La presión sindical

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
El gobierno
del presidente Macri debe enfrentarse a la presión sindical que, más allá de
cumplir con su misión de defender las condiciones laborales de los trabajadores,
intenta - desde que Perón logró el apoyo de los sectores obreros, con una nueva
concepción política, donde el Estado se convirtió en el defensor de los
intereses populares- tomar el lugar de
los partidos políticos.
Es cierto,
que durante el gobierno peronista (1945-1955) los dirigentes sindicales y la
masa obrera se incorporaron a la vida política en el marco de las instituciones
democráticas, pero, al mismo tiempo, Juan Domingo Perón inicia la política del
Estado Benefactor como sucedía en otras partes del mundo. Así lo ejemplifica la
política del New Deal, la cual significó,
también, la institucionalización de los sindicatos.
El
presidente Perón no se contentó con organizar al sindicalismo para que dejara
de ser un masa inorgánica y peligrosa para el Estado, sino que en el marco de
un política de estatizar empresas y regular el proceso económico- a través de
leyes de control del uso de la propiedad, política bancaria y de precios, entre
otras- exigió un estrecho compromiso
político por el cual los dirigentes sindicales perdieron autonomía y debieron
mantener a los trabajadores dentro de los límites exigidos por el gobierno. Los
gremios debieron colaborar estrechamente con el.
El
sindicalismo argentino se organizó bajo la influencia de la “Ley Rocco” de la Italia mussoliniana,
donde no se invalida la creación de otros sindicatos pero, el reconocido por el
Estado, es el único que puede establecer contratos colectivos con la Empresa.
Sin embargo, el derrocamiento de Perón, en 1955, hizo posible una independencia,
cada vez más amplia, en las direcciones sindicales de los gobiernos, permitiéndoles
capitalizar, frente a ellos, su capacidad de movilización obrera. Ello hizo
conscientes a los próximos gobernantes que no es posible una política que rehúse
entenderse con los sindicalistas.
La importancia
del sindicalismo se expresa por su peso político en el contexto del conflicto
social. Tiene un fuerza política determinante en las democracias, no así en las
dictaduras (incluidas las electivas), donde pierden fuerza e institucionalidad
como lo demostró en Argentina, el gobierno de Perón y en mayor medida los
totalitarismos del siglo XX. Estos fueron enemigos del capitalismo, en su afán
de pretender absorber “todo” dentro del Estado sin dejar nada fuera de él.
Macri
reabrió un proceso democrático en cuanto
a la política general, por ello tendrá que sufrir las demandas siempre
crecientes de los sectores sindicales. Estos, por razones históricas, se
vigorizaron más que el sistema de partidos, pretendiendo usurpar su lugar:
golpean directamente al poder para exigir sus demandas debilitando las
instituciones democráticas.
Si la
política del anterior gobierno fue autoritaria y trató de destruir a los
partidos. la actual pretende su consolidación,
mejorando la Justicia, institucionalizando la opinión pública, como así también intentando
liquidar al sistema corporativo. Es de esperar, entonces, que el Gobierno logre
que el sindicalismo no viole el ejercicio democrático, con huelgas, manifestaciones,
u ocupaciones de los lugares de trabajo.
Debiera
afianzar a los partidos democráticos para que cumplan su misión de articular intereses, impidiendo las inducciones
corporativas de los sindicatos o asociaciones empresarias, entre otras, en sus
intentos por imponer decisiones autoritarias para dirimir los conflictos que
supone la difícil realidad actual.
Por su parte,
los lideres sindicales debieran ayudar, en lo posible, a salir de difícil
situación que viven los trabajadores, apoyando, el sistema democrático que impone
un ambiente pacífico para resolver los problemas, sin olvidar que con un estado
omnímodo, una sociedad civil estrangulada y la desaparición del sistema de
partidos y de la propiedad privada no
hay asociación voluntaria posible. A más autoritarismo, más almas serviles, por
lo tanto, como lo muestra la historia, no hay sindicalismo independiente porque
el gobierno asume, en ese caso, el poder político absorbiendo en sí la representatividad de todos los grupos
sociales.
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