¡Cómo envidio a los chilenos!
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“La libertad sin responsabilidad es libertinaje, la libertad
sin respeto es tiranía”
Más allá de la cuestión de si existe o no
la “sana envidia”, es ese mi
sentimiento para con ellos. No pretendo
entrar en una discusión semántica sobre el término, lo que intento es develar el
porqué de este sentir.
Visito regularmente, desde hace casi 50
años, el país trasandino; esto me ha permitido compaginar una película acerca
de su historia reciente, una película, y no una foto aislada y aleatoria.
Lo que me maravilla de nuestros vecinos, es
ver cómo un país que hace medio siglo era extremadamente pobre, hoy se ha
convertido en la nación más desarrollada de Sudamérica…. ¡en apenas 50 años!
No va a faltar quien diga que tienen muchos
problemas, que no todo lo de allá es color rosa… ¡pues claro!, ¡no son
extraterrestres ni semidioses! El tema
no es recaer sobre sus males (que por supuesto los tienen), sino preguntarnos
cómo lograron revertir la pasada decadencia en prosperidad.
Revisando el monumental estudio de Rudiger
Dornbusch y Sebastian Edwards, vemos que, en 1973, Chile, de la mano de Salvador
Allende, había caído en la peor crisis de su historia. Tenían la inflación más alta del mundo, la
producción industrial había caído un 6% y las reservas del Banco Central eran de
apenas 40 millones de dólares. Los
ingresos tributarios habían bajado del 23,7% al 20,2% del PBI mientras que el
gasto público había crecido de forma disparatada del 26,4% al 44,9%, llegando el
déficit fiscal a un escalofriante 23% del PBI.
Los salarios cayeron un 25% (en su poder adquisitivo, aunque subían nominalmente
por la mentira de la inflación), alrededor del 60 % de las tierras de regadío
de Chile y el 50 % de la superficie agrícola total estaba controlada por el
sector público, y los precios subieron un 34,5% en 1971, un 216,7% en 1972 y un
605,9% en 1973.
En apenas tres años, Allende destrozó la
economía chilena.
Todo ese desastre cambió después de la
aplicación de la “receta liberal” emprendida
por los “Chicago Boys”, receta que
con sus particularidades se mantuvo firme a lo largo de este último medio
siglo, receta respetada hasta por los gobiernos social-demócratas. ¿Fue exitosa?, valga de muestra este botón, en
el último medio siglo, la pobreza disminuyó del 40% al 8%.
Antes de continuar, quiero aclarar que
ESTOY EN CONTRA DE TODO TIPO DE DICTADURA, SEA ESTA ELEGIDA POR EL VOTO COMO LA
DE ALLENDE O SEA IMPUESTA POR LAS ARMAS COMO LA DE PINOCHET.
Una vez aclarado este punto, en el intento
de evitar que algún mono-neuronal me tilde de “facho”, me gustaría plantear una pregunta: ¿qué sucedió en Chile
entre 1973 y 1988 (gobierno militar) como para que un gobierno que se hizo del
poder por la fuerza, obtuviese en el plebiscito del 88 el 44% de los votos,
mientras que la suma de todos los partidos políticos alcanzase el 56%?
Sin duda este resultado no se debió a que
los chilenos amasen los toques de queda o las restricciones políticas; la falta
de libertad es algo repugnante y seguramente ellos lo detestaban.
Pienso que el crecimiento económico
explosivo y espectacular que tuvo el país trasandino jugó un papel
preponderante; ahora bien, este “milagro
chileno” ¿se debió solamente a las políticas económicas acertadas?, ¿o hubo
algo más?
Creo que ese algo más es el que marca la
diferencia con otras experiencias pro-mercado (generalmente parcial y mal
aplicadas) instrumentadas en otros países de Sudamérica. Ese algo extra, fueron los principios éticos
de respeto y responsabilidad.
Respeto a las personas, a quienes no se las
insulta; al peatón en cada esquina, al vehículo que transita por la derecha, al
compromiso adquirido, al esfuerzo económico que implica estudiar (nunca es
gratis, pagan los padres, los alumnos al egresar o el estado, pero siempre
alguien paga), el respeto a la palabra empeñada, a las instituciones y a la
patria.
Responsabilidad sobre los actos propios,
sobre el aprovechamiento de las posibilidades de estudio brindadas, sobre el
trabajo encomendado; responsabilidad entendida como un compromiso con el otro,
pero sobre todo para con uno mismo y para con los valores éticos y morales.
La responsabilidad es la contracara y el respeto
el canto de esa moneda de intercambio y cooperación social llamada libertad.
La libertad
sin responsabilidad es libertinaje, la libertad sin respeto es tiranía.
Dijo Frédéric Bastiat: “el Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo trata
de vivir a costa de todos los demás”; o sea, una quimera en donde todo el
mundo busca evadir sus responsabilidades y esclavizar al prójimo para su propio
provecho.
La libertad sólo es posible cuando cada
quien se hace cargo de sus decisiones y no procura delegar en el “otro” (estado) sus deberes y las
consecuencias de sus actos. La libertad
vive donde no se exige un plan social, educación y salud “gratuitas” (que en realidad paga el otro, o sea VOS), para los
hijos que se engendran sin cuidado total el Estado, o sea VOS, me tiene que dar
todo porque ES MI DERECHO.
Chile no le debe exclusiva ni
principalmente su fenomenal desarrollo a las políticas económicas, se lo debe
al cambio cultural de sus habitantes, a la madurez social y cívica que
adquirieron.
Los homicidios cometidos durante la
dictadura de Pinochet, son una mancha negra en la historia de Chile, una mancha
imperdonable y despreciable. Pero eso no
debe eclipsar los logros del pueblo chileno, logros que los han llevado a ser
el país con los mejores índices sociales y económicos de Sudamérica.
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