De la política chatarra al Estado mórbido
Julián Clancy
Lic. en Publicidad en la Universidad del Salvador. Actualmente dedicado a la administración y manejo de un establecimiento agropecuario familiar. Desde 2013, dedicado a la carrera de Técnico Superior en Administración Agropecuaria en el ISEA.


Mucho se escucha hablar estos días sobre temas como salud, alimentación, y problemas de sobrepeso, y uno de los principales blancos de todas las criticas es la llamada “comida chatarra”, por todos los problemas de salud que causa, ya conocidos por todos, y por su relación con la cada vez mayor epidemia de obesidad, y obesidad mórbida en casos extremos. Al mismo tiempo, aunque en mucha menor medida, se oyen voces sobre como el aumento desmedido del gasto público con respecto al Producto Bruto Interno (PBI) junto al aumento de impuestos que conlleva le van sacando recursos al sector privado para transferirlos a quienes trabajan en el estado, desincentivando así la iniciativa privada y creando una cultura de vivir del Estado, es decir, vivir del otro, siendo este efecto muchísimo más notable en quienes viven de subsidios como los planes Trabajar o Jefes y Jefas de Hogar, y en este caso, uno de los principales blancos es el llamado “populismo”.
 
Estos dos temas aparentemente inconexos (alimentación, y política económica), además de ser dos males del mundo moderno, ya que en mayor o menor medida existen en todos los países, se podría decir que son casi el equivalente en lo individual y en lo social: comida chatarra en lo personal, Estado de bienestar y populismo en lo social, y los parecidos para poder compararlos son más que suficientes.
 
Empezando por el momento anterior a su consumo, o uso, los dos comparten una característica que los hace casi irresistibles para muchos: son tentadores, simplemente, atraen a la gente: ¿quién no se siente tentado cuando ve un cartel con una gigantesca hamburguesa de cuatro pisos, con el jamón y el huevo que le sobresalen por todos lados? y por otro lado ¿Cuánta gente se siente tentada por ideas como salud y educación gratis, o dar subsidios para supuestamente ayudar a los más desafortunados? En ambos casos se puede satisfacer una necesidad casi de inmediato: con la hamburguesa se sacia el apetito, con salud, educación y subsidios del Estado se sacia lo que podría llamarse el bienestar social, pero solo en el corto plazo.
 
En un principio todo parece funcionar bien: la comida chatarra tiene buen sabor, sacia por completo, y casi no necesita tiempo para su preparación: se come al paso, no necesita tiempo para su cocción y su preparación es simple, hasta podría decirse que es comida “fácil”, mientras que al “consumir populismo” o Estado de Bienestar con sus servicios gratuitos, los beneficios parecen saltar a la vista: sacian nuestras necesidades más básicas como salud, educación, o un mínimo nivel de confort, y lo que es mejor, es gratis, de paso uno se siente bondadoso con la idea de votar a un gobierno que dice ayudar a los pobres, aunque sea con plata ajena.
 
Pero los efectos nocivos de una mala alimentación o una mala política económica no tardan en hacerse notar y causar disgusto entre sus consumidores. Los kilos empiezan a sumarse, y “la cubetera” del abdomen es reemplazada por “los salvavidas”. Ni hablar del colesterol, o problemas cardíacos, mientras que en lo social, se va notando una pérdida de la cultura del esfuerzo, del trabajo: ¿para qué trabajar cuando el Estado  tiene que asegurarme mi bienestar? Y los servicios supuestamente gratuitos, al ser financiados por el Estado, terminan desvirtuándose para ser lo que no eran al principio: En las universidades públicas se nota una caída del nivel académico además de casi reemplazar a la educación por el adoctrinamiento político (¿en qué universidad se enseña otra cosa que no sea alguna forma de socialismo o estatismo en las carreras de Ciencias Sociales?) y junto al constante hablar mal de la actividad privada, de los empresarios, etc, la idea de progresar por uno mismo, de ganarse la vida, es reemplazada por la búsqueda de un puesto en la municipalidad, de ser empleado público, trabajar lo menos posible y tener los máximos beneficios posibles. Es así como se pasa del viejo concepto de “mi hijo, el doctor” al lo que podría resumirse como “mi hijo, el vivo que se acomodo en la muni”, y otros servicios como energía, o salud, al ser gratis terminan siendo abusados al punto que no hay dinero que alcance para mantenerlos, causando su colapso, como hospitales sin instrumentos y con largas esperas para los pacientes, y el sector energético acorralado por la falta de inversiones y el excesivo consumo causado por los subsidios, ya no puede abastecer la demanda y no son pocos los países donde hay apagones masivos o cortes programados.
 
Para hacerlos más tentadores, ambos, comida chatarra y política chatarra vienen con condimentos, que muchas veces sirven para que sigan siendo consumidos a pesar de que sea fácil darse cuenta lo nocivo que son: Que querés con tu hamburguesa, ¿kétchup, savora o mayonesa? Y con tu Estado de bienestar ¿discurso antiimperialista, anticapitalista, o progre? De igual forma que mucha gente empieza a preocuparse al darse cuenta de los malos resultados de su alimentación, son muchos los que empiezan a notar los malos resultados de esas políticas hasta hace un tiempo tan tentadoras, como bajo nivel académico en la educación, rutas con baches, o en lugares como Europa y USA con crisis recurrentes, subas en el nivel de desempleo y dificultad para que disminuya. Es por esto que cuando se empieza a notar el daño de esta “política chatarra” hay que mantener el apoyo de la gente “condimentándola”: decir que los problemas son por los empresarios especuladores, que las multinacionales nos vienen a robar los recursos, que el problema es la cultura del individualismo…. La lista es larga y conocida.
 
Con buenos condimentos y con la creencia de que es el Estado el que se tiene que encargar de nosotros, se mantiene a la gente consumiendo a ambos, aunque todos vean sus malos resultados. Es verdad que la gente sabe que la comida chatarra es nociva, mientras que piensan que el Estado de Bienestar, y en algunos casos el populismo, son buenos para la sociedad, solo que están mal manejados, pero en ambos casos la gente los sigue comprando, y aunque dicen que las políticas públicas son correctas pero están mal manejadas, todos los partidos y candidatos que votan terminan con los mismos malos resultados. No se dan cuenta que buscar mejores resultados con las mismas políticas “chatarra” es como pensar que una hamburguesa va a engorar menos si se la muerde de forma distinta. Así, los kilos y el Índice de Masa Corporal (IMC) (el peso en relaciona la altura) van aumentado al igual que el gasto público en relación al PBI, pasando de lo saludable, a lo molesto, después a lo perjudicial, hasta llegar al extremo de la obesidad mórbida, o estado mórbido.
 
Los paralelos se notan hasta en los números: Tanto in IMC como un gasto publico en porcentaje comparado con el PBI de alrededor de 18-20 son saludables: Una persona no sufre ningún problema cardiaco y puede realizar casi cualquier actividad sin ningún problema y es necesaria cierta cantidad de grasa en el cuerpo , mientras que un país con ese nivel de gasto público y poca interferencia del Estado en la vida de la gente, como Singapur, Hong Kong, o USA hasta hace unos años, crece a un nivel saludable, hay poco desempleo y las empresas privadas brindan un buen servicio, y ciertas actividades del Estado son necesarias para el funcionamiento de un país. A medida que van aumentando el IMC y el gasto público, van empezando los problemas, que van en aumento al acercarse a un valor de 30-40: menor crecimiento económico, más desempleo, menor capacidad de reponerse de las crisis.
 
Al alcanzar un valor superior a 40 o 50 ya se habla de obesidad mórbida, con todos los problemas que trae: dificultad para moverse, riesgo cardiaco, menor capacidad de reaccionar ante una enfermedad, y los músculos tienen que usar la mayor parte de su esfuerzo en mover un cuerpo con tanta grasa y tan pesado. Análogamente también ya se podría hablar de un Estado Mórbido: con ese porcentaje de gasto publico los impuestos son tan altos que el musculo que es el sector privado usa la mayor parte de sus esfuerzos para mantener la grasa que sería el gigantesco sector público, en lugar de innovar y desarrollarse, resultando en tasas de crecimiento del 1% en los mejores casos, cuando no directamente en una recesión, además de sufrir muchísimo cualquier crisis económica y tener una baja capacidad de recuperación. Esto explica en gran parte los problemas que están teniendo los países de la Unión Europea. Otros problemas que aparecen son un alto nivel de desempleo, disminución en la calidad de los servicios públicos por falta de fondo debido a sus enormes tamaños, y reemplazo de la cultura del trabajo por la de vivir del Estado. Así como una persona con obesidad mórbida encuentra su movilidad, y en parte su vida, limitada por capas de grasa inútil, en un país que sufra de “Estado mórbido” cualquier persona que emprenda un proyecto se va a encontrar limitado por impuestos excesivos, una pesada carga de burocracia, necesidad de una maraña de licencias, autorizaciones y permisos para casi todo, resultando en casi una parálisis en lo personal ¿Cuántos emprendimientos se quedan solo en lo personal, o familiar, por no contratar más empleados con todas las complicaciones que trae, o por no crecer para no pagar más impuestos? Todo este exceso de estado termina generando una parálisis a nivel nacional, limitando muchísimo las posibilidades de un país y su gente.
 
Los números son claros: El gasto publico respecto del PBI es el IMC de la naciones: manteniéndose ambos cercanos al 20%, tanto persona como país viven saludablemente, aunque para esto haya que rechazar a las tan tentadoras comida y política chatarra si se quiere evitar sufrir de ”estado mórbido”, y consumir más liberalismo, mas capitalismo, tal vez sean “las verduritas”, “el zapallito hervido” en el mundo político-económico y que no parecen tener sabor a nada, nadie los muestra en un cartel gigante si quiere tener la atención de la gente, pero es lo único capaz de darnos un cuerpo y una sociedad funcionales.
 
 
 

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