El transporte que no transporta
Rogelio López Guillemain

Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes, Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes (reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra historia" por radio sucesos, Córdoba.




 
"El poder que un multimillonario tiene sobre mí, es muchísimo menor que el que posee el más insignificante burócrata, este maneja el poder coercitivo del estado, y tiene a su discreción si podré o no, o cómo podré vivir"
Friedrich Hayek
 
Es difícil entender a quienes defienden la intromisión del estado en materia de transporte público de pasajeros; máxime cuando, después de décadas de intervencionismo y regulaciones, el Leviatán ha mostrado una absoluta y espantosa incompetencia e inoperancia.

Incompetencia porque (recordando lo que decía Sarmiento, “es imposible saber más y entender menos acerca de un tema”) a lo largo de los años, los funcionarios  han mostrado saber mucho y no entender nada al respecto. 

Pero sobre todo, no entienden que el “conocimiento total” es algo inabarcable para cualquier ser humano; conocimiento que además de ser gigantesco, se encuentra fraccionado entre todos los habitantes, por lo que es imposible que un “conjunto de iluminados de turno” pueda definir qué es lo que más le conviene a cada quien. El resultado de esta arrogante presunción de sentirse un oráculo sabelotodo, son decisiones que terminan inevitablemente en  disposiciones inoperantes.

Siguiendo esta ¿filosofía?, nos encontramos con una línea aérea de bandera deficitaria, sobredimensionada e integrada por una casta de empleados llenos de privilegios, su inoperancia la pagamos “todos los argentinos” y sobre todo, la pagan los que nunca se subirán a un avión.  Después, estos mismos apóstoles del estatismo y de la “justica social”, se llenan la boca (también se llenan los bolsillos) de palabras como “igualdad” o “solidaridad”, expresiones que les quedan demasiado grandes en sus hipócritas escalas de valores.

También sirve de ejemplo del transporte que no transporta, la “aristocracia” formada por los Lord taxistas y Sir remiseros, señores feudales que no aceptan sistemas alternativos como Uber y blanden, como si fuesen títulos nobiliarios, sus “patentes exclusivas” para prestar el ¿servicio? de transporte.  En realidad, parece ser que los pasajeros estamos al servicio de ellos.

Y como la frutilla del postre, veamos las líneas de colectivos.  Transporte más parecido al traslado de hacienda a Liniers, que al de ciudadanos a su trabajo u hogar.

Hace un par de años, le presenté a algunos concejales y también lo publique en “change.org” (ver Transporte público de pasajeros IRRESTRICTO en Córdoba), un proyecto en el que propongo se libere en forma absoluta, el sistema público de pasajeros de mi ciudad; las únicas regulaciones que mantuve, fueron las relacionadas con la seguridad.

La respuesta de los funcionarios fue nula, y la de personas cercanas a ellos teñida de enfermizo dirigismo.  No les entra en la cabeza (quizás a algunos si les entra, pero les conviene hacerse los distraídos), que NUNCA podrán interpretar los infinitos y volátiles intereses de todos y cada uno de los habitantes; no entienden que nadie mejor que los propios interesados, para organizar eficientemente las soluciones a sus dificultades.

Parece que los políticos y burócratas consideran que las personas son idiotas, que son incapaces de organizarse y generar los medios más apropiados para resolver sus necesidades.  Son tan soberbios, que se sienten superiores a todos y pretenden tener, no ya el deber sino el “derecho” de indicarnos cómo debemos movilizarnos.

Incluso son tan ciegos y obtusos, que ni siquiera reconocen la repetida incompetencia de sus “planes para todos”, planes que SIEMPRE fracasan y que los ciudadanos debemos padecer una y otra vez.

Señores del estado: no necesitamos que nos ayuden, NECESITAMOS QUE DEJEN DE MOLESTARNOS.  Ustedes no son la solución, ustedes son el problema, son los responsables del Imperio de la Decadencia Argentina.

 

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