El caso DeepSpeek es sólo el comienzo

Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
DeepSeek, una IA
generativa china de alto rendimiento y bajo costo, desencadenó un auténtico
terremoto en los mercados financieros. Lo que pasó el fin de semana pasado y el
lunes no estaba para nada anticipado. De hecho, el VIX -el “índice de miedo
bursátil”- subía cerca de un 50% desde 14 a más de 22 en pocas horas.
Por cierto,
demostrando algo que es muy importante destacar: es imposible pronosticar al
mercado que actúa siempre en tiempo real y de manera completamente autónoma y
espontánea, de aquí que sea imposible planificarlo, y por eso los
planificadores estatales siempre yerran.
Los beneficios de
las “siete magníficas” (Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon, Nvidia, Meta y
Tesla) crecen aproximadamente a la mitad de como lo hacían a principios de 2024
mientras que, por otro lado, el ratio de P/S (Precio/Ventas) se ha duplicado
desde los mínimos de 2022, y el Bloomberg Magnificient 7 Index ha subido cerca
de un 260% hasta el cierre del viernes.
En este contexto
de exuberancia propia de los mercados bursátiles rebosantes de entusiasmo, con
acciones de las “siete magníficas” creciendo muy fuerte gracias a los
desarrollos de la IA, pasamos de una atmósfera de “hasta el infinito no
paramos” a otra del “apocalipsis now”, sin explorar todos los matices
intermedios, con una importante purga entre las empresas expuestas.
Los analistas financieros tienden a hablar de una “evolución
de DeepSeek” más que de una “revolución”. Básicamente, el hecho de que se haya
desarrollado un modelo de alto rendimiento a menor costo no significa que la
inversión en IA vaya a detenerse. Pero este episodio ilustra el peligro del
pensamiento único y el sesgo de confirmación en los mercados ahora que los
chinos lo han hecho más “abierto”, más barato y en menos tiempo.
El caso DeepSeek derrumba la falacia de las “leyes”
estatales de “Propiedad intelectual” o “Copyright” según la cual la tecnología
no avanzaría sin estas leyes, ya que nadie invertiría en investigación si
cualquiera puede robarles las ideas. DeepSeek es de código abierto y ha puesto
en jaque a toda la IA de los EE.UU. Y el mismo Android, que es un sistema
operativo móvil, desarrollado por Google basado en Kernel de Linux y otros
softwares de código abierto, no exige pago por su uso y, precisamente, gracias
a que es libre se ha desarrollado superando ampliamente a toda la competencia.
Como está demostrando esta empresa china, por el contrario,
la tecnología avanza con mucha más rapidez si existe libertad, es decir, si no
existen los monopolios de ideas que otorga el Estado a los que primero llegan a
la oficina estatal de patentes.
Las leyes sobre derechos de autor o “Copyrights”, que crean
una propiedad, son una violación de las reglas morales del mercado y garantizan
monopolios con la excusa de que la libre circulación de ideas originales
desincentivaría la creatividad, cuando, por el contrario, la libertad provoca
que, sobre trabajos ya realizados, se sumen otros impulsando el desarrollo.
El mercado es el que determina a quién corresponde cada
cosa. Por ejemplo, al comprar un automóvil, el vendedor lo entrega a cambio de
un dinero. Así, con estas relaciones pacíficas y voluntarias, se define la
propiedad. Porque si resulta de una ley coactivamente (vía monopolio de la
violencia estatal) impuesta, significa que no se daría naturalmente y, por
tanto, es ilegítima y viola la verdadera propiedad.
Estas leyes estatales solo otorgan un monopolio al más
rápido o al más pillo. Por caso, según los historiadores más serios, Thomas
Edison era un ‘patentador serial’ con el fin de hacer fortunas. Patentó unos
mil inventos y no es creíble que fuera tan genial. De hecho, la lámpara
incandescente solo fue perfeccionada por él y patentada en 1879. Heinrich
Goebel fabricó lámparas tres décadas antes, mientras que el británico Joseph
Swan obtuvo la primera patente en Gran Bretaña, en 1878, y llevó a su
plagiador, Edison, a las cortes británicas, que le dieron la razón.
Unos años atrás, el portavoz de Facebook dijo: “se trata de
una práctica común registrar patentes para proteger las agresiones de otras
compañías… es meramente especulativa". Claramente, con su enorme capacidad
de cabildeo patentan todo lo que pueden y así bloquean que otras empresas más
pequeñas puedan desarrollar estas ideas.
Otra reacción insólita es la de algunos que proponen
terminar con el monopolio de algunas redes sociales, por caso, Facebook,
demandando al Gobierno que la obligue a vender WhatsApp, Instagram y Messenger,
entre otras medidas. Sin duda existe un monopolio que no le hace bien a la
libertad de expresión, pero se soluciona al revés, no coartando sino dando más
libertad al mercado, a las personas.
Es que los problemas de la libertad se solucionan con más
libertad y se empeoran con menos. Porque, como la falta de libertad se debe al
poder policial del Estado, a la violencia que siempre destruye, cuanta más
libertad, menos violencia y más se desarrolla la sociedad.
Resulta que los monopolios -y los carteles- nunca son
naturales. No existe sector empresario, en ningún lugar geográfico, que no
tenga competencia directa, indirecta o sustituta según se den los casos, en tanto
el Estado no lo impida coactivamente. Aunque resulte difícil imaginar, no
existe razón técnica para que no existan dos superautopistas paralelas (de
hecho, existen, por caso, la autopista del Mediterráneo), o los trenes de
distintas compañías privadas que circulan por la misma vía en España.
La injusticia surge cuando el Estado impone una
“exclusividad” para determinada empresa, impidiendo el desarrollo natural,
espontáneo del mercado. Y eso son las leyes sobre patentes. Como si las ideas
tuvieran dueño, el primero que acuda a la oficina burocrática, se queda con el
monopolio de esa idea.
La propiedad, al ser de orden natural, surge espontáneamente
del mercado —de las personas—, de modo que si el Estado impone coactivamente
una supuesta propiedad evitando su libre —natural— disponibilidad para el
resto, está creando el monopolio del usufructo de una idea para un solo
beneficiario. Las patentes y ‘copyrights’ deben definirse dentro del mercado
como acuerdos voluntarios, terminando con los poderosos monopolios de las redes
sociales y tantos otros.
Como frutilla de
postre, señalemos que, gracias a las leyes de copyright que benefician a
empresas como Facebook o Microsoft, por caso, se formaron fortunas que no son
propias de un mercado natural, sino el resultado de empobrecer al resto que
debe pagar por ciertas ideas.
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