Libertad, Competencia, Empresarialidad I
Ricardo Valenzuela


“Aquel que avanza confidentemente hacia la dirección de sus sueños y lucha por vivir la vida que solo ha imaginado, se encontrará con el éxito en las horas mas comunes.”
 
Henry David Thoreau
 
El jueves de la semana pasada ansiosamente arribaba al aeropuerto de la ciudad de Guatemala. Eran las 2 de la tarde cuando el lluvioso clima reportaba una temperatura de 68 grados y la terminal, abarrotada de viajeros de infinidad de países, exhibía cierta similitud con la locura de los pisos de intercambio en el Chicago Mercantile Exchange.
 
Minutos después montado en un taxi atravesaba la ciudad hacia las montañas que, cual celoso vigilante, rodean Guatemala presentando un hermoso panorama. Luego de cabalgar un buen rato, el chofer del auto me señala la panorámica del hotel Vista Real incrustado en las faldas de la serranía. Realmente un lugar muy especial para llevar a cabo el coloquio organizado por la Universidad Francisco Marroquin titulado: “Libertad, Competencia y Empresarialidad”.
 
A las 7 PM invadía el salón de recepciones del hotel para asistir al cóctel de bienvenida y conocer al resto de los participantes. Con especial gusto encontraba a Rolf Luders, uno de los activos participantes en las reuniones anuales de la Alianza Álamos, ex ministro de Hacienda y miembro del famoso grupo de Los Chicago Boys de Chile, responsables por el rescate de ese país de las garras del socialismo y proyectarlo como la economía mas prospera de América Latina. Los días siguientes serian para mí la gran oportunidad para absorber la sabiduría y experiencia de este hombre.
 
Me sorprendió agradablemente el darme cuenta de la participación de un grupo de mujeres muy espaciales: Florencia Roca, argentina, Doctora en Finanzas e importante ejecutiva de una empresa de servicios financieros. Sary Levi-Carciente, una agradable venezolana, Doctora en economía, profesora universitaria quien en estos momentos asiste a la Boston University apoyada por una beca Fullbright. Miguelina Castillo, una joven dominicana, oficial del Banco Central de ese país, Doctora en economía de las cosechas de Jesus Huerta de Soto, el prestigiado economista español.
 
No terminaba de saludar a los asistentes cuando escucho una potente voz entonando: “Voz de la guitarra mía, al despertar la mañana, quiere cantar su alegría, a mi tierra mexicana”. Dirijo la mirada hacia el cantante y me sorprende encontrar un hombre de más 80 años desfilando las notas del México Lindo, que hiciera famosas Jorge Negrete.
 
El afinado cantante me tiende la mano y es cuando lo reconozco. Se trataba del legendario Armando Ribas, un hombre lleno de historia, sabiduría, intelectualidad y gran amante de la libertad. Cubano de nacimiento abandonaba su país para correr tras del amor de su vida en la Argentina. Corría el año de 1959 y Fidel Castro arropaba la isla con el manto mortal del socialismo para destruirla. En Argentina nacía el abogado, economista, filósofo y gran escritor que es Armando, para de esa forma convertirse en importante influencia de muchas generaciones de liberales.
 
El resto de los participantes por igual portaban credenciales impresionantes en áreas de economía, derecho, filosofía y llegaban de todos los rincones de América Latina. Nos recibía Lucy Martinez-Mont, la elegante anfitriona de siempre, mostrando su exquisita personalidad forjada, entre otras cosas, en el mundo de la diplomacia que la llevara a representar a Guatemala en los foros internacionales más importantes del planeta.
 
Al día siguiente, Fritz Thomas, dean de la escuela de economía de la Universidad, un hombre interesante mezcla de empresario y académico, abre la primera sesión titulada: “Teoría del proceso de mercado y la economía de libre mercado.” Basados en las ideas del James Buchanan, premio Nobel de economía, irrumpíamos en una interesante discusión que nos llevara a definir la teoría económica como la teoría de la Acción Humana, para llevarnos a la predecible ciencia del comportamiento económico. Ello sentaba las bases para el plato principal del evento:
 
“El entrepreneur (emprendedor) como el impulso principal para el progreso”. Ahora el timón de las discusiones apuntaba hacia las ideas de otro gran economista y filósofo: Israel Kirzner, profesor de la Universidad de Nueva York y líder de la nueva generación de economistas austriacos.
 
Producto de nuestras discusiones emergía la definición de ese hombre tan admirado por Ayn Rand. El emprendedor, ese intrépido héroe batiéndose en los mercados contra los dragones del estatismo, las burocracias, el estatismo empresarial. Un hombre portando un arma desconocida para muchos; un nivel de conciencia y una alerta especial para extraer oportunidades cuando los demás participantes permanecen ciegos ante ellas. Un hombre quien, solamente al añadir su ingrediente al potaje de la economía, empresarialidad, provoca le emergencia de un proceso de mercado en la libertad y produce el verdadero desarrollo de las economías.
 
Es ese concepto de empresarialidad que solo aporta el emprendedor, el responsable para entender la acción humana como activa, creativa y humana, no solamente pasiva, automática y mecánica. Ese concepto que muestra una clara diferencia entre “rentas y ganancias”. Para Mises, el concepto de empresarialidad es acción humana frente a la incertidumbre que acompaña a eso; nuestras acciones. El mercado, afirmaba Mises, tiende a eliminar a todos, excepto a quienes tienen la habilidad para anticiparse a las demandas futuras de los consumidores y toman acciones audaces.
 
Durante el transcurso de nuestra discusión, enriquecida por economistas, filósofos, abogados, se dibujaba en mi mente con nítida claridad el gran problema; La triste ausencia de este elemento en nuestras economías latino americanas. Universidades formando empleados, no líderes, formando resentidos, no exploradores con visión para identificar las oportunidades y, con la sonrisa de un conquistador, ir a su encuentro. Empresarios en busca del manual de instrucciones para participar en ese gran juego de complicidades que conforma nuestras economías.
 
Sociedades que odian la competencia, alérgicas a la incertidumbre, sociedades desinformadas, o, peor, mal informadas. Sociedades dóciles ante la rienda del amo (el gobierno). Por otra parte me impresionaba la actitud de mi compañero de mesa, Andrés Wyld, un joven Guatemalteco enfundado en la casaca de la libertad, y listo para batirse en el campo de batalla de los mercados buscando esas oportunidades. Me parecía tan distinto a multitud de jóvenes mexicanos buscando su futuro en “la política”, en el mundo de las antesalas. Luego me preguntaba ¿Por qué la diferencia? Me respondía yo mismo pensando, tal vez porque Andrés se formó en la Universidad Francisco Marroquín.
 
Se terminaba el primer día de actividades y nos retirábamos.
 

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