Otro peligro más
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


Hay días en que uno francamente quisiera que no hubiera nada que comentar. Que el país tuviese un día tan normal y sin anuncios preocupantes que no fuera necesario agregar nada. Pero es inútil: todos los santos días nos enteramos de una novedad que siempre pega en el mismo punto: la preocupación por la libertad.

Luego de la increíble introducción de la Secretaría del Pensamiento Nacional -cuyo solo nombre hace correr frío por la columna vertebral- la presidente presentó el día jueves la SIMEFA, un nuevo ente burocrático que se encargará de formular un ráting nacional que medirá la audiencia de los programas de TV y radio de todo el país.

En su discurso, la Sra. de Kirchner admitió desembozadamente que el Estado quiere “saber que escuchan y miran los argentinos… cuáles son sus preferencias”. Se trata de un capítulo más de esta escalofriante novela de Orwell en donde un Gran Hermano omnipresente “coordina estratégicamente” el pensamiento de todos y averigua lo que los súbditos miran y escuchan.

Más allá de este impresentable argumento, resulta obvio que el gobierno intenta un nuevo avance sobre la vida individual para avasallar el cerco de soberanía personal de los ciudadanos. Debe haber un pensamiento nacional coordinado estratégicamente por el Estado y, también el Estado, debe saber lo que escuchamos y miramos. Es la fascia en acción: “Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”. Solo falta Benito.

La ofensiva tiene como destinatarios una vez más los medios privados independientes que tienen una visión diferente a la del gobierno en materia económica, política y social. La Sra. de Kirchner jamás aceptará esas disidencias y quiere asfixiar económicamente a quienes las escriben y las comentan. Ya intentaron hacerlo con los diarios y los supermercados, apretándolos mafiosamente para que no anuncien en los medios que tienen una postura críticos hacia el gobierno.

Esa vez lo hicieron como los gángsters actúan en las películas: sin dejar nada por escrito, aplicando amenazas telefónicas y sin escribir una sola línea que permitiera encontrar una prueba documental del plan.

Ahora han salido a la luz. Es más,  es llamativo lo “pretencioso” de la postura siendo que el gobierno está teóricamente en sus últimos meses de mandato. Esta épica sería más compatible con un gobierno caracterizado por la prepotencia de los inicios, pero no por uno cuyos días finales se empiezan a contar cada vez más rápidamente. El incidente sirve para confirmar que estamos enfrente de “cuadros”, de “soldados”, de “mili… tares” no, simplemente de “militantes”.

En efecto, la movida sirve para confirmar una vez más la concepción bélica de la existencia que tiene la Sra. de Kirchner y quienes la siguen: hay un enemigo que utiliza la publicidad para financiar su ofensiva. Si cortamos ese chorro, la ofensiva caerá. Como la publicidad está regida por los rátings, la estrategia es elaborar una medición nueva para que el flujo de recursos publicitarios deje al enemigo y venga con nosotros. La presidente fue descarnadamente sincera, en ese sentido, en su presentación.

El modelo sigue lo que fue la ley de medios. Un pomposo nombre que trasmite la idea de la transparencia y la pluralidad para esconder la verdadera intención de unificar y monopolizar de modo hegemónico la palabra y, finalmente, el pensamiento, para ser coherentes con la creación de la Secretaría que a partir de antes de ayer lleva ese nombre. Se trata de un círculo que cierra y tiene una lógica impecable de dominación, pensamiento único y sojuzgamiento de la sociedad a un poder absoluto.

En este caso también el nuevo ente es presentado como una unidad que vendrá a “federalizar” las mediciones para terminar con los índices que solo miden Capital y GBA. El pararse sobre una anomalía verdadera le da sustento al argumento. Pero aquí no se generan las condiciones para que inversores privados multipliquen las agencias de medición, como antes existían -al lado de IBOPE- IPSA y Mercados y Tendencias. No. Aquí es el Estado el que se va a meter con lo que miramos y escuchamos.

La presidente, pensando que a lo mejor alguien le cree, puso énfasis en decir que el nuevo sistema será transparente y no gubernamental, porque se convocó a once universidades nacionales para estructurarlo. Pero, claro, olvidó decir que la “rectoría” del organismo estará a cargo de la Universidad de San Martín, cuya autoridad principal es Tristán Bauer, que, de casualidad, es el Secretario de Medios  de su gobierno.

Por lo demás, la Sra. de Kirchner quizás olvida que está entrando en un terreno en donde el resultado a entregar es una “medición”. Y el gobierno no puede exhibir en el campo de las “mediciones” antecedentes confiables. Mantuvo intervenido el Instituto de Estadísticas durante siete años y falseó los números de inflación, crecimiento y pobreza en la cara de todos. Persiguió, multó y le hizo juicio a todos aquellos que osaron informar estadísticas diferentes, hasta que la oposición en el Congreso tuvo que intervenir entregando un paraguas protector a todos ellos por la vía de publicar el llamado “índice Congreso”, para que el policía político Guillermo Moreno no pudiera emprenderla contra profesionales privados que lo único que pretendían era dar a conocer los resultados de su trabajo, apoyados en el iniciático principio de la libertad de expresión.

Resultó ser que, como por arte de magia, cuando el gobierno decidió que la estafa era tan evidente que no podía continuar, de la noche a la mañana los nuevos índices de precios (llamados IPCNu) empezaron a coincidir llamativamente con los que informaban los que antes habían sido perseguidos.

¿Pasará lo mismo ahora, con los rátings de la SIMEFA? A las consultoras económicas privadas se las había ninguneado diciendo que ninguna contaba con la parafernálica estructura que se necesita para medir bien los precios; que sólo el INDEC tenía semejante logística. Todo eso terminó con Kicillof dando números iguales a los que antes daban Melconian, Ferreres o Todesca.

Ahora también el argumento es que solo el Estado será capaz de traspasar las fronteras del Gran Buenos Aires para saber bien “que escuchan y miran los argentinos”. ¿Cuánto dibujo habrá en esos números? ¿Cuánta intención de moldear las cosas para llegar a un resultado que, paradójicamente, será lo primero y no lo último que se ponga?

El gobierno está entrando en un terreno que, desde el punto de vista de las libertades públicas, es tan grosero como peligroso. Y su espíritu de avance no se detiene. Ni el horizonte de su final lo amilana. No hay final para ellos.
 

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