Argentina debe asomar la cabeza
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
El año
electoral, con malos presagios, preocupa a muchos argentinos. La sola
posibilidad de que la ex presidente Cristina Kirchner compita en las elecciones
presidenciales hace que la frente de quienes sufrieron el autoritarismo
kirchnerista se arrugue.
Tampoco
ayuda pensar en una oposición que en general comparte vetustas ideas
intervencionistas y dirigistas orientadas hacia el control de vastos sectores
de la actividad económica que debilitan la acción creadora y vivificante de la
actividad privada. El resultado siempre es el mismo: una inflación que lleva al escepticismo e incluso a la desaparición
de sectores que creen en el esfuerzo
propio para desarrollar riqueza donde no la hay.
El Gobierno del presidente Macri, malversó el crédito de confianza que la
mayoría le otorgó al comienzo de su mandato, no se animó a encarar las
soluciones adecuadas, cuando pudo hacer
las reformas estructurales necesarias para detener el mal peor, la inflación,
que durante décadas mostró que sus efectos sumergieron a nuestro país en crisis
de las cuales es muy difícil salir si no
hay una estructuración sólida entre el poder político y la conducción económica.
Lo que hoy parece va a intentar Brasil, dando bases sólidas a un auténtico
desarrollo mediante la liberación creciente de su economía y estabilización
monetaria cosa que demanda decisión y coraje para enfrentar descontento popular
y desavenencias con sectores empresarios.
Hoy
como antaño, los argentinos deben hacer serios sacrificios; el Fondo Monetario
Internacional está brindando una ayuda con la cual no podremos contar
indefinidamente y se está reduciendo el déficit fiscal apurados por dicho
organismo, pero sin un verdadero plan de estabilización que cuente con apoyo de
la gente, no va a ser fácil la salida que se agrava ya que oposición al
gobierno, acató y alentó, desde el Congreso, políticas inflacionarias aunque
ante las elecciones intente deslindar responsabilidades.
Esperemos
que el fracaso del presidente Macri en lo económico no salga muy caro como para
que vuelvan gobernantes autoritarios que desean cambiar las instituciones
liberales. Sería “ a lo llovido mojado”, al fracaso económico, se sumaría el
desprestigio de la democracia como régimen de convivencia pacífica, y se le daría un gran empujón a la decadencia
de la República.
Se
preguntan muchos argentinos desilusionados ¿qué soluciones a los graves
problemas que dejaron los gobiernos kirchneristas brindó el Gobierno actual? Y, lo que es peor,
¿qué partido de los que se presentarán en las próximas elecciones las tiene,
más allá, de declaraciones demagógicas?
Es cierto que hubo en el área económica
inacción del Gobierno y que dejará una deuda que deberemos pagar con sudor y
lágrimas, pero ello no debe agrandar a los líderes opositores que siguen
aferrados a políticas aún más equivocadas
y que terminan afectando la libertad de los ciudadanos.
Los
que defendemos la democracia creemos que no todo está perdido si el actual Gobierno,
llega a las elecciones con la fortaleza suficiente
como para poder, otra vez, alcanzar el poder, e imponer, luego, un cambio drástico por lo menos en las áreas
más importantes, donde obtuviese apoyo público. Si es que ha aprendido de sus
errores, en su último período, debiera decidirse por cambios fundamentales en
la política socio-económica. Solo se los puede aportar políticas liberales,
donde la planificación de la economía por burócratas, deje lugar a un mercado
libre, donde cada individuo, protegido por leyes iguales para todos, pueda competir
libremente.
El sector privado debe saber hacia dónde
orientar su acción para que no sigan demorando actividades productivas. Y eso
se logra sin la planificación estatal, con políticas económicas que apoyen la
iniciativa individual. Si el Gobierno reduce lo más posible el déficit fiscal,
eleva las reservas monetarias, ayuda a las empresas privadas a recuperar su
libertad de acción a través de una seria política impositiva y aduanera, y se
esfuerza por estabilizar la moneda, podría tener otra oportunidad.
Las
empresas del Estado debieran privatizarse para que vuelvan a estar al servicio
de los argentinos, ya que son ellos los que proveen del capital para su
existencia y desarrollo. La desconsideración hacia los usuarios y el déficit muestra la necesidad del cambio.
En los 90 vimos los beneficios que trajo pasar a la actividad privada empresas
estatales. Convendría al Gobierno, intentar convencer al sector empresarial,
para avanzar, concertadamente, hacia un camino de libertad y competencia a un no lejano plazo.
No hay
salida si no se restablece la confianza, para lograr estabilidad monetaria, regrese el ahorro y la
inversión nacional y extranjera, se
consiga una financiación para actividades sanas, y sobre todo, no se de respiro
a la inflación.
No
alcanza, solamente, con medidas antiinflacionarias. Sin inversiones no hay
desarrollo ni riqueza Necesitamos del ahorro de otros países que vengan a
participar en la economía argentina
corriendo los mismos riesgos que el capital nacional, imprescindibles para
generar producción y riqueza donde no la hay. Seguirán aumentando los
precios de los artículos de consumo, las
tarifas de luz, gas, los transportes y los servicios a cargo del Estado,
también los impuestos, se cerrarán negocios y fábricas como lo estamos
percibiendo, porque se necesita de inversiones para que no haya disminución de
la actividad comercial e industrial, descenso de los salarios, del empleo,
entre otros males que trae la recesión.
El alivio proporcionado por una buena cosecha
y la ayuda del Fondo no bastarán para asomar la cabeza. Además la gente no
aceptará hacer esfuerzos y sacrificios si no rectifica en serio la política
antiinflacionaria haciendo un importante ajuste en el gasto público. Se logra
con la reforma del estado. Los deberes deben comenzar por casa. Nadie quiere
hacer sacrificios por una crisis mantenida o generada desde el Gobierno.
Por
último sin convicción y coraje político no hay solución posible. El presidente
ha dicho en varias oportunidades lo que en realidad se debiera hacer. No
generar inflación ni impuestos distorsivos, bajar el gasto y otras cosas que
van en el buen camino. Pero, parece que del
dicho al hecho hubo un gran trecho.
En resumen, la salida es dejar de lado para
siempre la planificación expansionista e
inflacionista de la economía a la que
adhieren la mayoría de los políticos, sectores y dirigentes empresarios y
sindicales. De esta manera ya tenemos demasiadas pruebas de que se pierden
reservas, se endeuda al país, se aumenta la inflación por el constante aumento
de salarios, expansión del crédito para impulsar proyectos faraónicos , déficit presupuestario, y emisión de moneda, para cubrirlo.
Hay mucho para mejorar y hacer, entre otras
cosas debe seguir el Gobierno con lo que hizo bien, mostrando apoyo a la Justicia, exigiendo se realice una
investigación de la actuación particular de todos y cada uno de los
funcionarios que de una u otra forma intervinieron o intervienen en hechos de
corrupción denunciando y combatiendo la inacción de miembros y organismos de la
Justicia.
Es hora de mostrar con
lujo de detalles, qué puede ofrecer en un futuro gobierno y reforzar lo que
hizo bien en éste tratando de llevar algo de alivio a la situación económica de
la gente antes de las elecciones. Tal vez y solo tal vez, así, logre convencer
a quienes no quieren que vuelva ni Cristina Kirchner ni el peronismo al poder.
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