Nadie enseñó tanto a pensar en Libertad

Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
“Nadie enseño tanto a pensar en Libertad”
es el título de la nota del diario Ámbito Financiero del lunes 5 de abril de
2005 . Allí se anuncia la muerte del Ing. Álvaro Carlos Alsogaray, ocurrida el
viernes 2 del mismo mes.
El
autor se refiere al fundador de la UCEDE como ” el hombre que más luchó y más
enseñó sobre la libre empresa, el valor de la iniciativa privada, la libertad
individual, la necesidad de reducir el Estado, cuidar los déficit desde el
sector público y el bienestar social que en la modernidad sólo puede ser
concretada bajo la forma del capitalismo, controlando sus desviaciones pero sin que exista, como la
democracia, mejor alternativa a la vida en sociedad….Dijo con simpleza toda una
teoría que hoy aún se impulsa para la Argentina: el bienestar sólo sobreviene
en los pueblos después de pasar por un tiempo de dura tarea de ajustar el
Estado, embretar el gasto público, liberar la economía y los mercados para que
entren las inversiones locales o externas. En resumen: ganar tiempo sobre la
impaciencia de los pueblos-esencialmente latinos- de querer llegar al bienestar
antes de haberlo gestionado…”
Han
pasado tantos años y los políticos no se
han aprendido la receta liberal que el Ing. Alsogaray predicó toda su vida con
coherencia y tesón. Receta que permitió a la Argentina alcanzar un desarrollo
político y económico sostenido durante muchos años, como lo muestra la Historia.
Desde
1810, en adelante, seguimos modelos de acción política y económica que se
ensayaban en Europa. Salvadas las guerras civiles, después de abandonar el
modelo absolutista español, nos arriesgamos a encarar colosales tareas, dejando
atrás instituciones obsoletas y espacios enormes e improductivos para lograr
crecimiento cultural, político y económico. Se organizó un país a imagen y
semejanza de los países más progresistas del mundo.
La
paz, fue objetivo esencial de los gobiernos desde que Urquiza, luego de
fracasar en la competencia con Buenos Aires, salvó la Constitución alberdiana
de 1853 dejando que Buenos Aires, en vez
de La Confederación, guiara los destinos del país.
La
Carta Magna llevó a la unión definitiva de la República, la cual se concreta después
de la batalla de Pavón, cuando Mitre fue
elegido presidente constitucional el 5 de marzo de 1862. La construcción del
país fue azarosa pero, claro el propósito
de modernizarlo. Europa nos sirvió de
modelo, también EEUU, país que fue sometido a la mirada escrutadora de
Sarmiento con la ayuda del invalorable testimonio de Alexis de Tocqueville, quien en una visita por el país del Norte, en
1830, escribió admirablemente las
características principales de esa nueva experiencia basada en un régimen
democrático. Sarmiento fue de los pocos que se dio cuenta que allí había más
para imitar que en Europa.
En
el periodo de 1870- 1913 Argentina creció a tasas más altas que la economía
mundial. Supero a Francia Alemania, Gran Bretaña, EEUU, Canadá y Australia, La
industrialización del país se expandió desde el 1880. Se fundaron los primeros
grandes establecimientos industriales, producto no solo del capital invertido
sino de las condiciones de paz, orden y estabilidad política que logró esa
generación. Desde Irigoyen en adelante se comenzó a delinear una ruta que marcó
el comienzo de gobiernos que introducirían políticas nacionalistas y
populistas. Creyeron que el control de la economía y la democracia podían ir
unidos. Desde Irigoyen soberanía, nación, idea nacional, doctrina, oro
infamante, (referido al capital extranjero) se insertaron en el vocabulario
radical, también en el de nacionalistas argentinos de derecha y luego
utilizadas por Perón. Sus ideas encontraron un suelo fértil en sectores
militares, y en parte de la Iglesia.
Se
enamoraron de la idea de planificar olvidando que la economía de mercado crea
un orden abierto y las consecuencias de ese orden surgen de la elección libre
de las personas. Es mucho más racional que el impuesto por los funcionarios
planificadores, porque surge por sí mismo, gracias al ejercicio de la libertad.
Hoy
a meses de las elecciones de octubre, el partido Frente de Todos pretende reformar la Constitución, la que fue el
puntapié inicial del progreso argentino. Inspirada en gran parte por la de EEUU
defiende los derechos individuales evitando el abuso de los gobernantes. Como en 1949, se prefiere un régimen estatista
y autárquico, importantes sectores sociales no comprenden que si se coarta la
libertad económica disminuye la libertad política y viceversa. Como entonces se
pretende convertir al Estado en un gigantesco aparato, que de la mano, por muy
poco tiempo más invisible de Cristina Kirchner, absorba la economía, la cultura
y la política nacional. Se proyecta dominar la comercialización de la
producción, ya se ha referido, un referente importante del partido, al proyecto
de crear una Junta Nacional de Granos.
Como
en la reforma del 49 se dará un golpe de gracia a a la propiedad privada y al
capital. Volveremos al pasado, también, en cuanto a que el Estado dejará de ser
controlado por los gendarmes de la democracia, la opinión pública, los
partidos, y el sector privado. Van a perseguirlos y limitarlos como en el
anterior mandato.
Llegará
la hora, más tarde o más temprano, tras ir de
rodada en rodada, de recordar a Alvaro C Alsogaray quien, contra todos, fue el
que comenzó a mostrar la conveniencia del libre mercado y del sistema
capitalista. Fue el que mostró los daños que provoca la inflación pidiendo, a
toda voz, que se la combatiera apenas se insinuara.
Pocos
saben que durante el gobierno del Dr. Arturo Frondizi, Alsogaray como Ministro
de Economía y Trabajo, logró la estabilización económica en menos de dos años.
El peso argentino se mantuvo estable y fue proclamado la moneda estrella del
año, la balanza de pagos era positiva, el déficit del presupuesto decreciente y
financiado sin emisión. La recaudación impositiva estaba en ascenso, existía
plena ocupación y los convenios colectivos de salarios implicaban aumentos reales.
Los sueldos, jubilaciones y proveedores, estaban razonablemente al día. Durante
el gobierno de Frondizi se llevó una política diametralmente opuesta al
estatismo, nacionalismo agresivo, controles e inflación reprimida, que había
regido durante muchos años en el país, desde el gobierno peronista. La base del
plan fue la libertad de mercado, equilibrio económico y estabilidad monetaria,
cuyos beneficios comenzaron a hacerse rápidamente notorios.
El
Dr Frondizi, en un poco recordado discurso sobre su plan económico, remarcó sus
objetivos: eliminar el déficit fiscal, suprimir los subsidios al transporte
público, comenzar gradualmente un plan de reducción de empleados públicos,
establecer un tipo de cambio libre y
unificado, abandonar el plan de cuotas y permisos de importación. El programa
de estabilización, que luego encargo al Ing. Alsogaray, significaba que los
controles e intervenciones del Estado serían suprimidos. A partir del 1 de
enero de 1959 el sistema de cuotas y limites a los productos importados serían
eliminados. Desde esa fecha el tipo de cambio se unificaría y liberalizaría.
Además, aseguraba una estrecha relación con EEUU. La ayuda norteamericana no se
hizo esperar y los países europeos decidieron, también, apoyar el programa
económico argentino.
La renuncia forzada por el Presidente, del Ministro
Alvaro C Alsogaray, provocó una corrida en el mercado de cambios. Significó, en
pocos días, la pérdida de más de setenta millones de dólares. Desde allí las
reservas del Banco Central siguieron declinando. Frondizi abandonó el rumbo
económico que había dado tan buenos resultados para ceder a consejeros
desarrollistas. Comenzó el período del “desarrollo forzado”.
Si
Arturo Frondizi, en vez de pedirle la
renuncia a Alsogaray hubiera persistido en el esfuerzo, otro hubiera sido
nuestro destino, ya que cuando el Ministro deja sus cargos, se dio la más alta
tasa de inversión de capitales nacionales y extranjeros del `período. El cambio
de rumbo y el golpe militar, significaron, como lo fue el gobierno del Dr
Menem, una oportunidad perdida. Sobre ambos presidentes Álvaro C. Alsogaray
tuvo una importante influencia intelectual. Basta recordar que años antes del
cambio de ideas de Frondizi, con respecto a la política petrolera, el Ingeniero,
admirador de Friedrich Hayek, (fue
miembro de la Sociedad Mont Pelerin) y amigo de liberales como Ludwig Erhard,
padre de la recuperación alemana, hizo una campaña que le costó insultos de
todos los políticos y casi toda la prensa, sobre la necesidad de una política petrolera abierta a la inversión
extranjera.
Se
debería volver al pasado a estudiar la experiencia frondicista y la menemista.
Allì hay mucho que aprender.
La situación actual del país es delicadísima. No
se debería actuar irresponsablemente. Se necesita un gobierno que se ayude con
economistas de fuste, que conozcan las experiencias de los países que han
podido salir airosos de las crisis económicas, que recurra a los políticos
democráticos para que lo acompañen en el que será un gobierno difícil, y esté
realmente interesado en atraer la ayuda internacional tuteándose amigablemente
con el mundo, lejos de la omnipotencia del que cree que puede solo. Apenas
asuma tendría que presentar un plan general indicando el rumbo que tendrá su
política. Los parches no han servido nunca cuando la base está podrida. No hay
otra solución que atacar las causas de nuestro triste destino, para volver a
ser parte del mundo capitalista-democrático que desearon los grandes hombres
argentinos. En octubre sabremos hacia dónde iremos.
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