Maleficios de la etapa lazarista
Jorge Asís
Periodista de personalidad provocativa y observador
político, ha cultivado varios géneros literarios como escritor. Su novela Flores
robadas en los jardines de Quilmes, publicada en 1980, se convirtió en best
seller con 350.000 copias vendidas.
Etapa lazarista del cristinismo (cliquear). Se la denomina
así por las derivaciones de Lázaro Báez, El Resucitado, a quien los lectores
del Portal conocen desde 2005.
Conste que aún no se indagó, ni siquiera en la superficie,
en la línea Sanfelice, El Bochi. Conduce directamente a Máximo, En el Nombre
del Hijo, y hacia Bariloche. Del mismo modo en que Lázaro hoy lleva hacia las
estancias que lo unifican con La Doctora. Ampliaremos.
En un primer tramo, La Doctora supo manejar con habilidad la
herencia política de Néstor Kirchner, El Furia. Alcanzó la altura del 54 por
ciento. Octubre de 2011.
En un segundo tramo, en abril de 2012 comenzó el camino de
la lona. A través de su entrega hacia los buscapinas de Unidos y Organizados. Y
de la petulancia hueca del “ir por todo”.
Pero La Doctora nunca acertó en el manejo de la herencia
económica. En la clarificación u ocultamiento de la torta de euros.
Es la torta que signa el maleficio de la etapa lazarista.
Con la exhibición de los personajes secundarios que fueron transitoriamente
fundamentales.
Manejaron irresponsables millonadas. Impregnan de ridículo
el mensaje de alta ejemplaridad, que La Doctora intenta en sus deteriorados soliloquios.
Maleficios de la etapa lazaristaPara colmo, se obstina en
ofender la inteligencia del argentino medio. Al disponerse a santificar, en
cierto modo, al Nestornauta. A quien la introdujo en el laberinto que signa el
ocaso (y por favor no vengan con la baratura de decir que aquí se critica a
quien no puede defenderse. Lo decimos desde 2005 y está documentado en “La
marroquinería política” y “El Descascaramiento, de Editorial Planeta, hoy en
Ediciones B).
Pese a las pastillitas indicadas por el doctor Manes, La
Doctora atraviesa, según nuestras fuentes, por un periodo de irritabilidad.
Está mal, desencajada, sin frenos inhibitorios.
Convive con los “pensamientos tóxicos”. Como si no hubiera
registrado las enseñanzas medulares del otro Facundo.
El doctor Manes que compone también, según nuestras fuentes,
con lícito derecho, la fantasía de sucederla.
Hipersensibilidad
La Doctora se transformó en una dama hipersensible de
desequilibrio fácil.
La sacó de quicio hasta la eficiente colega Natasha, con una
pregunta de lo más simple.
Pero la desbordada hizo papelones justamente en presencia de
otra presidenta, que la supera, para colmo, en templanza. Y a la que quisiera
imitar, en la epopeya del regreso (ver “El mito bacheletiano”, cliquear).
Como buena serpiente, lo planifica antes de irse. Por lo
tanto necesita infinidad de diputados fieles. Y de jueces que le respondan, de
manera complaciente. En la etapa lazarista que se viene con sus maléficas
verdades.
Sin embargo a La Doctora hoy le temen, apenas, sus ministros.
Los secretarios de estado que dependen de sus arrebatos. Los que están
dispuestos a aplaudir hasta más allá del final.
En la práctica, ya se le atreven hasta los empresarios. Lo
cual es, casi, un exceso. ¡Si hasta producen deseos de defenderla!
Maleficios de la etapa lazaristaEn vida de Kirchner, cuando
El Furia gobernaba con Hugo Moyano, El Charol, y el encanto caro de la
negritud; y con Héctor Magnetto, El Beto, con sus aportes de silencios, en las
kermesses anuales de IDEA ni siquiera se permitía el tratamiento de los temas
que rozaran el menor sesgo crítico.
Hoy desde cualquier cámara la gastan. Ya ni resultan
eficaces los recursos de la dupla Echegaray-Michel. Ampliaremos.
Por si no bastara, hoy cualquier dirigente empresario se le
pronuncia. Le arroja, en el rostro, la maldita palabra inflación.
Trátase de la palabra que el genio de Axel Kicillof, El
Gótico, aconseja negarle entidad. Lo conveniente es declararla inexistente, por
absurda.
Ya que la inflación es un mito. Cualquier chartalista lo
sabe. Como también pertenece al reino de la fantasía el déficit fiscal. O la
necesidad reaccionaria de ajustarse.
La relación de Kicillof, el genio de cabecera, con Juan
Carlos Fábrega, El Bancario Sensato y Elemental, ya no puede sostenerse. Cuesta
disimular la persistencia del litigio. Y a esta altura sería excesivo sustituir
a Fábrega con algún buscapina de La Cámpora.
Para hacer moco el Banco Central del mismo modo que se
destruye, paulatinamente, el Banco Nación, que les dieron a los chicos para que
se entretengan y ocupen los lugares claves. A los efectos de hacer del Estado
entero, con las recetas del MMT (“Teoría Monetaria Moderna”) una gigante
Aerolíneas Argentinas. Total, el déficit no existe. ¿A quién le importa? Si se
cuenta con la generosidad inagotable de la maquinita de Boudou.
Si las tasas bajan, el dólar se les escapa. Mientras tanto
la recesión acecha. Como los licenciamientos de personal.
La Doctora está hipersensible porque se les desmoronan los
pilares de flan del relato.
Y asoman, por todas partes, los impresentables pobres.
La justicia le pica el boleto
Maleficios de la etapa lazaristaLa Doctora siente que la
justicia le tomó el tiempo. Que le picó sin piedad el boleto.
Le mantiene vivo el espectro de la equivocación fundacional
y prioritaria. La culpa que, en exclusiva, le pertenece. Amado Boudou, El
Descuidista.
Por suerte abundan los lineales opositores que le reclaman
la renuncia. Sería la mejor manera de liberarla.
Ni se dan cuenta (los lineales) que el precio más caro que
La Doctora paga consiste en mantenerlo.
A su lado. Cerca en algunos actos, con la sonrisa fingida y
los saludos hacia nadie.
“Es mucho peor tenerlo al lado que dejarlo caer”, confirma
la Garganta.
La justicia le voltea hasta el acuerdo demencial con Irán.
Le brinda otra salida digna del embrollo en que se
introdujo, según nuestras fuentes, por pedido de Hugo Chávez, a quien no podía
decirle que no. Se le debe demasiado. Y no son precisamente favores
ideológicos.
Aunque envíe a dos ministros agotados a reclamar, La Doctora
debiera aceptar que la justicia en el fondo la salva. Aunque la vacune.
Cumplía con Chávez, en exceso. Y hasta cumplía con la
memoria, a través del disparate de apoyar al inepto de Nicolás Maduro.
Es quien se puso Venezuela de sombrero. Del mismo modo que
puede ponérselo ella. En cualquier momento. Si sigue en la creencia del genio.
En la inexistencia de la inflación o del mito del déficit.
Y hasta los curas de la Conferencia Episcopal ya no vacilan
en vacunarla contra la enfermedad de la violencia.
Para replicar, La Doctora recurre a los textos del protector
que ella y Verbitsky merecen. El Papa Francisco.
Maleficios de la etapa lazaristaEs la última reserva moral
que le queda. Es Francisco quien transmite, desde la nueva Puerta de Hierro, El
Vaticano, la instrucción precisa de cuidarla.
Sobre todo, Eminencia, hay que cuidar a La Doctora. Tiene
razón, pero hay que cuidarla de ella misma.
Para que llegue, con algo de aire, hasta el final.
Pero quien reconforta es Julio De Vido, El Ex Superministro,
en su audacia infinita. Cuando dice, en público, sin ningún prestigio que
resguardar, sin nada para perder, sin ponerse colorado, que “no hay ningún
final de ciclo”. Que el kirchnerismo, con su sexo breve y flojo, llegó para
quedarse y ultrajarnos para siempre.
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