La teoria ¨Pablo Escobar¨
Adrián Ravier
Economista. Profesor de la Universidad Francisco Marroquín, Guatemala. Ha publicado en el libro "Soluciones de Políticas Públicas para un País en Crisis", Fundación Atlas para una Sociedad Libre, 2003.


En una reedición de la teoría que, sobre el drama de las drogas, hiciera famosa Pablo Escobar Gaviria -esto es que en la droga el problema no es la producción y el tráfico sino el consumo- hoy tanto el jefe de gabinete Jorge Capitanich como el secretario de seguridad Sergio Berni volvieron a cargar la responsabilidad del problema sobre los Estados Unidos que, según el secretario, necesitan 160 mil kilos de cocaína para abastecer su mercado interno.
Si bien la cuestión del consumo es insoslayable, el enfoque de los funcionarios parecería tender a disminuir la responsabilidad propia en atender la parte del problema que nos concierne.
Tanto Capitanich como Berni parecen olvidar que todos los grandes casos descubiertos en la Argentina relacionados con el tráfico ilegal de estupefacientes han estado vinculados con Europa y no con EEUU. Desde la célebre operación "Langostino" hasta los casos de Julia, Southern Winds o la reciente argentina que obligó a un aterrizaje de emergencia en Canarias de un vuelo que se dirigía a Madrid, porque llevaba cápsulas de cocaína en su estómago, son todos casos que vinculan a la Argentina con el abastecimiento del mercado europeo, no con el americano.
Además el problema de la violencia narco a la que estamos asistiendo tiene que ver con nuestras fronteras y con nuestra sociedad, no con los EEUU.
Parte de la droga boliviana, peruana o colombiana no está yendo al territorio norteamericano sino que atraviesa nuestros límites e ingresa aquí para ser consumida y exportada.
Esa realidad ha sido posible por las facilidades que "la fría" (apodo con que los narcos colombianos conocen a la Argentina) les ha entregado a estas bandas.
Apoyados en la amplitud de sus fronteras, en la abundancia y laxitud de sus puertos, en el hecho de ser el único país que mantiene vigente un sistema legal lícito para blanquear dinero sin pedir explicaciones, los narcos han encontrado aquí una especie de Tierra Prometida.
Por lo demás, quienes hacen cola en los bunkers de Rosario para comprar droga son argentinos, no norteamericanos y los muertos (desde Forza y sus amigos de la efedrina en José C Paz hasta los 350 de Rosario del año pasado) también son argentinos.
Pablo Escobar blandía el parche norteamericano para dar a entender que, al final de cuentas, él no era más que un esforzado y eficiente proveedor que solo se preocupaba por mantener satisfecho a su principal cliente. Hoy, Capitanich, que se enredó en un recuerdo complicado del refrán sobre la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, pareció adherir a esta teoría, lo mismo que su secretario Berni, horas más tarde. Quizás se trate de un capítulo ideológico más, que nunca pierde ocasión para usar demagógicamente el escudo norteamericano para desviar la atención de un nacionalismo estúpido. Pero la realidad de los hechos dista mucho de poder hacer digerible esa insinuación.
El vínculo Argentina-droga-EEUU  -salvo por los cursos que la DEA esporádicamente da a agencias gubernamentales argentinas-prácticamente no existe.
Nuestro mercado de exportación es Europa. Las fronteras coladas son argentinas y los consumidores también. Esas serían razones suficientes como para que Berni y el jefe de gabinete no buscaran culpables en otros lados, en una nueva aplicación de la clásica táctica kirchenerista de buscar culpables antes que soluciones.
Pero hay una razón de mayor peso aun para mirar aquí antes que a Washington: quienes están muriendo y a quienes están matando son argentinos. Y no hablan inglés.
 

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