, al cual deseamos superar pero sin crear las condiciones para
hacerlo. El equipo de funcionarios no ofrece el perfil adecuado para enfrentar el
torrente de hechos negativos, no pueden llenar con
realizaciones ningún espacio de la realidad,
se carece de dirigentes adecuados en las
filas del partido gobernante. Esta
crisis es de hombres y de ideas, la falta de idoneidad y la apuesta
kirchnerista a un sistema agotado, en
crisis, causante de inflación, desocupación y pobreza, nos dirige, como
por un embudo, a un terrible fracaso. No pasa desapercibido el interés del Gobierno por ocultarlo a través
del control de la información, se ve claro en los discursos, a menudo, hasta por cadena
nacional, se ataca a los medios y periodistas
opositores. El avance del abuso del
poder político sobre la esfera privada está haciendo sentir a la gente desprotegida, de forma sutil,
pero no por ello menos grave, se
está limitando la posibilidad de la crítica, impidiendo el fortalecimiento de las fuerzas
políticas de oposición y la aparición de nuevas, que hacen a la alternancia del poder. En un
intento por manipular a la opinión
pública, mediante patrañas, están creando un clima artificial, conducente a la exacerbación de los ánimos por
supuestas, o extrañas maniobras,
tendientes a “desestabilizar” a la actual Administración.
La toma de colegios muestran la indisciplina y,
claramente, el abandono de la educación sarmientina; se han
inculcado valores, no
necesariamente aceptados por la mayoría, pero a los que se ven expuestos jóvenes y
adultos, con el fin de influir en la
formación espiritual y cultural, contribuyen a la adquisición de la doctrina
estatista y a sus fines demagógicos. Es preocupante esta embestida al orden de
la libertad y a medida que se permita consolidarla, la democracia se convertirá en una formalidad
destinada solo, a dar legitimidad electoral a gobernantes no
democráticos
El fracaso del kirchnerismo produjo un
sacudimiento político, debería servir para lanzar una reforma que rompa con todo el esquema que se viene
desarrollando hace décadas. En el peronismo democrático y en el radicalismo, hace años que se ha roto la inflexibilidad de
la similar doctrina partidaria, desde las reformas del ex presidente Menem, esa doctrina, para muchos, es una
cascara vacía. Hay que ver hasta qué punto lo es, para que no obstruya el
cambio necesario; lo importante no es anunciar una reforma que
termine con los problemas más acuciantes, sino que se explicite su naturaleza. Ya no se puede jugar, el
aparato productivo del país ha quedado semiparalizado por un sinnúmero de
disposiciones incorrectas. No se puede aguantar pasivamente esta situación, la
oposición y los productores tienen que alzar la voz y mostrar las fallas de esta
política empobrecedora.
El
próximo gobierno, si desea tener éxito, deberá actuar, no como consecuencia de la
necesidad sino por convicción, dejar de
gobernar por métodos coercitivos y represivos como siempre sucede cuando se
prescinde, aunque sea a medias, del Congreso y del Estado
de Derecho. Debemos dejar de estar supeditados a la voluntad y capricho de los
funcionarios, la reforma debería
organizar una verdadera economía capitalista,
que libere todos los mercados, suprimiendo regulaciones y controles, abriendo a la actividad privada todos los
campos hoy monopolizados o intervenidos por el Estado. Se debe regresar, como
predican los candidatos liberales, a la
Constitución alberdiana, que no es vieja, como certifica Cristina Kirchner, sino, como lo fue para la generación del 80, es el
puntapié inicial que espera el futuro progreso.
En
síntesis, Argentina necesita un orden
jurídico contrario a toda arbitrariedad, con los derechos civiles como
límite, y un orden económico que no lo invalide, interdependiente. La
condición previa para aceptar una intervención estatal es que acepte la
naturaleza del mercado, que no interfiera en la competencia.
En la próxima contienda electoral, tendremos
que decidir con nuestro voto, si deseamos que se libere la energía individual de los argentinos o seguir siendo siervos del Estado, no se
tienen que aceptar generalidades, se debe
ir, como dicen en el campo, a los bifes. No habrá arte de magia, después de las elecciones solo un plan liberal que tenga consenso, permitiría
dejar de dilapidar el dinero de los
contribuyentes, respetar las libertades
individuales e ir por un camino donde las necesidades básicas de todos sean garantizadas y los reclamos legítimos puedan ser escuchados,
solucionados, o al menos morigerados.
El progreso será consecuencia natural del orden social
establecido, si no se abandona el
concepto de libertad como principio rector y fuerza alentadora. Ella, nos
permite la posibilidad de realizarnos, por ello es considerada como la garantía
del individualismo.
Últimos 5 Artículos del Autor
16/05 |
Reason Weekend 2024
10/07 |
Freedom Fest - Las Vegas
.: AtlasTV
.: Suscribite!
Dejanos tu email y recibí novedades y todo lo que te podemos ofrecer!