Cuando se agotan los discursos, irrumpen los desengaños
Enrique Blasco Garma
Economista.
En el bestseller
“Think Again”, Adam Grant, describe el poder de conocer lo que usted mismo
ignora. El síndrome de creerse director técnico de un equipo deportivo -fútbol-
competitivo cuando apenas se es espectador común. El premio nobel de economía
Daniel Kahneman descubre que Adam Grant confía que se puede enseñar a abrir las
mentes. El libro brinda enseñanzas para repensar las decisiones propias más
importantes.
Exhibir los contrastes
entre las creencias difundidas y las realidades contribuye a abrir otros
caminos para mejorar los negocios e ingresos argentinos.
Así, al comparar
la evolución económica de Uruguay, la Argentina y Venezuela, entre 1980 y 2023,
el inicio y año último de las series económicas disponibles del WEO-FMI, surge
que el PBI por habitante de Uruguay pasó de ser la mitad del argentino a
superarlo en 60%; y de ubicarse inferior apenas al 90% del venezolano, en 1980;
lo sextuplicó 43 años después.
No obstante, el
fervor populista de tantos años en esos países fueron remunerados en modo
opuesto, perdieron fortunas; en cambio los más ortodoxos fueron recompensados
generosamente.
En tanto el
uruguayo promedio ganaba USD 4.000 promedio del año menos que el argentino en
1980 percibía USD 8.000 más en 2023, reflejo del contundente progreso de la
productividad, opacada por la multiplicación de 3,7 veces de los precios en
dólares en EEUU y apalancada por mayor estabilidad monetaria, reducción del
gasto estatal y mucho menor corrupción.
Así, y sin
corregir los indicadores de precios, el PBI por habitante en Uruguay progresó
en exceso a USD 12.000 respecto al de su vecino en 40 años, la cual se refleja
en las brechas de los índices de consumo y disfrute allende el Río de la Plata.
Dos tercios de la pérdida relativa de ingresos argentinos ocurrieron a partir
de los gobiernos de los Kirchner; aun así los votaban.
Para explicar el
crecimiento diferencial de ambos países, aparece en primer lugar el aumento de
la competitividad, viabilizada por el menor gasto estatal, la estabilidad mayor
de los precios internos y los patrimonios, liberados de la cadena de los
acérrimos “descubridores de atrasos cambiarios” que tornan tan inciertos los
patrimonios personales en la Argentina.
Muy relevante es
la enormidad de las acciones de corrupción en la Argentina, al punto que ubican
al país en el puesto 89 entre los menos corruptos en el planeta, frente a
Uruguay, que escala a la posición 16, dentro de los 180 estudiados. El primer
lugar con el menor índice se ubica Dinamarca.
Competencia e
incentivos
¿Cómo se
consiguen coordinaciones más valiosas de las actividades individuales?
Compitiendo, e incentivando las decisiones que valoricen los derechos de
propiedad individuales, de modo que cada uno tenga intereses que cuidar.
En esta línea, el
control por oposición de intereses se comprueba en toda distribución de poderes
subordinados, donde el objeto constante es dividir y combinar las facultades de
modo tal que cada uno pueda ser el que limite a otros, asentó James Madison, en
Papeles Federalistas, 51, que nutrieron la constitución de EEUU.
Friedrich Hayek
afirma: “toda nuestra concepción de la justicia descansa en la creencia de que
las visiones divergentes pueden zanjarse descubriendo reglas que consigan la
aprobación general”. Y concluye que los acuerdos acerca de cuáles reglas son
justas conlleva también que sean eficientes para el bienestar colectivo.
Obviamente, las disputas por el tipo de cambio, enturbiadas por intereses
asimétricos, vulnerarían la afirmación de Hayek.
“La competencia
derrota a la corrupción e incentiva la coordinación de las actividades
reemplazando a personas y procesos menos productivos, porque los principios e
intereses de la comunidad siempre prevalezcan por sobre cualquier individuo o
facción”, puede escribirse en forma adaptada al pensamiento de Ray Dalio, CEO
Bridgewater Ass, principal fondo de inversión mundial.
Insisto, las
asimetrías de intereses enlodan la competencia, con la contundencia de los
saltos cambiarios en el país. Al respecto, David Hume estableció que la
inestabilidad de la propiedad es el impedimento mayor para elevar la riqueza de
la sociedad. Y Fritz Berolzheimer añade: “el derecho y la economía son
complementarios y se determinan mutuamente”.
En este momento,
numerosos especialistas reconocen no encontrar el camino para el crecimiento,
pese a que el caso de Uruguay enseña el valor de competir, liberando las
actividades de trabas artificiales. En una columna anterior analicé “el
milagro” del liberalismo en Irlanda.
En el otro
extremo está Venezuela, imponiendo furibundas trabas a la competencia y dañando
las propiedades, no obstante las simpatías hacia el chavismo de demasiados
dirigentes.
Publicado en INFOBAE.
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