Los partidos no se miran ni se tocan, como la realidad
Carlos Mira
Periodista. Abogado. Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


La presidente confesó que no vio los partidos del Mundial. Que no vio ninguno. Ni siquiera la final. Sin embargo, ayer, en la recepción al seleccionado, hablaba como si hubiera estado en frente de la televisión en cada uno de los encuentros, comiéndose las uñas de los nervios.
En esa escenografía dejó varias definiciones en su esfuerzo por tirar un puente entre el fútbol y la política; entre el fútbol y la realidad.
Por empezar destacó el "trabajo en equipo", afirmando cómo el seleccionado había dejado de lado las individualidades y las decisiones unipersonales para dar paso al peso del conjunto.
Se trató de una definición sorprendente. Muy sorprendente, viniendo de alguien que ha eliminado toda discusión de ideas y de puntos de vista dentro de su gobierno. Su esposo, ya desde 2003, había suprimido las reuniones de gabinete bajo el argumento de que no servían para nada. Esa costumbre, naturalmente, fue continuada por su esposa.
Los gabinetes son "el equipo" de los presidentes. Se trata del conjunto de ministros que -supuestamente- atienden las diferentes áreas del gobierno. Se supone que son entendidos de las materias que componen la administración. Se supone, también, que tienen sus ideas respecto de qué es lo mejor para el país en cada una de las áreas que manejan.
Pero todos esos aportes fueron suprimidos por los Kirchner en la Argentina porque siempre termina haciéndose lo que ellos dicen, es decir, el extremo opuesto al "trabajo en equipo". Quizás la supresión de esas reuniones (que supuestamente debían ser el seno del intercambio de ideas y del aporte de la diversidad hacia el consenso) haya sido un acto supremo de franqueza: ¿para qué elaborar esos encuentros de cartón si finalmente será mi única voluntad la que prevalezca?
Quizás también haya sido una confesión tácita sobre la mentira que implica decir que los ministros "entienden" de la materia que deben ocuparse, cuando en realidad, en la mayoría de los casos, son nominaciones políticas para posicionar a alguien en un lugar sobre cuyas particularidades no tiene la menor idea.
Ni qué hablar del "trabajo en equipo" cuando en el "equipo" debería haber alguien con una camiseta de distinto color. Así ocurrió -y en gran medida sigue ocurriendo- entre la Nación y la Ciudad de Buenos Aires en la que se tardaron 6 años para que la presidente accediera a destrabar 1.5 km en litigio para que pudiera terminarse una autopista.
La misma extrañeza de este halago vacío a un "trabajo en equipo" que la presidente es la primera en desdeñar, provocó la afirmación de que el seleccionado le "había tapado la boca" a quienes lo defenestraron antes de salir de la Argentina rumbo a Belo Horizonte. ¿Quién le contó semejante fábula a la presidente? La selección se fue rumbo al Mundial rodeada de afecto. Tuvo dos partidos de despedida, uno en Buenos Aires y otro en La Plata, en donde la gente le prodigó su apoyo y le deseó la mejor de las suertes.
En el periodismo especializado pudo haber -como siempre hay en el fútbol- discusiones técnicas sobre el armado del equipo, sobre su equilibrio táctico, o sobre algún  puesto específico, pero jamás, desde ningún lugar, se dejó ver una palabra altisonante, una grosería o un descreimiento generalizado sobre la eventual performance del seleccionado, prueba de lo cual es la cantidad sin precedentes de argentinos que viajaron a Brasil para ver al equipo -y no precisamente cuando ya estaba encaminado hacia las instancias finales- sino desde el primer día en el estadio Maracaná, frente a Bosnia.
Por eso uno se pregunta ¿de dónde sale esa necesidad permanente de la presidente de esperar a "taparle la boca" a alguien; de donde surge ese sentimiento vengativo, de espera metódica, agazapada, para luego salir y "taparle la boca" a quien ella juzga se había equivocado? ¿de dónde viene ese  secreto goce por la revancha; esas ganas incontenibles de gritar "tomá, es para vos..."? ¡Qué tan fuerte será que existe aun cuando no hay un "vos" del otro lado; aun cuando nadie abrió la boca para que ella venga a tapársela!
Tampoco se entienden esas indirectas cuando por otro lado declara hablar en nombre de los 40 millones de argentinos: ¿en qué quedamos estábamos todos con la selección o había "enemigos" a los que ahora se les "tapó la boca"?
Pero la gran conclusión que todas estas afirmaciones dejan ver tienen la forma de un interrogante. Está claro que los conocimientos de la presidente sobre este deporte son dramáticamente limitados. Más allá de su esfuerzo antinatural de hablar ayer como si estuviera en una "popular", está claro que no entiende demasiado sobre los palotes del fútbol.
Pero eso no sería una novedad: en todos estos años la Sra. de Kirchner se ha manejado del mismo modo prácticamente respecto de todas las ramas del saber humano. Lo que realmente sería interesante conocer -ya que ella misma ha confesado que no vio ningún partido- es por boca de quien habla. ¿Quién le dijo lo del "trabajo en equipo", lo de la "defensa de los colores", lo de "Masche", lo de Chiquito Romero (ella le dijo "flaquito")? Y si alguien se lo dijo, ¿cómo hace la presidente para poner enjundia en algo de lo que no tuvo una vivencia propia, una experiencia suya, un conocimiento de primera mano?
¿Aplicará los mismos principios cuando se dirige al país hablando de temas un poco más serios que el fútbol?, ¿Discurseará en público sobre las cuestiones trascendentes del país con el fervor que lo hace también sin "ver los partidos"?, ¿se formará una imagen de la realidad a partir de lo que le cuentan y luego sale  con los tapones de punta dando por cierto lo que le dijeron pero sin preocuparse por vivir lo que el país vive?
En fin, a veces, las cuestiones laterales como el fútbol (el tema, como alguien lo definió, más importante de todo lo que no tiene importancia) sirven para entrever el tramado de la mente presidencial... De una forma de entender la vida que consiste en opinar y decidir sobre ella, sin verla.
 

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