Teoría del abandono
Alejandro Cánepa
Periodista agropecuario. Titular de www.agro-noticias.com.


Eventos como el Congreso CRA de la semana pasada demuestran que el crecimiento del campo no tiene obstáculos a su altura. El encuentro -que contó con más de 500 asistentes y la visita de políticos de la oposición- destacó una vez más que el sector tiene un potencial que sólo las políticas del gobierno frenan, mientras los productores se preparan para responder a las necesidades de alimentos del mundo.
Sin embargo, el factor tiempo es decisivo. No todos los chacareros están en condiciones de esperar un año y medio para un cambio de gobierno, y lo que necesitan es ser escuchados ahora. Sucede con los productores trigueros que cuentan con buenas condiciones climáticas para sembrar, pero no tienen ni el dinero ni el panorama claro para hacerlo, y sucede con las economías regionales, que luchan  contra costos altísimos de fletes, entre otros.
Para hacer oír a los más perjudicados es que la Federación Agraria planteó estos días la posibilidad de una jornada de protesta. El reclamo sería en respuesta a las políticas que “llevan a la desaparición de los pequeños y medianos productores” y aún no tiene fecha estimada.  

La medida venía analizándose hace días dentro de la entidad, pero fue formalmente aceptada por las bases en un plenario concretado el 2 de junio en Rosario. Ahora resta plantear al resto de las organizaciones de la CEEA la conveniencia de realizarla en conjunto y evaluar incluso si la protesta podría plasmarse en un paro nacional.
En el encuentro con los agremiados, Eduardo Buzzi justificó la decisión: “No podemos resignarnos a que la tierra y la comercialización del sector siga quedando en manos de empresas concentradas y capitales extranjeros. Si no luchamos los chacareros pasaremos a ser desclasados, por eso tenemos que seguir peleando por la agricultura familiar. El gobierno ha implementado una reforma agraria al revés dándole cada vez más a los que menos tienen”.
El malestar se ubica en un contexto de caída de la actividad agroindustrial, de inseguridad rural y de invisibilización del sector dentro de la agenda pública. En lugar de ocuparse de mejorar la productividad del país –en la que el campo es uno de sus principales motores- el gobierno está empecinado en dar batalla a todo aquel que lo enfrente, aunque más no sea en el plano discursivo. “Lo urgente no deja tiempo para lo importante”, dice el refrán, y el sector agropecuario no es ni lo urgente ni lo importante para el gobierno. El resultado está a la vista: lo que no se atiende cae indefectiblemente en el deterioro. 
 

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