La violencia, arriba, la engendra abajo
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Que la violencia no puede solucionarse con
violencia es de sentido común, pura lógica, y la ciencia lo corrobora.Ya
Aristóteles sabía que lo violento es contrario a la naturaleza, al cosmos y,
por tanto, siempre destructiva, y los datos empíricos corroboran fuertemente las
hipótesis científicas. Aun así, con toda esta evidencia abrumadora, hay quienes
no pueden controlar el instinto primitivo del hombre -en tanto animal- y creen
que, por ejemplo, encarcelando a los asesinos se termina el homicidio.
Pues no. Por caso, si encarceláramos a todos
los sicarios de un cartel de drogas ocurrirá que serán reemplazados por otros
del mismo u otro cartel, sencillamente porque ser sicario es muy rentable sobre
todo en zonas donde la miseria y desocupación no dejan alternativas. Así de
simple, así de real. De modo que hay que buscar una solución de fondo porque,
crease o no, es muy real y posible la existencia de sociedades en donde el
delito es prácticamente inexistente, como Islandia que tiene un homicidio anual
con una población de 332.000 habitantes, es decir, 0.3 homicidios anuales por
cada 100.000 habitantes y puede mejorarse mucho.
Para solucionar el delito hay que comenzar
aceptando que la violencia solo trae más violencia y terminar con el moderno
paradigma de autoridad según el cual un gobierno necesita de su monopolio para
poder gobernar. Este monopolio de la violencia –además de que conlleva
intrínsecamente corrupción porque el burócrata que decide su ejecución es
susceptible de ser sobornado- es precisamente el que crea el delito.
Lo crea directamente como cuando decide la
prohibición de las drogas -que son extremadamente dañinas, sin dudas- dando
lugar al narcotráfico madre de todos los delitos modernos. Luego, al cobrar
impuestos coactivos -que los empresarios derivan hacia abajo vía aumento de
precios- empobrecen a los pobres y, con la imposición coactiva de leyes
laborales como el salario mínimo que impide que trabajen los que ganarían
menos, crea desocupación. Así, el delito está servido.
Pues en América Latina y el Caribe el
estatismo rampante –la imposición del monopolio de la violencia sobre la
sociedad, empezando por la “guerra contra las drogas”- ha conseguido elevar la
corrupción y el delito a niveles alarmantes. Con sólo el 8 % de la población
mundial, la región concentra el 33 % de los 450.000 homicidios anuales en los
219 países analizados por la ONG brasileña Instituto Igarapé en el llamado
“Homicide Monitor” (Observatorio de Homicidios) con información de los años
2000 a 2012.
Mientras que el índice mundial de homicidios
al año es de 6.2 por cada 100.000 habitantes, Honduras tiene 85.52 homicidios
por cada 100.00 habitantes, Venezuela 53.7, Islas Vírgenes 52.60, Belice 44.74
y Jamaica 40.59.El Salvador ocupa el séptimo lugar con 35.71 homicidios por
100.000 habitantes, Guatemala está en noveno con 34.74, Colombia undécimo con 33.76,
Brasil décimo quinto con 29, Puerto Rico décimo octavo con 27.67 y República
Dominicana vigésima con 34.42.
Por cierto, la “tolerancia cero” nunca fue
eficaz a la hora de controlar el delito, es solo demagogia que, según Wikipedia,
viene del griego (δῆμος -dēmos-, pueblo y ἄγειν -agein-, dirigir) y es una
estrategia para conseguir el poder político apelando a prejuicios, emociones,
miedos y esperanzas del público mediante el uso de la retórica y la propaganda.
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