Aproximación a una muerte inquietante
Enrique G. Avogadro
Abogado.
"Si el kirchnerismo actuó con brutalidad, la
oposición pecó de somnolencia. Su interminable modorra no es culpa K. ¿Por qué
toleró tanta demasía?"
Oscar Muiño
Amanecí, como
todos, con la terrible noticia de la muerte de Alberto Nisman, el Fiscal a
cargo de la investigación del atentado -veinte años atrás- contra la AMIA y
que, casualmente, había denunciado a Cristina Kirchner, Héctor Timerman, Luis
D'Elía, Fernando Esteche y algunos agentes de inteligencia por complotar para
entregar atada de pies y manos a la Justicia argentina a Irán, país acusado de
la autoría.
Que esa muerte se haya producido a los cuatro días de
haber formulado la imputación más grave de la vida institucional de la
Argentina, ya que involucra a la Presidente en ejercicio y a su Canciller, la
transforma en un magnicidio.
Los miembros de este siniestro gobierno que hemos sabido
conseguir son torpes, de una torpeza que raya en la imbecilidad, y durante
muchos años se ha especializado en pegarse tiros en el pie. Hoy, esto se ha
comprobado y la calle, la sociedad entera, lo ha entendido. A horas del
descubrimiento del cadáver, sólo puedo afirmar dos extremos: el Gobierno es
asesino (si fue algún esbirro el autor) o no supo cuidar al Fiscal más
amenazado de la historia.
Porque todas las dudas, obviamente, caben. Los
funcionarios del primer escalón del Estado, y los cretinos -tipo Víctor Hugo
Morales- que propalan la palabra oficial, pretenden cerrar rápidamente la
cuestión asegurando que se trató de un suicidio, cometido ante la inminencia de
un enorme papelón en la Cámara de Diputados; sin embargo, nadie lo cree y,
cualquiera fuera la causa verdadera de la muerte, incluido el suicidio
"inducido", será la actual ocupante de la Casa Rosada -que, mientras
el escándalo crece, sigue manteniendo un estruendoso silencio- la encargada de
pagar esta enorme cuenta.
En una Argentina que ha sido incapaz de descubrir en
tantos años a los autores verdaderos de los criminales atentados de la Embajada
de Israel y de la AMIA, y de todas las muertes sospechosas durante la
presidencia de Menem, la sociedad no confía en la Justicia, en especial después
del intento de "democratizarla", de las maniobras de Gils Carbó para
coparla y la obvia comparación con Francia, que pudo identificar y abatir a los
responsables de los asesinatos en Charlie Hebdo en menos de 48 horas. Menos aún
cree en la honestidad y profesionalismo de los organismos encargados de
investigar, se llamen SI, SIE, Gendarmería o policías varias; baste con
recordar que de una base militar desapareció ahora un misil, capaz de perforar
cualquier blindaje.
Desde mi punto de vista, cualquiera sea el resultado de
la autopsia que se está realizando en este mismo momento, la muerte de Nisman
no hace más que confirmar mis peores pronósticos, porque ya no bastará con
comprar cascos sino que ahora, como se ve, también deberemos adquirir chalecos
antibalas.
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