¿El Mercosur en una encrucijada?
Félix Peña
Director del Instituto de Comercio Internacional de la
Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales
Internacionales - Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del
Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales
(CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group.
Más de treinta años después de iniciado el recorrido de
un camino, todo indica hoy que su principal expresión institucional actual está
siendo objeto de fuertes críticas y controversias, dentro de algunos de los
países socios. El Mercosur se encuentra en una encrucijada que requiere ser
debatida con la participación de todos los sectores sociales, incluyendo los
empresarios. Un debate sobre las acciones hacia el futuro y los costos de
desandar el camino recorrido.
En octubre de 1979, la Argentina, el Brasil y el
Paraguay, concluyeron un acuerdo tripartito sobre la compatibilización de
emprendimientos hidroeléctricos en ríos compartidos. Este acuerdo tripartito
implicó un profundo cambio en la forma en que la Argentina y el Brasil
encaraban su relación recíproca y en la forma en que ésta era percibida en sus
respectivas opiniones públicas. Como señalara poco después Oscar Camilión
-entonces embajador argentino en Brasilia y un gran impulsor, desde la época de
su colaboración con Arturo Frondizi, de una relación estratégica estrecha entre
la Argentina y el Brasil, idea que compartía, entre otros, con el Embajador
Carlos Manuel Muñiz-, el acuerdo tripartito significó la superación de la
hipótesis del conflicto permanente como punto de partida de todo razonamiento
sobre las relaciones recíprocas y su reemplazo por la lógica de la cooperación
para el bien común, no sólo bilateral sino regional (sobre el momento de
superación de la hipótesis de conflicto entre la Argentina y el Brasil, ver
Revista Brasileira de Política Internacional – Brasil-Argentina, Ano XXIV,
93-96, 1981 sobre “O Encontro de Buenos Aires: Um fato político de conteúdo
académico”, con contribuciones referidas a la reunión organizada por el CARI y
la FGV en Buenos Aires, los días 27, 28 y 29 de noviembre 1981 y, en especial
nuestro artículo sobre el futuro de las relaciones Argentina-Brasil,en las
ps.144 y ss).
En efecto, a partir de la superación de la hipótesis del
conflicto permanente, los dos países comenzaron a recorrer una fase positiva en
su relación, que más allá de altibajos e incluso malos humores recíprocos, se
ha manifestado en hechos concretos en el plano económico y político bilateral,
pero también en el de la consulta y concertación en la relaciones con la región
y en el tratamiento de alguno de los principales problemas que ambos países han
encarado en sus relaciones internacionales globales.
Se tradujo ello en lo que puede considerarse el aporte
más fundamental de los dos países a la construcción de una región signada por
la paz y la estabilidad política, que ha sido el desmantelamiento, a través de
acuerdos concretos, del curso de colisión que se había estado desarrollando en
el campo nuclear. Es éste uno de los principales bienes públicos que resultaron
del abandono de la hipótesis del conflicto permanente. Preservarlo es hoy una
de las principales prioridades que nadie estaría aparentemente poniendo en
duda.
Tal fase positiva dio lugar en 1986 al lanzamiento del
Programa de integración y cooperación entre la Argentina y el Brasil (PICE),
luego al Tratado de integración económica bilateral firmado en 1988 y en 1990
al ACE 14 en el ámbito de la ALADI (ambos aún vigentes) y, finalmente a la
creación en 1991 del Mercosur con la incorporación primero de Paraguay y del
Uruguay en el momento fundacional, y posteriormente de Venezuela y de Bolivia,
estos últimos en procesos de adhesión aún no plenamente concluidos. Sumados,
todos esos compromisos constituyen el núcleo duro de una red de instituciones y
reglas de juego que sustentan una relación estratégica de clara proyección
sudamericana. En cualquier enfoque que trascienda el plano exclusivamente
comercial se los puede reconocer como un aporte valioso a la gobernanza
regional.
Más de treinta años después de iniciado el recorrido de un
camino que sería difícil de imaginar cómo lineal y carente de incertidumbres y
de tentaciones, todo indica hoy que el Mercosur, concebido como su principal
expresión institucional actual –e incluso su símbolo antes las respectivas
ciudadanías y el resto del mundo- está siendo objeto de fuertes críticas no
siempre suficientemente fundadas, incluso si se considerara sólo su impacto
efectivo en el comercio recíproco.
En tal sentido cabe reconocer que, en la perspectiva de
muchos analistas y protagonistas relevantes, el Mercosur se encontraría en una
encrucijada (en el sentido de confrontar un “panorama de varias opciones donde
no se sabe cuál elegir”, ver al respecto:
http://www.wordreference.com/definicion/encrucijada) que, por momentos,
parecería incluso tener una dimensión existencial (¿porqué trabajar juntos?) y
no sólo metodológica (¿cómo trabajar juntos?).
Sería una encrucijada que requeriría ser abordada a
través de un debate franco y abierto sobre las opciones hacia el futuro pero
también sobre los costos de eventualmente desandar el camino recorrido. Y es un
debate que no podría quedar limitado sólo al plano gubernamental. Requeriría,
por el contrario, de una participación activa de todos los sectores sociales
–incluyendo por cierto al empresariado- y de enfoques multidimensionales y
transdisciplinarios. No podría ser abordado con éxito si se limitara, por
ejemplo, al plano de lo económico y del comercio internacional, como por
momentos parecería ser una tendencia observable en diversos enfoques.
Es un debate que tiene un telón de fondo que no puede
desconocerse. Es el de lo que muchos analistas han planteado en los últimos
tiempos sobre las tendencias a un desorden mundial que encuentra múltiples y
complejas expresiones, tales como las que se manifiestan en la actualidad en
los enfrentamientos que se observan en el Oriente Próximo y en el espacio
euro-asiático, con un epicentro este último en la crisis que se originara en
Crimea y que abarca a Ucrania (ver al respecto el último libro de Henry Kissinger
y los artículos recientes de Ian Bremmer y de Javier Solanas, incluidos en la
Sección Lecturas Recomendadas de este Newsletter). Se trata de procesos en
plena evolución y con proyecciones futuras inciertas, que le están otorgando
una fuerte actualidad a lo que plantearan, entre otros, Dominique Mosi en su
libro “La Geopolítica de las Emociones. Cómo las culturas del miedo la
humillación y la esperanza están reconfigurando el mundo” (Grupo Editorial
Norma, Bogotá 2009) y Bertrand Badie en su más reciente libro “Le Temp des
Humiliés. Pathotologie des Relations Internationales” (Odile Jacob, Paris
2014).
Sin perjuicio de otras que pueden considerarse como
relevantes, las siguientes son algunas de las sugerencias de preguntas para
incluir en el necesario debate y cuyas respuestas, eventualmente deberían
permitir nutrir una agenda sobre el futuro de las relaciones entre la Argentina
y el Brasil y, en tal marco bilateral, sobre el Mercosur, que signifique seguir
capitalizando lo mucho adquirido en más de treinta años de trabajo conjunto:
· ¿Cómo
preservar la efectividad y eficacia de un espacio de preferencias económicas y
comerciales, que signifique un incentivo para el desarrollo productivo
compartido, al menos en los sectores que se privilegien, como así también a la
inserción competitiva de las empresas tanto en el plano regional como en el
global?
· ¿Cómo
estimular el desarrollo de encadenamientos productivos que sean sustentables,
como así también de otras modalidades de cooperación, especialmente en el campo
científico y en el de la innovación tecnológica?
· ¿Cómo
abrir nuevos campos de acción conjunta, por ejemplo en materia de fuentes de
energía e hidrocarburos, de producción y comercialización de alimentos, y de
aprovechamiento de los abundantes recursos naturales?
· ¿Cómo
generar condiciones que incentiven la conectividad entre los distintos espacios
económicos nacionales, especialmente a través del desarrollo de la
infraestructura física y de las agendas de facilitación de comercio?
· ¿Cómo
facilitar una efectiva participación de la sociedad civil y en particular de la
juventud, en la construcción de un espacio regional que tenga identidad y que
brinde horizontes de futuro a las respectivas ciudadanías?
· ¿Cómo
conciliar un espacio preferencial comercial conjunto con los requerimientos de
la agenda potencial de negociaciones comerciales que puedan eventualmente
encarar cada uno de los dos países y sus socios, con otros países y regiones?
· ¿Cómo
articular la construcción de un espacio económico preferencial entre los socios
y de una relación estratégica que perdure en el tiempo, con las acciones que se
están desarrollando o intentando desarrollar entre otros países de la región,
tal como son los de la Alianza del Pacífico y los del ALBA?
En tal marco algunas de las siguientes cuestiones
merecerían especial atención. Ellas son:
· Los
efectos de erosión de las preferencias económicas pactadas a partir del Tratado
de Asunción de 1991, que pudieran resultar de las propuestas que se están
formulando con el objetivo de permitir que los países del Mercosur, que así lo
desearan en función de sus respectivos intereses nacionales, pudieran celebrar
acuerdos comerciales también preferenciales con terceros países o regiones.
· Los
requerimientos de modificaciones de instrumentos jurídicos vigentes en el
ámbito del Mercosur, en el eventual caso que uno o varios países miembros
quisieran concretar negociaciones bilaterales con otros países o regiones. En
tal caso ¿sería suficiente con modificar la Decisión 32/00, como se ha
sostenido?, ¿o sería necesario renegociar el propio Tratado de Asunción, dado
que las preferencias allí pactadas suponían la adopción y aplicación de un
arancel externo común y, por ende, el negociar como grupo con otros países o
regiones, tal como se ha intentando hacer con la Unión Europea, sin mucho éxito
hasta el presente, y no sólo por razones atribuibles al Mercosur o a alguno de
sus países miembros?
· Las
modalidades prácticas que permitirían enhebrar una estrategia de “convergencia
en la diversidad”, planteada recientemente por el gobierno de Chile, como forma
de superar tendencias a enfoques divergentes entre los espacios de integración
plasmados en el Mercosur y en la Alianza del Pacífico.
· La participación de los países del
Mercosur y de la región, en la formulación de los planteamientos que algunos de
los países socios puedan efectuar en foros globales en los que participan, tal
el caso de la Argentina, Brasil y México en el ámbito del G20.
· La
posibilidad de encarar programas conjuntos de alcance regional que faciliten el
desarrollo de una identidad común y del más amplio conocimiento recíproco, tal
como podría ser una eventual variante estrictamente regional del programa Erasmus
desarrollado con éxito en el ámbito de la UE.
Newsletter mensual de Félix Peña de setiembre 2014.
Texto completo en: www.felixpena.com.ar
Últimos 5 Artículos del Autor
16/05 |
Reason Weekend 2024
10/07 |
Freedom Fest - Las Vegas
.: AtlasTV
.: Suscribite!
Dejanos tu email y recibí novedades y todo lo que te podemos ofrecer!