Dolarización: el salto del blue instaló el debate en la campaña electoral
Diego Dillenberger
Director de la revista Imagen y conductor de La Hora de Maquiavelo.


Javier Milei empezó hace un par de años, pero ahora el ministro de Economía, Sergio Massa, hizo su parte, aunque involuntariamente: la disparada del dólar “blue” de las últimas semanas terminó instalando nuevamente el debate de la dolarización en la opinión pública argentina. Los programas periodísticos lo empezaron a debatir, y la gente, muy frustrada con la marcha de las cosas en la Argentina, se sumó al debate: ¿no convendría dejar de lado el peso y dolarizar la economía argentina de una buena vez para terminar definitivamente con la inflación crónica?
No es un debate “cómodo” para los rivales del economista despeinado, y hasta ahora venían esquivando el bulto: una dolarización les pondría límites: al no emitirse el dólar en la Argentina, la única forma de financiar el déficit fiscal sería tomando deuda que los mercados estén dispuestos a prestar.
Además, sin un poco de inflación, desaparecería ese “maná del cielo” que significa desde hace décadas el cálculo de inflación asentado en el presupuesto que se supera año a año, generando esos apetecibles “recursos extraordinarios” que los gobiernos pueden gastar “a piacere” y sin necesidad de pedirle permiso a nadie.

La idea de dolarizar levantó vuelo, pero hay empate técnico en las encuestas

Pero los debates a veces adquieren una dinámica propia, y la semana pasada la dolarización levantó vuelo.
Una nueva encuesta de FGA, la consultora de Federico González, preguntó por la dolarización en medio de ese debate como solución definitiva a la inestabilidad crónica argentina y obtuvo un empate técnico: 41,1 % a favor y 43,5% en contra. Ese sería el resultado, en caso de que el tema dolarización se plebiscite.

Dolarización: el salto del blue instaló el debate en la campaña electoral




Técnicamente es un empate, si se considera un margen de error de 3 a 4 puntos porcentuales. Pero el debate recién empieza, y quien presente los argumentos más contundentes puede inclinar la balanza hacia un lado u otro en pocas semanas.
Hoy parecen también empatados los economistas de los distintos partidos: los que están a favor de dolarizar creen que para un país que sólo consiguió tener diez de los últimos 80 años sin alta inflación, la única solución es una dolarización. La convertibilidad del peso con el dólar de los 90 murió después de una década: fue una terapia que sólo logró alivio pasajero, pero no consiguió la cura definitiva del mal argentino.
Lo que quedaría sería la cirugía mayor de la dolarización total o generar la paciencia suficiente en la opinión pública -y la política- que requeriría un plan de estabilización que mantenga el peso: puede demorar varios años en exterminar la inflación.
Pero la otra biblioteca económica adhiere a que un país con moneda propia tiene más “herramientas” para gestionar los shocks externos -como la sequía que afecta hoy a la economía argentina, tan dependiente del agro- sin tener que recurrir a medidas políticamente dolorosas, como bajar fuertemente el gasto público de un año a otro.

La dolarización y el combate a la inflación en el mundo

En el rincón de los pesificadores, el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, viajó el año pasado a Israel, considerado el “niño prodigio” en la lucha contra la inflación, para interiorizarse sobre cómo logró el entonces presidente laborista Shimon Peres bajar en un par de años una hiperinflación a un dígito en los ‘80.
Los dolarizadores destacan que el caso de la Unión Europea es el mejor ejemplo de países que sacrificaron su signo monetario para adoptar el euro, como moneda común, como lo hicieron casi todos los países europeos.
Los griegos, que bajo un gobierno de izquierda sufrieron una grave crisis económica en 2009 y se plantearon abandonar la moneda europea para volver al viejo dracma y así financiar su déficit fiscal, hoy están contentos de no haber cedido a la tentación: están creciendo más que el promedio de sus vecinos.
Todas las comparaciones son relativas: Israel cuenta con una sociedad muy disciplinada y acostumbrada a que en cualquier momento tenga que ponerse el casco para ir a la guerra. Grecia tiene vecinos poderosos, como los alemanes, que la ayudaron a levantarse para que su caída no se contagiara a toda la Europa mediterránea.




Dolarización: el salto del blue instaló el debate en la campaña electoral




Los antidolarizadores apelan como ejemplo a que en la región solo tres países dolarizaron: Ecuador y El Salvador, 20 años atrás, y Panamá, hace más de un siglo.
El debate es apasionante: los pesificadores argumentan que en todos estos años, ni Ecuador ni El Salvador consiguieron un nivel de vida ni remotamente comparable al de Estados Unidos por usar la moneda estadounidense.
Quizás el pequeño Panamá se le acerque más al país del norte: con un PBI per cápita de 16.000 dólares, los panameños superan en 50 por ciento a los argentinos, habiendo partido en el año 2000 de la mitad del ingreso argentino por habitante de ese momento, que alcanzaba casi 8.000 dólares y era el más alto de la región. Todavía regía la convertibilidad.
Quizás la pregunta sea cómo les fue a los ecuatorianos y salvadoreños en sus más de 20 años de dolarización, que coinciden con los 20 años que lleva la Argentina “pesificada” y que en esas dos décadas sólo pudo hacer crecer su producto interno nominalmente un 25 por ciento, que equivale -calculando la inflación de Estados Unidos- a ser hoy más pobres que entonces: el dato de más de 40 por ciento de pobreza que padece el país no es casual.
  • Ecuador arrancó su dolarización con un PBI per cápita ínfimo, de 1.450 dólares. A hoy, casi lo cuadruplicó a 5.600 y bajó su nivel de pobreza a 25 por ciento. Cuando el presidente populista Rafael Correa intentó volver al viejo sucre, las encuestas fueron lapidarias: los ecuatorianos más humildes veían a la dolarización como la mayor “conquista social” de su país.
  • El Salvador arrancó en 2000 con 2.000 dólares de PBI per cápita y para el 2020 lo duplicó a 4.100, con un nivel de pobreza que bajó a 22 por ciento.
  • El caso de Panamá es más envidiable: bajó su nivel de pobreza a 12 por ciento.

Dolarización, un debate con ejemplos y comparaciones

El debate por la dolarización se va a llenar de estos ejemplos y comparaciones a favor y en contra. Los pesificadores argumentan que en todos estos casos se trata de países chicos sin grandes industrias, que no podrían competir con importaciones de países industriales. La prueba sería la convertibilidad del peso con el dólar de los 90 en la que sufrieron varios sectores expuestos a la competencia, como el textil.
Los dolarizadores retrucan que el problema no fue la convertibilidad, sino la corrupción en la aduana, por la que entraban las importaciones sistemáticamente subfacturadas para pagar aranceles ficticiamente bajos: la aduana siempre fue un “colador” desde los años de la colonia.
Contra ese mal incorregible, argumentan, solo una pesificación puede defender a una industria nacional que requiere protección.
El debate durante la campaña electoral puede llegar a ser muy interesante: queda un 15 por ciento sin definirse, pero los partidarios de uno u otro bando pueden ir pasándose a la “otra biblioteca” en la medida en que las expectativas de que no se produzcan nuevas corridas cambiarias antes de las elecciones hoy lucen bastante bajas. El “blue” volverá muchas veces a la tapa de los diarios hasta el cambio de gobierno el próximo 10 de diciembre.
Los votantes potenciales de Milei, previsiblemente, ya son conversos “dolarizadores” y no precisan escuchar muchos argumentos. Según la encuesta de FGA, casi el 90 por ciento de los votantes libertarios prefiere cambiar el peso por el billete verde.
Siguen los votantes de Patricia Bullrich dentro de Juntos por el Cambio, con 30 por ciento a favor de dolarizar. Su rival interno, Horacio Rodríguez Larreta, tiene apenas el 18 por ciento de sus potenciales votantes en el rincón del dólar, mientras que Sergio Massa -habrá que ver si después de estas corridas cambiarias llega a ser el candidato del kirchnerismo- tiene al 90 por ciento de su electorado en el wing del peso.
El debate en torno a la dolarización podría mover a los dolarizadores hacia un lado u otro. En la interna de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, por ahora, fue ambigua y no se definió claramente. Rodríguez Larreta fue más sincero y ya le dijo que no a la dolarización. ¿Cambiará de opinión o tratará de convencer a su electorado de las bondades de seguir con el peso?
Según González, ahora ambos contendientes de Juntos por el Cambio corren el riesgo de que el debate les termine quitando una parte de su electorado que podría emigrar hacia los libertarios, si los argumentos dolarizadores se terminan imponiendo sobre los pesificadores y si el debate se recalienta a la par de las corridas al “blue”.
De todos modos, expertos constitucionalistas advierten que la Constitución podría interpretarse en el sentido de que no admitiría que la Argentina abandone completamente el peso. Lo que no podría la Carta Magna es impedir que se declare al billete de verde moneda de curso legal y que el gobierno fomente que todas las operaciones se terminen haciendo en dólares.
El peso podría sobrevivir, en ese caso, como “moneda simbólica”. Ese es el caso de Panamá, en el que el balboa sigue existiendo como “cambio chico” en las monedas. De hecho, oficialmente, la moneda panameña es el balboa, pero -salvo las moneditas- solo se usa el dólar. ¿Podría ser ese el futuro del peso? ¿Sobrevivir como una estampita con la cara de los próceres, pero permitir que los argentinos usen el dólar como su moneda real?
No hay duda de que los argentinos ya eligieron: todos los cálculos apuntan a que los argentinos tienen casi un PBI entero en dólares, entre lo que tienen declarado en sistemas financieros del exterior, en los bancos argentinos y “en el colchón” en el país pero fuera del sistema o no declarado. Los argentinos hace rato que se dolarizaron.


Publicado en TN.



 

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