Después de Octubre
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Al
gobierno le cabe construir un marco adecuado para una economía de mercado. El
sistema capitalista no existiría sin la separación del poder político del
económico o sea sin la institucionalización de la propiedad privada.
Para
que haya progreso, acumulación, y concentración de capital, hay que eliminar
las trabas a los intercambios para fomentar y preservar la propiedad privada,
por lo tanto, Argentina necesita un repliegue de las coacciones colectivistas
sobretodo corporativas.
Para
el afianzamiento de la dinámica capitalista se tendría que evitar e impedir las
arbitrariedades del gobierno sobre grupos, personas y bienes, situados fuera de
la órbita estatal que crecen en la sociedad civil con el desarrollo de los
mercados.
La política
tendría que volver a colocar a la persona en el centro de las preocupaciones en
vez de a los grupos de poder. Se habla de cambio, entonces potencie el Gobierno
la libertad económica para que los ciudadanos lo exploren con innovaciones. Son
las personas y no el Estado quienes, si se crean condiciones favorables, pueden
dar buena información acerca de las necesidades de la gente o lo que desean
como productoras y consumidoras.
No
insistir con la idea de plena ocupación, meta que lleva a más inflación o, a
que sea difícil bajarla y a un comportamiento anti estabilizador de la
sociedad. El Gobierno debiera ganar independencia frente a los grupos de
presión y convencer a la sociedad de que va a luchar contra la inflación. Sobre
todo dar el ejemplo con una conducta que baje más rápido el gasto público.
Una de
las formas de atacar a sectores industriales que promueven el gasto es aumentar
la competencia y evitar el abuso de medidas gremiales que no son imparciales y
conformes al mercado.
Es necesario lograr que todos contribuyan a
lograr la estabilidad monetaria como bien público que favorece a todos. Si bien
se debe tener en cuenta que la inflación impone las peores cargas a los sectores
económicamente más débiles, preocupándose por morigerar el sacrificio, el
presupuesto no debiera ser una fuente de generación de inflación. El actual lo
es.
La
difusión de una mentalidad inflacionaria es muy común en los gremios y la
mayoría de los empresarios que bregan constantemente por la ayuda estatal,
también del Gobierno que pregona ir hacia la ilusoria meta de plena ocupación.
Habría que amoldarse a las realidades económicas y políticas.
El Estado
descarga con impuestos distorsivos sobre la población sus cargas financieras y
a la larga pierden tanto los empresarios como los gremios ya que se convierte a
los ciudadanos en esclavos del Estado, todos apelando a su tutela estrechándose,
de este modo, la acción individual. También se fomentan los conflictos sociales
acentuándose las luchas por una mejor distribución de la riqueza.
Combatir
la depreciación monetaria no es fácil, luego de 12 años de atentados
permanentes a una sana política económica, pero los continuos aumentos de
precio ya podemos llamarlos injusticia social, sin duda. La gente no puede
seguir soportando que sea imposible aumentar el patrimonio aunque trabaje y se esfuerce.
Habría que decidirse, luego de las elecciones, a tomar algunas medidas anti
populares pero que evitan que se destruyan los principios fundamentales del
sistema económico que trae progreso y mejor calidad de vida.
No se
toma conciencia de que en un país donde hay enorme cantidad de trabajadores
estatales, la inflación perjudica más que a nadie al propio Estado ya que debe
aumentar los sueldos y comprar caro como lo hace la gente. Al no cumplir con su
responsabilidad de actuar con más rapidez y eficiencia ante el problema, es una
víctima más de la inflación, teniéndose que endeudar o seguir emitiendo,
siguiendo la calesita del círculo vicioso.
Las
prestaciones estatales pueden ser financiadas solo si las empresas privadas
trabajan productivamente El mundo muestra que la economía de mercado es el
sistema de mayor eficiencia y de mayor aprovechamiento de los medios de
producción.
El
Gobierno luego de las elecciones no debe dormirse en los laureles, debiera
actuar en función de las expectativas del mercado, mejorando la información y
fortificando la institucionalidad que lo apoya. Es difícil, entraña arduas decisiones
políticas pero, la mayoría de las crisis que ha tenido Argentina se debieron a
las medidas intervencionistas de los gobiernos, que quitaron libertad a los
intercambios evitando que hubiera mercados especializados y diferenciados, producto
de la acción electiva. No se puede seguir echando leña al fuego.
Esperemos
que se apure el camino hacia las soluciones, que no se conforme con algunos
brotes verdes. Hay en nuestro país gente de primer nivel que ha trabajado en
las reformas estructurales que necesita la economía para desarrollarse y están
dispuestos, en esta nueva etapa, a ofrecerlas generosamente al Gobierno, para
que se pueda lograr el cambio hacia una economía cada vez más libre. Las
situaciones difíciles son también puntos de partida, de innovaciones y de
remedios novedosos. ¡Se puede!
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