Venezuela, ¿golpe poselectoral?
Andrés Oppenheimer
Columnista del Miami Herald/el Nuevo Herald. Fue miembro del equipo ganador del Premio Pulitzer, y ha recibido el Premio Ortega y Gasset, Premio Rey de España y el Emmy.
A juzgar por el comportamiento previo del régimen de Venezuela, su reacción ante una probable derrota en las elecciones legislativas del 6 de diciembre podría ser la de realizar un golpe de estado poselectoral dentro de algunas semanas, una vez que la atención internacional se haya desplazado hacia otro lado.
Pero esta vez, a diferencia del pasado, le será más difícil al presidente Nicolás Maduro burlarse de las reglas democráticas. Con la economía colapsada, la tasa de inflación más alta del planeta, los estantes de los supermercados semivacíos y un entorno internacional mucho menos amigable, estas elecciones podrían marcar el principio del fin de uno de los gobiernos más corruptos e ineptos en el mundo.
La mayoría de las encuestas de opinión pública previas a la elección, como la de Datanalisis, conciden en que la coalición opositora MUD podría ganar el voto popular por unos 30 puntos porcentuales.
A pesar de que este ha sido el proceso electoral más antidemocrático en la historia reciente de Sudamérica –además del encarcelamiento arbitrario de líderes de la oposición, controles de prensa y leyes electorales que permiten a pequeños estados con mayoría oficialista eligir más legisladores que los estados mas poblados del país con mayoría opositora– la oposición podría arrasar incluso en los estados más “chavistas”, como Barinas, dicen las encuestas.
Si el régimen de Maduro acepta una derrota, no sería la primera vez que reconoce un revés en las urnas, y al poco tiempo modifica las leyes para despojar a la oposición de sus espacios políticos ganados democráticamente.
Recuerden lo que ocurrió en 2008, cuando el líder opositor Antonio Ledezma ganó las elecciones a la alcaldía de Caracas.
Ledezma ganó el segundo cargo más importante del país, después del de presidente. Pero poco después, la Asamblea Nacional controlada por el entonces presidente Hugo Chávez creó un nuevo “Distrito Capital” para regir la ciudad, por encima de la alcaldía.
El gobierno nombró una funcionaria chavista para dirigir el nuevo gobierno de la ciudad, y le transfirió el presupuesto de la ciudad y las instalaciones anteriormente a cargo del alcalde. Ledezma inició una huelga de hambre, pero los gobiernos latinoamericanos se hicieron los distraídos, y el tema pronto pasó al olvido.
El régimen de Maduro podría tratar de hacer algo similar si la oposición gana una mayoría en la Asamblea Nacional. Maduro podría crear una nueva institución legislativa por encima de la Asamblea Nacional, y podría ampararse en leyes poco conocidas que han sido promulgadas por el congreso chavista.
MADURO PODRÍA CREAR UNA NUEVA INSTITUCIÓN LEGISLATIVA POR ENCIMA DE LA ASAMBLEA NACIONAL, Y PODRÍA AMPARARSE EN LEYES POCO CONOCIDAS QUE HAN SIDO PROMULGADAS POR EL CONGRESO CHAVISTA
En 2010, Chávez aprobó lo que se conoce como la Ley Orgánica del Poder Popular, que convoca a la creación de un sistema electoral al estilo cubano, con la creación de 18,000 “comunas” para “el ejercicio directo del poder”.
En ese momento, nadie le prestó mucha atención a esa ley, porque sonaba como un delirio chavista. Pero la ley existe, y podría ser utilizada por Maduro para ordenar que las “comunas” chavistas elijan una “Asamblea del Poder Popular” que sustituya la actual Asamblea Nacional.
Mi opinión: Puede que Maduro acepte una derrota –como lo hizo Chávez tras el referéndum de 2007–, pero el peor error que podría hacer el mundo democrático sería bajar la guardia. Lo más probable es que el regimen venezolano daría un golpe silencioso, y en cámara lenta, más tarde.
Maduro trataría primero de comprar a legisladores de la oposición e “inhabilitar” a otros mediante artimañas judiciales para mantener el control de la Asamblea Nacional. Y si eso no funciona, podría recurrir a la Ley Orgánica del Poder Popular para inventar una Asamblea del Poder Popular y ponerla por encima del congreso actual.
Por suerte, esta vez no le será tan fácil. La popularidad de Maduro es mínima, su carisma es nulo, y ya no tiene petrodólares para comprar el apoyo de otros gobiernos. El secretario general de la Organización de los Estados Americanos Luis Almagro, el presidente electo de Argentina Mauricio Macri, el presidente de España Mariano Rajoy, y varios otros ya están levantando la voz contra las violaciones de Venezuela a tratados regionales que exigen el cumplimiento de normas democráticas.
Ahora, la clave será que países como Brasil no hagan la vista gorda ante un golpe poselectoral. Es hora de que la comunidad diplomática latinoamericana deje de comportarse como una sociedad de protección mutua para regímenes represivos.
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