Sin la SGM el mundo sería más libre y rico
Alejandro A. Tagliavini
Senior Advisor, The Cedar Portfolio. Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland (California). Galardonado con el Premio a la Libertad, otorgado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Mientras Trump se distiende frente al tirano de Corea del Norte y se
tensa por el gas en Siria, vale dejar claro que la guerra no es una alternativa
desde que la ciencia ha demostrado -de modo definitivo y concluyente- que la
violencia destruye siempre: es contraproducente incluso en los casos de defensa
propia y urgente. En tan corto espacio, es imposible completar el desarrollo
lógico, pero veamos los enunciados.
Para empezar, es una incoherencia
lógica -y la lógica es una ciencia- que la violencia se resuelva con más
violencia, por el contrario, se suma, aumenta. Más, es más. Los griegos -e.g. Aristóteles-
ya sabían que el universo está regido por un orden: el sol sale cada día a la
misma hora, los animales necesitan alimentarse para vivir, etc.
Luego, dice la ciencia, la
violencia es una fuerza extrínseca que desvía el desarrollo espontáneo de este
orden natural: por caso, al asesinar una persona se coarta el que siga evolucionando
-con su potencial intrínseco- como ser humano. Así las cosas, desde que la
violencia es extrínseca y contraria al orden vigente, es imposible de toda
imposibilidad que, en ningún caso, ayude -o “defienda”- al desarrollo del
universo, de la vida, de la naturaleza.
Como evidencia empírica de que
la violencia solo suma más violencia, tomemos por caso la emblemática Segunda
Guerra Mundial (SGM). La propaganda oficialista ha sido tan fuerte -incluido
Hollywood- que hoy, por caso, es difícil encontrar quién haga un análisis serio
y objetivo. Por cierto, quizás tenga razón Marcos Rougès al decirme que la
Primera Guerra Mundial (PGM) fue peor ya que indujo la Revolución Rusa, el
ascenso del nazismo, la caída de las monarquías progresistas, la Gran Crisis y
la SGM.
Claramente la SGM logró el efecto
contrario, sumó violencia. Si miramos el mapa del totalitarismo antes y después
vemos que el rojo stalinista supera al negro nazi. Esta guerra fue ganada por Stalin,
y por eso es aún hoy héroe nacional en Rusia. Se diría que los gobiernos de Inglaterra
y EE.UU. salieron a defender a la URSS que se expandió extraordinariamente, en
lugar de debilitarse hasta desaparecer enfrentada con los nazis. Gracias a esta
expansión soviética, hoy tenemos Cuba y el chavismo.
Por
cierto, los campos de concentración nazis, que fueron atroces, fueron
fogoneados por la SGM que distrajo a la opinión pública. Dicen que los
británicos entraron primeros en esta guerra para defender a los judíos, pero
Geoffrey Wheatcroft asegura que el gobierno inglés no pretendía terminar el
Holocausto, sino “proteger” a Polonia, meta que Churchill abandonó en Yalta en
manos de un tirano peor. Wheatcroft, también aclara que los crímenes de los
soldados aliados no fueron menores.
Y va otra incoherencia: no se “defiende la libertad” coartando
libertades. La SGM, uno de los acontecimientos más destructivos -más de 60
millones de muertos y una incalculable destrucción material- y liberticidas de
la historia desde que agrandó el mapa totalitario, se realizó coartando libertades:
obligando a los ciudadanos a alistarse, aumentando impuestos para financiar la
guerra, etc.
Luego, el imperio soviético cayó
pacíficamente demostrando que los grandes males se derriban con métodos libres y
pacíficos, los métodos eficientes. La libertad y su sinónimo la paz -y la
felicidad y la riqueza-, dicen la ciencia y la sabiduría, solo se consiguen con
paz y libertad.
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