¿Qué está mal con nuestras escuelas?
Edgardo Zablotsky

Ph.D. en Economía en la Universidad de Chicago, 1992. Rector de UCEMA. En Noviembre 2015 fue electo Miembro de la Academia Nacional de Educación. Miembro del Consejo Académico de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Consultor y conferencista en políticas públicas en el área educativa, centra su interés en dos campos de research: filantropía no asistencialista y los problemas asociados a la educación en nuestro país.



Qué está mal con nuestras escuelas?
El año que viene a la misma hora, probablemente esa sea la mejor forma de definir el escenario que se repite cada marzo frente al fracaso de las paritarias docentes. Más de 3.500.000 niños no comenzaron las clases en la provincia de Buenos Aires; es urgente que los niños accedan a las aulas, pero es aún más importante que adquieran capital humano dentro de ellas. Esta nota se pregunta qué está mal en nuestras escuelas, haciendo para ello el ejercicio de imaginarnos en otra sociedad, en un tiempo distante, la cual enfrenta una realidad educativa similar a la que hoy nos toca vivir.
Imaginemos un país donde los ciudadanos siempre han estado orgullosos de la amplia disponibilidad de educación para todos y del rol jugado para ello por la educación pública.
Imaginemos que en los últimos años su realidad educativa se ha visto empañada. Los padres se quejan de la disminución de la calidad de la educación que reciben sus hijos y muchos están aún más preocupados por los peligros para su integridad física en los colegios. Los maestros se quejan que la atmósfera en la que están obligados a enseñar a menudo no es propicia para el aprendizaje, es más, un número creciente de docentes temen por su seguridad, incluso dentro del aula. Casi nadie sostiene que las escuelas están dando a los niños las herramientas que necesitan para desarrollarse en la vida.
Imaginemos que ese país no escatima recursos en educación pero que a la vez el número de alumnos en las escuelas públicas decrece, tanto como la calidad de la educación que reciben; esa evidencia surge de su rendimiento en exámenes estandarizados asociables a las actuales evaluaciones PISA. Es claro que el input en educación en aquel país se ha elevado pero el output ha disminuido.
Imaginemos ahora que en algunas regiones la calidad de las escuelas varía considerablemente, sobresaliente en algunas zonas, o aún en barrios privilegiados de algunas ciudades, increíblemente mala en zonas más humildes. Aquellos ciudadanos cuyas posibilidades económicas les permiten elegir dónde vivir pueden hacerlo en base a la calidad de las escuelas públicas de la región; por supuesto, también tienen la libertad de enviar sus hijos a escuelas privadas pagando dos veces por su educación, una en impuestos para solventar el sistema de educación pública, otra en la cuota del colegio elegido. Por su parte, aquellos que viven en las zonas más humildes pueden pagar por la educación de sus hijos sólo a costa de grandes privaciones; sin embargo, un número sorprendente elige hacerlo enviando a sus hijos a escuelas religiosas. 
La tragedia de este país es que un sistema educativo diseñado para dar a todos los niños igualdad de oportunidades en la práctica ha exacerbado la estratificación de la sociedad. 
Lo curioso es que este país existió, no es otro que USA en la década de 1970 y fue descripto con estas palabras por Milton Friedman en su clásico libro: ‘Libertad de elegir’. Más curioso aún es el parecido con la realidad educativa que hoy nos toca vivir.
 

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