Cuba: gobierno comunista, pueblo capitalista

Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“En un momentico tendrá agua para bañarse” me
dijo cinco horas atrás el dueño de la casa de La Habana, a quien le había
alquilado dos cuartos.
Con la paciencia del que asume esa
experiencia de vida, la de compartir la realidad cotidiana de su anfitrión, me
dedique a observar como tres lugareños intentaban contener las fugas de agua
que brotaban por las uniones de la cañería.
Era indiscutible que necesitaban cambiar esas reliquias, era innegable que
la técnica cubano/argentina “lo atamos
con alambre” ya no lo podía resolver.
La caminata de la mañana siguiente, a través
de las calles no turísticas de La Habana, me dio una pista acerca del porqué
del empecinamiento de los dueños de casa en emparchar y no reemplazar las
piezas deterioradas. Las vidrieras anémicas
de todos los negocios, ofrecían una mezcla rara de zapatos, jabones, juguetes,
repuestos de bicicletas y elementos de plomería; imágenes más propia de una
venta de garaje que de un comercio. Estemismo
cuadro se repetía en las casas colindantes, en cuyas puertas se exponían a la
venta los más insólitos artículos.
Calles viejas, centenares de viviendas
lujosas en ruinas y un parque automotor que promociona como sello propio(los autos
descapotados de los años 50) son el atractivo principal de La Habana, emblema
del comunismo occidental; un comunismo que, paradójicamente, vive de la
explotación turística de sus reliquias capitalistas.
Los sueldos de los empleados del estado
rondan los 40 dólares mensuales, exactamente lo mismo que les cuesta alquilar
una casa de un dormitorio a un cubano; esto torna imposible vivir solo de esa
mensualidad. Por eso, el contrabando y
la prestación de servicios a los turistas es el único medio que tienen los
Habaneros de mitigar la miseria.
En este contexto y de la mano de una
disminución de las restricciones a los particulares por parte del gobierno
comunista, comenzó a florecer uno de los ejemplos más genuinos de
capitalismo.
Alquileres de cuartos, medios de transporte
de los más variados e insólitos, comida, guía turística y venta de artesanías,
son algunos de los productos y servicios que motorizan la economía cubana. Los precios de este comercio nacen del libre acuerdo
entre comprador y vendedor; miles y miles de acuerdos que fijan el precio de
mercado de un suvenir, de un almuerzo ode un traslado en bici taxi.
Precisamente me contaba un chofer de bici
taxi, que él, en un buen día de trabajo, ganaba los mismos 40 dólares que
ganaba su madre por mes trabajando de enfermera. Así fue que descubrí que la empleada que
ayudaba en la casa en la que me alojaba era una contadora jubilada que ganaba
12 dólares por mes, que la dueña de casa era una licenciada en letras;que la
vecina, que también alquilaba habitaciones,era una economista y que el taxista
que me llevó en su auto era un ingeniero informático. Un gigantesco despilfarro de recursos en
formar profesionales, quienes, ante los pobrísimos sueldos públicos, optaron
por atender el turismo.
Pero la paradoja no termina allí. Estos emprendedores independientes deben
pagar tazas (por ejemplo 140 dólares mensuales por habitación en alquiler) e
impuestos anuales por su trabajo independiente.
El gobierno comunista “que todo lo
provee”no solo no provee, sino que le chupa la sangre a estos emprendedores
y confiesa su incapacidad y fracaso.
Hace muchos años, escuché a una política hacer
una analogía que me pareció genial: A
principio del siglo XX los relojes eran artículos de lujo, tanto que los ricos
lo usaban con gruesas cadenas de oro; el comunismo (y el socialismo y los
populismos también) tomó esos relojes, los desarmó y le dio una pieza a todo el
mundo; todos tenían un pedazo de reloj, pero nadie tenía la hora. El capitalismo en cambio, produjo tantos
relojes, que estos se volvieron tan económicos que hoy todo el mundo tiene
reloj y tiene la hora.
El gobierno comunista de Cuba tomó las casas,
los campos y los bienes de los cubanos, los dividió en pedazos y los repartió;
ahora las casas son habitadas por 3 generaciones de familias más los parientes
políticos y los campos están abandonados porque nadie quiere trabajarlos. El gobierno rompió el reloj y les dio a todos
un pedazo de nada.
El pueblo cubano está produciendo el cambio,
está generando riqueza, está leyendo el mercado, está demostrandoque los
demagogos, los intervencionistas y los grandes salvadores de los pobres, no son
más que parásitos incapaces de producir, sanguijuelas que tienen que chupar la
sangre de los que trabajan; sus discursos son cantos de sirena que engañan a las
personas de buen corazón con promesas tan dulces como falsas, promesas que
terminan chocando con la realidad de los arrecifes.
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