El PJ oficialista y el PJ disidente
Diana Ferraro
Escritora


Este último jueves, en las vísperas de una nueva reafirmación oficialista de la ocupación ilegal del PJ, se oían en los reportajes televisivos interesantes voces anticipando el 2015: Elisa Carrió dejando ver por detrás de su coqueto y falso misterio que finalmente va a aliarse con quien sea que le asegure una mayoría frente al PJ oficialista y cualquier otro PJ alternativo; Mauricio Macri firme en su construcción de una fuerza autónoma abierta a los desamparados por otros partidos; José Manuel de la Sota—sin duda el más inteligente y moderno de todos los gobernadores peronistas—trazando una línea divisoria con el Partido Justicialista oficialista y marcando con razón que el peronismo real está en otra parte. Pero fue Gabriela Michetti quien en “Contenido Político” reveló con claridad la estrategia macrista: no se trata de que el PRO vaya a aliarse con UNEN sino que más bien, avanzado el 2015, habrá que patear el tablero y crear una “Concertación” a la chilena entre los semejantes—es decir, para Michetti, el PRO y los radicales más liberales como Carrió, purgados de la izquierda. El bipartidismo soñado por todos pero con dos nuevos partidos: los restos socialistas y radicales y peronistas no liberales abandonados a un UNEN amputado y representativo de la centroizquierda y el PRO ampliado con el radicalismo de la Coalición Cívica y sus aliados radicales. Entre ambos, captando todos los votos antikirchneristas, por izquierda y por derecha, borrando del mapa y sustituyendo—ese es el sueño, a los dos partidos tradicionales, el peronista y el radical. Esta es una historia posible,y los radicales se defenderán solitos, pero aquí nos parece un poco prematuro enterrar al peronismo, como si el peronismo fuera sólo el PJ kirchnerista y el peronismo voluntarista de Mazza.

En ese tablero imaginado con tanto entusiasmo por la Senadora Michetti, no se contabiliza el propio derrotero interno del peronismo y su instrumento electoral ocupado autoritariamente por el kirchnerismo—sin renovación del padrón, sin afiliación, y sin internas libres. El peronismo tiene su impulso y su propia lógica, y, lejos de haber encallado con el falso peronismo del kirchnerismo, recién está comenzando su nuevo viaje. Allí hacia donde su propia historia institucional lo empuja, allí hacia donde su propia esencia de representación de las mayorías del trabajo—la del capital, la de los asalariados y la de los excluidos del trabajo—lo reclaman en una versión eficaz y actualizada.

Es en este sentido que debe darse la mayor atención a un gobernador como de la Sota, quien junto a otros opositores al kirchnerismo hoy fuera del PJ institucional, entre otros el sobredimensionado Massa, puede ayudar a incluir en el tablero electoral a la hoy perdida fuerza del Peronismo Disidente. El por qué se dejó de usar esa tan certera denominación que ganó las elecciones al mismo Kirchner en el 2008, sólo se explica por la lectura errónea de los movimientos políticos profundos y la interpretación de estos movimientos como meros movimientos personalistas. Una lectura realista y profunda del Peronismo Disidente lo interpreta como la enérgica reacción del peronismo real a la usurpación de su partido por fuerzas izquierdistas ya expulsadas por el mismo Perón aún en vida, a la distorsión de su doctrina, al atraso en la modernización de la administración del Estado y de la economía general, y por sobre todas las cosas, al robo de la vida democrática del partido, impidiendo sistemáticamente toda confrontación interna con el partido de gobierno.

El PJ Disidente expresa una fuerza política con un reservorio enorme hoy sin representación ni participación. Es verdad que Macri ha ofrecido un techo amigo en el PRO, pero también es verdad que el mismo Macri va a precisar un aliado más fuerte, si quiere no sólo predominar, sino gobernar con éxito. Desde ya, no va a inventar él a ese aliado—tampoco inventó a Elisa Carrió, por caso. Es por lo tanto muy importante que se recupere el espacio de Peronismo Disidente, con ese nombre que tan claramente identificó al peronismo real, opuesto a la fuerza de ocupación kirchnerista y que este espacio quede dibujado con precisión en el espacio político público, de modo de ofrecer a la ciudadanía una referencia genuina de representatividad del peronismo y una nítida fuerza opositora más, la que sin dudas va a pelear con más intensidad contra el kirchnerismo para defender su propio espacio hoy robado, una fuerza organizada y lista para entrar en alianzas que potencien una idea de país moderno.

Hablábamos hace unos días del polo electoral de la libertad y del lugar que el peronismo tiene ganado dentro de este espacio, por haber sido el partido que en los 90 comenzó con éxito el proceso de modernización de la Argentina interrumpido luego por las fuerzas retrógradas del radicalismo y del mismo peronismo reactivo a la modernidad que, luego de Duhalde, se expresaría con los Kirchner, en la peor de sus variantes, la izquierdista. Se trata hoy de meditar acerca del instrumento organizativo del Peronismo Disidente, de la recuperación de su nombre y de su espacio, con miras ya no a crear nuevos partidos o emigrar a otros sino a volver a ser dueños del PJ hoy usurpado. Crear nuevos partidos puede sonar a renovación y emigrar a otros a un consuelo, pero nuestro país ha sido agotado por las renovaciones y los experimentos. Quizá convenga hoy meditar acerca de la vía más tradicional de recuperar en el futuro los dos grandes partidos históricos y devolverles su antigua vida democrática libre e intensa, en la cual la multitud de pequeñas formaciones políticas hoy desgranadas de esos dos troncos madres puedan competir, confrontar y representar auténticamente a los ciudadanos, a sus nuevas necesidades, aspiraciones y tendencias.
 

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