Schiaretti, Macri, Milei: Peronismo en alta fidelidad
Diana Ferraro
Escritora


Los tres líderes disponen de un activo fundamental del que todos los demás carecen: su vocación liberal y –con un Macri que aún tiene que reforzar su vínculo con el peronismo—su reconocimiento del punto exacto en que la Argentina perdió su rumbo. Los tres han comprendido que las exitosas políticas de la década argentina protagonizada por Menem y Cavallo y que De la Rua intentó continuar sin éxito, no debieron nunca ser abandonadas. Y que, por lo tanto, el éxito que todos los argentinos esperan después de dos décadas de pésimas políticas kirchneristas, está en regresar a ellas. Macri lo intentó, pero a medias, y desde una equivocada oposición al peronismo que luego, por suerte, corrigió con la incorporación de Miguel Pichetto, pero sin que le alcanzase para regresar al poder.
No se trata entonces de si peronismo sí o peronismo no—el sonsonete de muchos radicales, liberales y kirchneristas anti-peronistas—sino de qué es hoy ese peronismo que para muchos aún sigue siendo difícil de comprender.
El peronismo es, sigue y seguirá siendo el movimiento creado por el General Perón para incluir a los trabajadores—con su único capital, el del trabajo—en la toma de decisiones de las políticas nacionales de modo de favorecerlos, creando más trabajo y mejores condiciones de vida, progreso y ascenso social. Eso es peronismo y todo aquello que no tiene esencialmente en la mira aumentar el trabajo y favorecer a los trabajadores al mismo tiempo, no es peronismo.
Es simple: todo aquello que favorece la inversión, aumenta el trabajo, consigue mejores condiciones legalizando el trabajo y protegiendo a los trabajadores al mismo tiempo que a sus empleadores, para que generen más trabajo, es peronismo.
Lo que Schiaretti, Macri y Milei tienen entonces frente a sí es a la gran masa mayoritaria de argentinos—los trabajadores legales, los trabajadores que no están legalizados, los que han perdido sus trabajos, los que nunca consiguieron aún un trabajo por falta de capacitación—para hacer lo que el duhaldismo y el kirchnerismo no supieron hacer en sus veinte años de gestión: peronismo real.
¿Cómo lo harán?
En primer término, eliminando la inflación y consiguiendo de arranque una moneda sana en un marco de libertad de intercambio interno y externo y en segundo término, modernizando los instrumentos tradicionalmente protectores del trabajador, con seguros con aportes a cargo del mismo trabajador en aseguradoras sindicales o privadas, emulando el modelo de las obras sociales y las ART y liberando al empleador de la protección.  
En tercer término y no por último, menos importante: reforma fiscal suprimiendo impuestos inútiles o superpuestos y permitiendo que las provincias y municipios recauden y aporten a la nación—invirtiendo el sistema centralista que detuvo por dos siglos la creación de un país auténticamente federal y con provincias autónomas y altamente desarrolladas, tan ricas y tan atractivas o más que la Ciudad de Buenos Aires. No sólo esto desalentaría las ridículas fantasías de traslado de la actual capital como solución para el federalismo, sino que permitiría que decenas de miles de jóvenes emigraran ya no a otros países sino a nuestras propias provincias en la soñada expansión y vertiginoso crecimiento.
Los tres líderes deben unir sus discursos, preservando sus identidades y dando a los argentinos la exacta medida de lo que es ser fiel a la mejor tradición tanto del liberalismo como del peronismo, uniendo lo que nunca más debería ser visto por separado.
El periodismo, por su parte, debería renovar su visión y ayudar a aclarar el panorama que los malos dirigentes y los analistas con más fanatismo que pragmatismo, continúan transitando sin innovar.
¿Un espacio común para los tres dirigentes?  En la mente de los argentinos, sin duda, porque los tres expresan la visión de lo que la Argentina debería votar para ser lo que está destinada a ser: una patria justa, libre y soberana.
En las elecciones... las PASO dirán.
 

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