La escuela que saltó la brecha de calidad
Edgardo Zablotsky
Ph.D. en Economía en la
Universidad de Chicago, 1992. Rector de UCEMA. En Noviembre 2015 fue electo Miembro de la Academia
Nacional de Educación. Miembro del Consejo Académico de la
Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Consultor y conferencista en políticas públicas en el
área educativa, centra su interés en dos campos de research: filantropía no
asistencialista y los problemas asociados a la educación en nuestro país.
Un nuevo paro docente en la Provincia de Buenos Aires
pocos días antes de las vacaciones de invierno resalta una vez más la inequidad
educativa entre quienes pueden acceder a una escuela privada y quienes no.
¿O alguien puede creer que toda familia que envía sus
hijos a una escuela pública lo hace porque lo desea y no por restricciones
económicas?
Reflexionemos sobre el tema a partir de una evidencia
provista por el Uruguay.
La Fundación Impulso nace en Montevideo en 2011 con el
fin de crear una escuela secundaria laica, gratuita y de gestión privada, en un
barrio extremadamente pobre, con la convicción de que es posible eliminar la
brecha de aprendizaje entre sus alumnos y los de las mejores escuelas públicas
y privadas del país.
La escuela comenzó a funcionar en 2013 con el apoyo de
empresas privadas.
Los 100 alumnos fueron elegidos por sorteo entre 377
preinscriptos.
La mayoría tenía problemas en lectura y escritura, y
desconocían muchas operaciones matemáticas. El 85% de los ingresantes era
incapaz de aplicar las tablas.
Al término del primer semestre, 92 niños aprobaron la
evaluación de inglés, a pesar que a principios de año sólo 9 tenían algún
conocimiento del idioma y tan sólo 3 reprobaron la prueba de cálculo, cuando a
principios de año 38 habían fracasado.
Para fin de año la deserción había sido nula, al igual
que la repetición; 25 alumnos rindieron exámenes internacionales de inglés y 4
grupos de estudiantes obtuvieron los puestos 5, 6, 7 y 8 entre las 350 escuelas
que participaron en el mes de las matemáticas.
El horario de clase es extenso: lunes a viernes de 8.00 a
18.00 y los sábados de 9.00 a 13.00.
En octubre, el director Fabrizio Patritti anunció que se
dictarían clases durante parte del verano: “Los chicos van a tener casi un mes
y medio de vacaciones que entendemos es lo adecuado” y agregó “sabemos que hay
una situación de mucha calle y que hay un liceo abierto para poder trabajar las
problemáticas”.
Es claro que las exigencias son altas: en el Liceo
Impulso no existen excusas para no aprender. Sin embargo, 530 niños, sobre una
población potencial de 1.215, se postularon para integrar la segunda promoción
que dio comienzo este año. En palabras de autoridades del Liceo: “530 chicos
que quieren estudiar 10 horas de lunes a viernes y 6 horas los sábados; 530
chicos que saben que no pueden faltar (salvo enfermedad); 530 chicos que
quieren salir de la calle”.
¿Por qué no instrumentar en la Argentina incentivos
fiscales similares a los que permiten el financiamiento del Liceo?
Su página web los ilustra: “las empresas donan 100 pesos
y el costo real para ellas es de 18,75, porque el 75% de lo que donan lo pueden
aplicar directamente a impuestos y el otro 25% es un gasto deducible de la
renta.” Una iniciativa de este tipo incrementaría las oportunidades de aquellos
niños más desfavorecidos, al permitirles a sus familias elegir el tipo de
escolaridad que desean para sus hijos. La evidencia del Uruguay es contundente.
Si la equidad educativa es lo que se busca, ¿por qué no
considerarlo?
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