Cielo único para el Cono Sur
Ricardo Runza
Ingeniero
Aeronáutico y Magíster en Defensa Nacional.
La Empresa Argentina de Navegación Aérea (EANA) fue pensada en sus inicios,
en el Ministerio de Defensa, allá por el año 2006, como una empresa privada, a
lo sumo como una empresa con participación estatal no mayoritaria, con un management privado.
En la Argentina había en ese entonces un
operador de esta actividad que lo hacía en otros países. Había un embrión con
qué empezar. Por supuesto, que esto no significaba el traspaso directo a ese
grupo empresario, pero tal vez sí su incorporación en una sociedad con otros y,
sobre todo en competencia, si la oferta hubiera sido la adecuada.
El prestador de servicios para la
aeronavegación fue pensado como una palanca más para la aviación civil, una que
incentivara la creación de más compañías aéreas, más aeronaves de todo tipo
volando, más actividad aeronáutica en los cielos argentinos. Su
ecuación económica financiera depende de esto, por ende su papel era
constituirse en un protagonista del desarrollo de la aviación, un poderoso stakeholder del crecimiento de toda la
aviación civil.
Pensar la navegación aérea dentro de esos
parámetros era un desafío tremendo. ¡Y lo sigue siendo! Recordemos que el
antecedente era la Dirección de Tránsito Aéreo dentro del Comando de Regiones
Aéreas. La visión imperante entonces era retrógada. Para dar un ejemplo,
la actual presidente de EANA, en ese entonces, desempeñaba funciones sindicales
en representación de los controladores aéreos y “luchaba” para que el organismo
se fuera de la Fuerza Aérea, pero su visión era que siguiera como una Dirección
dependiente del Ministerio de Defensa. Quería un simple cambio de lugar del
“raviol” dentro del organigrama. Trabajadores, gerencia, estructura, conceptos
e ideas estaban impregnadas de la cultura militar tan particular de la Fuerza Aérea
Argentina. No
había ninguna noción que el salario de los controladores devenía de una
recaudación por un servicio y que esto dependía de la escala económica de la
actividad y que había que incentivar la existencia de más operadores aéreos de
todo tipo para tener el flujo que permitiera dar sostenibilidad al servicio de
navegación aérea del país.
Dirigirse a estos actores era como
hablarles en otro idioma. En el contexto del kirchnerismo, hasta que por
intermedio del entonces Ministro de Transporte, Florencio Randazzo, se concreta
la creación de esta empresa en el formato que salió.: Una Sociedad del Estado.
Por eso ingresamos el siglo XXI con un instrumento de mediados del siglo XX.
Con la llegada del ministro Guillermo
Dietrich, el cambio prometido en campaña no se hizo nunca. Todo continuó igual
(hasta las autoridades continuaron) y la frase “kirchnerismo de buenos modales”
tuvo aquí un ejemplo perfecto. Fue
sólo continuidad. Se salió de la militarización pero se terminó en la
militancia. Vocablos más o menos parecidos. En uno hay uniforme. En el otro no.
Esto es lo que hay ahora en cada cabeza de las organizaciones del Estado
argentino que impide, cual un chaleco de fuerza, el desarrollo económico
de la aviación civil.
Doce años después llegamos a esta
instancia, y EANA es una “empresa” estatal deficitaria. Como era de
preverse. Perdió USD 25 millones en el 2022, encontrándose en el rating 12 de
las “empresas” estatales deficitarias del Estado nacional argentino. En
número no es menor comparativamente, si se tiene en cuenta la envergadura de la
“empresa”. Su déficit se torna grave cuando se ve
la visión que acompaña la dinámica de esta organización, no por el monto en sí
mismo que con cualquier management profesional
idóneo sería fácil de salvar.
EANA se desenvuelve bajo una visión
completamente equivocada de la aviación civil. Bajo el entorno de una especie
de revival de
la “Doctrina del Poder Aéreo” de la Fuerza Aérea pero ejecutada por civiles
dentro de un Estado omnipresente que todo debe hacerlo por sí mismo, una
especie de estatización del aire. Con una única empresa aerocomercial estatal
prestadora, en un ambiente donde la existencia de otras privadas se
la percibe molesta e innecesaria, donde ese todo convive como una especie de
gigantesca caja política con determinados amos, a pesar que todavía persisten
un operador privado de infraestructura aeroportuaria, algunos de transporte
aerocomercial y los indómitos de la aviación general bajo un esquema tortuoso y
caro de burocracia estatal regulatoria y de prestación de servicios que la
población ahora también percibe como carga cuando en los pasajes aéreos esto se
refleja en las tasas que aumentan los precios de cada ticket aéreo. Todo es
parte de una mirada pobre y mediocre del transporte en su conjunto por parte de
un Ministerio a cargo, que muestra una baja calidad en las decisiones que toma
en torno a toda la aviación y sus actividades conexas como las que realiza
EANA, entre otras. Nada
es ejecutado en función del negocio aeronáutico. Todo lo entorpece y se
encarece. Mirar un futuro hacia adelante cuesta mucho trabajo por todo lo que
hay que cambiar, empezando por la cultura y la visión.
Ante la proximidad de una oportunidad de un
cambio de gobierno a finales de este 2023, aumentar la actividad aeronáutica,
darle la posibilidad que se convierta en un boom económico, en una estrella
superestar del futuro argentino requiere necesariamente
entender que hay que hacer una profunda transformación.
EANA
necesita convertirse en una empresa en serio y dejar de ser esta inviable Sociedad del
Estado sin futuro desde su origen. Lo que se necesita es mercado
y ampliar su escala de actuación. Asociarse a otros para
obtener mayor envergadura, y por qué no aspirar a tener un cielo único para la
Argentina, Chile y Uruguay que podría ser un escenario favorable para esta
subactividad de la aviación que beneficiaría a los tres países. Claro está que hay que hacer cambios en Uruguay y en
Chile. Pero esta debiera ser la ambiciosa idea rectora para dirigir el rumbo
hacia el futuro. La tecnología avanza constantemente y a una velocidad
fantástica. La
navegación aérea debiera configurarse cada vez más a ser más capital intensiva
que mano de obra dependiente. Esto no quiere decir que no
se necesitan excelentes profesionales, sino que son cambios inexorables que ya
están ocurriendo sin que muchos hayan tomado nota de ello. Los cambios
requieren capital y necesitan sustentabilidad. Esta última sólo puede lograse con
más actividad aérea y mayor escala de jurisdicción. Como estamos en el Cono Sur no hay muchas opciones. En
Sudamérica, Brasil es el único que por ahora no tiene este problema. Sólo hay
que ver el movimiento diario de aeronaves en su territorio para darse cuenta.
Sumar a Bolivia y Paraguay no es recomendable razones estratégicas y de
seguridad que no se pueden desarrollar en un solo artículo. Los demás, de
acuerdo a cada región, necesitarán servicios de navegación aérea combinados
entre países, como ya existe en cierta manera en Centro América. Mayor
jurisdicción implica más presión para tener eficiencia y calidad de servicio.
Esto no lo puede dar la EANA de hoy y mucho menos la de mañana. A pesar de las
controversias, el concepto de Cielo Único Europeo (SES, por su sigla en inglés)
marca un rumbo hacia dónde va la navegación aérea y esto a la corta o a la
larga no podrá soslayarse aquí.
Publicado en AeroMarket.
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