El crecimiento económico hace que Graceland sea menos impresionante
Art Carden
Investigador Asociado en el Independent Institute y Profesor Asociado de Economía en la Samford University.


Por Art Carden
Si tu aceptas la creencia popular sobre las tendencias en los ingresos durante las últimas décadas, sabrás que casi todas las ganancias del crecimiento económico han ido a parar a quienes se encuentran en el nivel más alto de la distribución de ingresos. Los superricos se han vuelto más superricos y nos han dejado al resto detrás conformándonos con nuestros estancados ingresos.
Excepto que lo que lo que tú crees saber podría no ser tan así. En primer lugar, las investigaciones de Vincent Geloso, Phillip Magness, John Moore y Philip Schlosser demuestran que la desigualdad no ha variado tanto como mucha gente cree (puedes leer un breve resumen de su trabajo aquí). En segundo lugar, los datos sobre desigualdad y la dificultad de comparar lo que adquiere un dólar en la actualidad con lo que compraba un dólar entonces oscurecen algunas de las formas en las que nos hemos vuelto más iguales con el trascurso del tiempo. Esto se puede comprobar visitando Graceland.
Mi familia vivió en Memphis durante seis años, mientras yo enseñaba en el Rhodes College entre 2006 y 2012. Durante ese tiempo, sólo visité Graceland -la famosa mansión de Elvis Presley y una atracción turística extraordinaria de Memphis- una vez. Era tan cursi como cabría esperar, pero en muchos aspectos, el crecimiento económico hizo que no resultase tan impactante en 2012 como lo habrá sido cuando Elvis vivió allí en la década de 1970. Primero, una simple foto del lugar no luce como algo tan especial si estás familiarizado con las palaciegas casas modernas de los suburbios. La sala de televisión, en particular, resulta pintoresca. En la década de 1970, habría sido muy impresionante tener tres televisores. En la década de 2020, cuando todo el mundo lleva básicamente tres televisores en el bolsillo y en la mochila -teléfono, laptop, tablet- lo es mucho menos. Lo que antes era el lujo inimaginable de Elvis ahora está al alcance de indigentes que caminan con smartphones.
El mobiliario es interesante, como lo es en muchas otras casas antiguas. Los muebles de los siglos XVIII y XIX habrían sido bastante impresionantes y ornamentados para la época, pero seamos sinceros, ¿cambiarías tu sillón reclinable o tu sofá modular por el tipo de sillas en las que se sentaban las élites en el siglo XIX o en la década de 1970?
Lo mismo aplica para la cocina de Graceland. Había muchas cosas que Elvis tenía que tener a mano, como budín de banana, una caja de Pepsi y los ingredientes para el pastel de carne. Podía darse el lujo de pagar a alguien para que se ocupase de todo eso por él. Con omnipresentes servicios de compra y entrega de comida a domicilio como DoorDash, GrubHub, Uber Eats y Shipt, básicamente tenemos un ejército de profesionales armados con software que pueden conseguirnos lo que queramos cuando queramos.
Graceland nos muestra quién se ha beneficiado del crecimiento económico moderno. Así  es como lo describió Joseph Schumpeter en un famoso pasaje escrito originalmente en 1942:
No quedan dudas de que algunas cosas disponibles para el obrero moderno, al propio Luis XIV le habría encantado tener y que, no obstante, fue incapaz de hacerlo: la odontología moderna, por ejemplo. En términos generales, sin embargo, un presupuesto de ese nivel tenía realmente poco que ganar mediante los logros capitalistas. Incluso la velocidad de los viajes se puede suponer que era una consideración menor para un caballero tan digno. La iluminación eléctrica no es un gran beneficio para quien dispone del dinero como para adquirir un número suficiente de velas y pagar a los criados que las atienden. Las telas baratas, el algodón barato y el tejido de rayón, las botas, los automóviles y demás, son logros típicos de la producción capitalista, y no, por regla general, mejoras que signifiquen mucho para el rico. La reina Isabel tenía medias de seda. El logro típicamente capitalista no consiste en proporcionar más medias de seda a las reinas, sino en ponerlas al alcance de las chicas de las fábricas a cambio de cantidades cada vez menores de esfuerzo".
Actualicemos esto al mundo moderno. Doordash, GrubHub y Shipt no son grandes bendiciones para nadie que tenga dinero suficiente como para pagar a alguien que le mantenga el refrigerador lleno. Los servicios de streaming y los smartphones no son grandes ventajas para quien puede solventar tres televisores. Si viviera hoy, la suscripción de Elvis a Disney+ no sería mejor que la mía (hasta donde yo sé). El transporte aéreo comercial barato, Uber y Lyft no son grandes beneficios para alguien que posee un jet privado, un Cadillac rosa y un garaje para veinte coches. Un SodaStream para preparar sus propios refrescos no es una gran ayuda para alguien que puede permitirse pagar a otro para mantener su refrigerador abastecido de Pepsi. Google, Wikipedia, ChatGPT y Bard -todos los cuales utilicé mientras trabajaba en este artículo- no son una gran bendición para quien puede darse el lujo de contratar asistentes de investigación, redactores y correctores. Disney+ tampoco es una gran ayuda para quien tiene una sala de cine privada.
Supuestamente, los funcionarios estadounidenses deseaban que los funcionarios soviéticos vieran Graceland porque evidenciaba cómo ésta era la tierra de las oportunidades. Incluso un niño pobre de Tupelo, Mississippi, podía triunfar en la Tierra de las Oportunidades. Sin embargo, el verdadero "logro capitalista" no es Graceland. Es el hecho de que, comparada con las cosas cotidianas de una persona normal en 2023, Graceland no es tan impresionante.
Traducido por Gabriel Gasave
El autor es Investigador Asociado en el Independent Institute y Profesor Asociado de Economía en la Samford University.
 

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