Escuelas tomadas
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
El primer censo nacional que
se realizó en nuestro país fue en el año 1869 durante la presidencia de Domingo
Faustino Sarmiento. Sólo informaré dos datos que arrojó, habitantes: 1.830.000,
analfabetos: 87%. Un desastre.
Al conocer estos resultados,
el famoso cuyano reunió a su gabinete de ministros y les anunció: “Señores. Ministros: ante los primeros datos
del censo, voy a proclamar mi primera política de estado para un siglo:
escuelas...escuelas...escuelas...”. (Del libro El Imperio de la Decadencia Argentina RECARGADO)
150 años después, al menos 30
instituciones educativas de la ciudad autónoma de Buenos Aires, se encuentran “tomadas” por los alumnos que se oponen
a la reforma educativa elaborada por el gobierno.
No voy a analizar la validez o
no de la reforma, como así tampoco los argumentos en contra de los
alumnos. Lo que considero verdaderamente
preocupante son, la falta de instrucción cívica y de comprensión de lo que
significa el concepto de “derechos
humanos” por parte de los violentos; así como la inacción por parte de la
justicia, la que a esta altura de los acontecimientos, considero patética.
Califico como violentos a
quienes “tomaron” las escuelas, pues
es lo que son. El uso de la fuerza para
impedir que aquellos alumnos que quieran continuar con el dictado normal de
clases no puedan hacerlo es violencia, no es preciso que existan golpes; la
sola obstrucción al acceso al aula o la mera intimidación, son hechos violentos.
“El
pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes” reza
el artículo 22 de la Constitución Nacional.
Si los alumnos consideran inapropiado el proyecto de reforma educativa,
deben elevar su reclamo por la vía correspondiente; pudiendo instrumentarlo a
través de los políticos que los están “bancando”
e incluso proponer las alternativas que consideren apropiadas.
El artículo 3 de la
Declaración de los derechos humanos
dictados por la Organización de Naciones Unidas en 1948 dice: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a
la libertad y a la seguridad de su persona”. La libertad propia tiene su límite en la
libertad ajena, el impedir que quienes quieran tomar sus clases en su colegio
puedan hacerlo con libertad y seguridad
es un atropello a los derechos humanos.
Los alumnos que quieren protestar, deben hacerlo sin afectar a los que
no quieren sumarse a la medida.
Alumnos que toman posesión de los
colegios; padres, docentes y políticos que los “bancan”, y la justicia que no hace cumplir la ley y ampara a los
infractores. El problema más grave de todo esto, no es la discusión sobre la instrucción que recibirán los alumnos
en el futuro; el problema más grave es la educación
que están recibiendo hoy. Educación
basada, en la falta de respeto a la libertad y a los derechos humanos del otro,
educación basada en la insubordinación a la Constitución Nacional y en la
subversión de valores por parte de la Justicia, que no protege a quienes son
víctimas de la violencia de los manifestantes.
Los alumnos toman escuelas,
los empleados toman empresas, los piqueteros toman las calles, los delincuentes
toman nuestras vidas.
¿Alguien puede creer, que este
sea el camino que nos va a llevar a ser un país mejor? Don Domingo Faustino Sarmiento debe estar muy
triste, pues, 150 años después de aquel censo, aún persiste la disyuntiva: “civilización o barbarie”.
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