Con
falsa indignación moral los kirchneristas y sindicalistas, sin saber donde
están parados, son
anticapitalistas, pero millonarios producto del robo a quienes
representan. Se largan a vituperar a todo empresario que pretende competir sin
el agobio de un Estado chupa sangre. Produjeron una disminución enorme de la
honestidad, la reciprocidad, los grados de confianza, credibilidad y
previsibilidad que hacen posible el buen funcionamiento de los intercambios, o sea
del mercado. Ello se tradujo en mucha menor riqueza social y menos
capital por trabajador. Destruyeron también la moneda; se perturbó la acción de
capitalistas, empresarios y consumidores, por lo que demolieron la confianza en las relaciones sociales. También han hecho
daño los empresarios quienes, aprovechando la situación, para evitar la
competencia buscaron privilegios y
prebendas, algunos para poder subsistir en un ambiente viciado pidieron la
protección espuria del Estado mientras que los consumidores metidos en la misma
rueda, de demagogia y corrupción, se
acostumbraron a pedir ventajas insostenibles como precios máximos y subsidios. Decisiones
políticas fueron a beneficiar a unos sectores y perjudicar a otros porque les producía alguna ganancia espuria, no originada en el funcionamiento del mercado,
a miembros del gobierno o a
particulares.
El
gobierno kirchnerista ha despojado de sus ganancias a empresarios privados, ya sea mediante contratos leoninos sobre el mercado, o de impuestos
desmedidos. Se dejo de pensar en el perfeccionamiento de
la justicia, de la propiedad privada, la
igualdad formal y la acción electiva, condiciones
elementales para una buen comportamiento de los intercambios.. Este ha sido
durante años nuestro destino, como también el de otros países latinoamericanos:
no integrarnos a las grandes fuerzas del progreso mundial ni mejorar la ética institucional.
Todavía se sigue idealizando a un asesino, el Che Guevara, cuando fue causante junto a Fidel Castro de
llevar la miseria y el totalitarismo a Cuba. Allí no hay ni un resquicio para
la libertad y se debe aceptar las decisiones de los que mandan a rajatabla. Hubo
desde 1959 un avance arrasador sobre la sociedad civil: se abolió la propiedad
privada, se impuso la reforma agraria y se aplico la planificación central. Los
Kirchner y socialistoides aun lo tienen como modelo, no han entendido que la tragedia no es el
capitalismo sino estar fuera del mercado: países como Cuba quebrado política, económica y culturalmente, nos
muestran, claramente, las miserias a las
que llevan políticas socialistas.
Es
increíble como la demagogia ha
incentivado el odio al capitalismo cuando su carácter masivo de la
producción significa un cambio cualitativo de la oferta, lo cual ha permitido, por primera vez en la historia, beneficiar a los sectores populares. Hoy
pueden gozar de buena medicina, entretenimientos, turismo, educación, medios de
comunicación masivos, entre tantas otras cosas, las cuales serían imposibles
sin una economía capitalista. Además,
mejores salarios, más empleos y menos tiempo de trabajo. Bien lo expreso
el contradictorio Marx cuando escribió en El Capital: ” el empleo esporádico de
la cooperación en gran escala en el mundo antiguo, la Edad Media y las
economías modernas reposa sobre
relaciones inmediatas ( personales) de dominio y de servidumbre, principalmente
la esclavitud. La forma capitalista, al contrario, supone desde luego el trabajador
libre, asalariado, que vende su fuerza de trabajo (no su persona)
al capital”.
Los
capitalistas que no son subsidiados por el Gobierno, además de pagar los impuestos que sostienen al
Estado tienen que ser aceptados por los consumidores, aquellos que admiten o
rechazan sus ofertas en el ámbito del mercado. En este caso las ganancias o las
perdidas serán propias, ello implica que
cada emprendimiento significa un riesgo, el de perder acaso todo. Es por eso
que no se puede progresar donde el Gobierno controla draconianamente los precios,
fija opciones productivas sobre la base de un plan, dirige las inversiones
debilitando la espontaneidad de los mercados o haciéndolos desaparecer.
Es importante saber que todo poder tiende a
ser ilimitado si no hay otros centros de poder que lo contengan, las empresas
privadas son parte de ellos. De ahí que
siempre, antes de votar, deberíamos estar lo más seguros posible de que
elegimos una oferta liberal, la que por principio aleja de un poder arbitrario.
Ante
la proximidad de elecciones habría que considerar la nueva política socio-
económica que está llevando adelante el actual gobierno: reemplazar una
economía rudamente autoritaria, por una
economía libre, como también reemplazar
el emisionismo y su consecuencia,
la inflación, por una política que hacia
el futuro asegure la estabilidad monetaria como factor principal para lograr la
estabilidad de precios y la preservación de los derechos individuales. Se ha
prometido la privatización de empresas estatales, la desregulación de las
actividades económicas, la limitación del Estado y la supresión de todo
privilegio, incluidos los de orden
sindical, entre otras cosas que forman parte del modelo que se quiere aplicar.
Apoyarlo ante los ataques de gente
interesada o mal informada es nuestro deber, ello no significa estar de acuerdo
con el canibalismo político del Presidente y alguno de sus funcionarios quienes,
tal como Marx, tratan a los que no piensan exactamente como ellos, como
canallas o están al borde de serlo. Pero
sí, reconocer con nuestro voto, la visión y el coraje de Javier Milei para batallar contra las ideas socialistas y
populistas que prevalecieron durante tantos años en nuestro país, decidiéndose
por la mejor opción posible: una solución a los problemas de inspiración
liberal.
Son muchas las personas que han decidido no ir
a votar enojados por la violencia política que muestra buena parte de quienes
ejercen el Gobierno. Es un error, no es Javier Milei el que tiene que gustarnos,
sino el cambio de modelo. Es cierto que falla como dirigente de partido
porque no tiene el requisito esencial para serlo: saber tratar a la gente.
Pero, es él, el único, que con alma y vida está dispuesto a luchar
contra los pesados obstáculos que pretenden poner parte de la oposición para
evitar una Argentina capitalista y liberal.
El
capitalismo necesita de un mundo libre, va más allá del estado nación, va contra todo lo que traba las corrientes del capital internacional, se mueve en el mercado mundial, necesita para poder reproducirse de un mundo
libre. Paradójicamente, en nuestro país
se ha enseñado a odiar al capitalismo
pero no a sus bienes. Hoy tenemos la oportunidad de lograr un cambio
fundamental que posicione al país en un lugar destacado en el Mundo, no hay que
desaprovecharla! Participar debería ser el compromiso de todo argentino que
desee vivir mejor.