Las lecciones de Singapur
Manuel Sánchez González

Autor de Economía Mexicana para Desencantados (Fondo de Cultura Económica, 2006).



La posibilidad de una cancelación o degradación del TLCAN representa una oportunidad para México de explorar medidas que permitan no sólo mantener, sino acrecentar los beneficios de la apertura.
Sin llegar a constituir un modelo a seguir maquinalmente, en especial considerado sus peculiaridades sociopolíticas, la experiencia de Singapur ofrece algunas pistas reveladoras. 
Singapur es una referencia natural porque constituye, en muchos aspectos, el caso más exitoso de desarrollo económico de los últimos cincuenta años. De ser un apéndice pobre de la península malaya, esa nación se convirtió rápidamente en una potencia económica. 
En 1965, el PIB por habitante de Singapur era, a precios actuales, aproximadamente 500 dólares estadounidenses, un nivel similar al de México. En 2016, este indicador se ubicó en 53 mil dólares, casi siete veces el de nuestro país, superando al de Alemania, Francia y Japón.
El despegue ocurrió, en gran medida, como respuesta a las circunstancias adversas que enfrentó esa nación. Tras operar como puerto de paso de comercio, casi ininterrumpidamente por más de un siglo bajo el dominio británico, Singapur consiguió el autogobierno en 1959. Ello causó desconfianza a muchos inversionistas extranjeros los cuales prefirieron salir.
Posteriormente, formó parte de una confederación con Malasia, pero los conflictos étnicos hicieron que el parlamento malayo lo expulsara. La circunstancia de zona expelida dejó a Singapur sin acceso al mercado común con ese país, del que dependía en recursos naturales, incluyendo el suministro de agua, y a su espacio terrestre. 
Al momento de su independencia de Gran Bretaña en 1965, Singapur era una nación con más de la mitad de su población analfabeta viviendo en casuchas y con una elevada tasa de desempleo.
Su enemistad con Malasia e Indonesia le limitaba las posibilidades de comercio. La adversidad se agravó con la decisión del Gobierno británico de retirar su base militar de la isla, lo cual afectó severamente su economía, pues el gasto castrense representaba casi una tercera parte del PIB.
Los apuros llevaron a Singapur a pedir ayuda financiera internacional. Al no llegar ese apoyo, se vio forzado a mirar más allá de su región. El camino más factible para emplear a su población sin habilidades era convencer a las empresas de economías industrializadas de producir manufacturas intensivas en mano de obra en el país, para exportarlas al mundo desarrollado. 
Para ello, era necesario crear un ambiente de seguridad, libre de corrupción, que fuera favorable a los negocios. 
Bajo el liderazgo del Primer Ministro Lee Kuan Yew, Singapur implantó leyes muy estrictas contra la delincuencia. Eso lo combinó con garantías a la protección de los derechos de propiedad, ejecución expedita de los contratos, libertad de movimientos de bienes, de capital y de personas, bajos impuestos y facilidades regulatorias. 
Tales condiciones y la ventaja geográfica de Singapur como puerto de paso entre India y Chinaatrajeron montos sustanciales de inversión extranjera. El gobierno complementó al sector privado mediante la creación de infraestructura para la producción y la apertura de escuelas técnicas. 
Adicionalmente, concedía incentivos a las empresas para que entrenaran a sus trabajadores. Una vez llegado al pleno empleo, su escasez de mano de obra la ha compensado con la inmigración de trabajadores. 
Durante estos años, Singapur ha pasado de ser un productor de manufacturas intensivas en mano de obra no calificada a uno con fuerte contenido en tecnología. Además, se ha convertido en uno de los principales centros financieros globales.
Un motor esencial de la prosperidad de Singapur ha sido su integración a la economía global. Es el país con mayor libertad para el comercio internacional. El arancel aplicado es cero para todos los productos, con escasas excepciones. 
Además, prácticamente todos los sectores están abiertos a la inversión extranjera. Como resultado, su comercio exterior es más de tres veces su producto, lo que representa la razón más alta en el mundo. 
Singapur enfrenta el desafío de continuar su senda de bienestar como país rico, con una población en rápido envejecimiento y demandas de más libertades políticas. Su historia de unidad permite prever la superación de los problemas.
México puede aprovechar esa experiencia para mejorar su acceso a las oportunidades mundiales. Una remoción unilateral de los obstáculos remanentes al comercio y la inversión, así como mayor certeza jurídica incrementarían su crecimiento económico potencial.

Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 1 de noviembre de 2017 y en Cato Institute.
 

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