¿En qué momento se jodió la Argentina?
Daniel Naszewski



Hola gente, amigos y no tan amigos. Hace tiempo que no tienen noticias de Patricia Paltrow ni mías, el Hombre Electrónico, quienes los entreteníamos desde las columnas de contratapa de El Cronista o en mis "Cartas desde el Ciberespacio" que les enviaba puntualmente todos los jueves en los tiempos en que muchos tenían tiempo y deseos de leer y se interesaban por hacerlo, en vez de mirar compulsivamente todos los días su smartphone supuestamente inteligente.

Paltrow y yo seguimos felices, a veces de visita en Nueva York, aunque viviendo en Buenos Aires, pese a la dolorosa decadencia argentina, que en el 2020 cumplirá 90 años de "vida". Hace años que ella dejó su banquito en Wall Street y se vino a vivir a Buenos Aires, lo que a mi me hace sentir bastante culpable porque yo sé que extraña su vida en la Gran Manzana, casi enfrente al Central Park. Pero el tema de hoy es demasiado serio para hablar de amor, frivolidades o las cosas simples y complicadas de la vida. 
Imagino que a la velocidad que todos vivimos lo único que ustedes  quieren hoy, agobiados como estamos, es que les responda quién ganará las próximas elecciones. Macri o "los Fernández"? Quienes me conocen bien pueden imaginar mi respuesta, pero hoy no estoy tan seguro: en la Argentina la historia se repite una y otra vez desde hace casi 90 años, como si los argentinos viviéramos atrapados en el "día de la marmota", o como si fuéramos Sísifo, que una y otra vez tenía que empezar con su trabajo de subir la roca a la montaña, para tropezar con la misma piedrita casi al llegar arriba, la el peñasco caiga otra vez y todo vuelva a empezar. 


Patricia Paltrow y yo, cuando éramos niños

La pregunta es simple:.. ¿En qué momento se jodió la Argentina? Es casi la misma pregunta que se hacía Mario Vargas Llosa pensando en su propio país cuando escribió su maravillosa novela "Conversación en la Catedral, hace muchos años. 
Ante todo, vean con atención este gráfico...

El retraso del ingreso por habitante de la Argentina respecto al de 
las economías avanzadas de raíz occidental, 1870-2012


En mi opinión, el comienzo exacto de la decadencia de la Argentina se ubica entre el 6 y el 10 de septiembre de 1930, cuando José Félix de Uriburu dio aquel golpe de estado para interrumpir el gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen y la Corte Suprema lo avaló. ¿Qué fue más grave? ¿El golpe de Estado o que la Corte lo apoyara pocos días después? 



          Hipólito Yrigoyen                                                   José Felix de Uriburu


Creo que fue allí en donde se jodió la Argentina. Allí comenzó la decadencia económica, social y política de nuestro país, pero no por el golpe de Estado, sino por la acomodaticia respuesta de la Corte, que le mostró a los  argentinos que se puede vivir fuera de la ley y que no hay castigo para ellos ni costo para pagar, en un país que evolucionó con más ideologías que ideas, inmerso en una creciente creencia que la magia era posible, al mejor estilo de Macondo. 
A partir de entonces la Argentina comenzó a infligirse una larguísima sucesión de golpes de Estado, golpes económicos civiles o militares, y maniobras políticas de todo tipo para convertir al país en una república cada vez más débil, con instituciones frágiles, líquidas y fuera de la ley, donde los militares, los civiles e incluso hasta los gobiernos democráticos recuperados en 1983 se sucedían. Sólo unos pocos de aquellos gobiernos posteriores a 1930 pudieron terminar pacíficamente su mandato constitucional. 
El resultado es conocido: si en 1930 la Argentina era una de las naciones ubicada entre los 16 países del selecto club de países desarrollados, desde entonces comenzó el alejamiento y la separación de este grupo. Muchos de aquellos países siguieron creciendo en todo el sentido de la palabra, mientras que nuestro país comenzó una caída que no ha cesado, como pueden ver en el gráfico del libro "El país de las desmesuras" de mis amigos Juan José Llach y Martín Lagos. 




Las palabras "clave" para definir esta caída fueron el desorden y la inestabilidad de las reglas de juego de las instituciones, y todo ello alimentó los sucesivos default que alejaron a la Argentina de las inversiones externas y los mercados de capitales, la corrupción en un contexto en que la justicia no funcionaba desde aquel pésimo ejemplo de la Corte Suprema de 1930 avalando la ilegalidad de un golpe de Estado. Pueden agregarse la inflación y la hiperinflación, empujadas siempre por las escapadas salvajes del dólar, una macroeconomía siempre desajustada, una microeconomía siempre pidiendo sobreprotección, el populismo, la intolerancia y el atraso en que estamos sumergidos hace años, en esta guerra cotidiana de unos argentinos contra otros argentinos, en donde lo que gobierna no son las ideas, sino las ideologías que sostiene cada grupo corporativo, todos fanáticos como si el país fuera un partido donde se jugaba la vida como en cada boca-river, para imponerse por las buenas o por las malas al otro. 

Para quienes hablan de la famosa grieta argentina y hoy culpan al kirchnerismo o al macrismo (según de cada de la grieta se ubiquen), opino que ambos están equivocados. La enfermedad empezó mucho antes de 2015 o del año 2003, mucho antes del retorno de la democracia e incluso antes del advenimiento del peronismo. La enfermedad argentina tiene casi 90 años, aunque es posible que estemos muy cerca del final porque nosotros los de entonces ya no somos los mismos, y muchos están intentando aprender, crecer y cambiar, y cuando ello ocurre no se puede volver atrás. 

Pero no nos engañemos: los únicos culpables somos nosotros, es nuestra personalidad adolescente, con una soberbia que nos impide cambiar, mientras creemos siempre ser los únicos dueños de la verdad y se la queremos imponer a los demás, a quienes siempre acusamos de ser los culpables de lo que le nos ocurre a todos.   


Juan Domingo Perón, echado por la llamada 
revolución libertadora por peronista y populista

La interrupción institucional del 6 de septiembre de 1930 y el aval de la Corte Suprema, a lospocos días, que el momento en que la Argentina se puso fuera de la ley, es un punto de inflexión, más allá que antes de esa fecha se encuentren otros hechos en que los argentinos se dividieron una y otra vez, como si estuviera escrito en nuestro ADN.
Pero aquel golpe, el primero desde la Constitución de 1853, muestra irregularidades que se repitieron en los años '30 hasta nuestros días. La más importante fue que cada gobierno desde entonces, con pocas excepciones, fue sustituido por otro fuera de los plazos fijados por la Constitución Nacional, ya fuera con proscripciones, o en otros casos con denuncias de fraude y la instalación de gobiernos de signo contrario. Hubo claro presidentes que cumplieron su mandato completo. El primero de ellos fue el de Agustín P. Justo, entre 1932 y 1938, pero el origen de este gobierno había sido el veto al radicalismo yrigoyenista, lo que le restó legitimidad a una presidencia que en muchos otros aspectos fue muy positiva para un país que vivía en la llamada década infame y en un contexto de crisis económica internacional, en medio de la gestación de la  segunda guerra mundial en donde la Argentina titubeaba de qué lado ubicarse. 


Arturo Frondizi, presidente despedido con la excusa de una reunión 
con Ernesto "Che"Guevara, y por ser un estadista 

A partir de allí siguieron gobiernos de todo tipo, muchos de ellos no del todo legítimos en su origen, o que no pudieron terminar sus mandatos ante los golpes de Estado que a partir del ocurrido en 1930 se sucedieron repetidamente, instalando en la Argentina un contexto de incertidumbre y quiebra recurrente de las reglas de juego que no respetaban lo establecido por la Constitución Nacional. Varios de aquellos gobiernos fueron también muy positivos y vistos en perspectiva mostraron muchos logros de tipo económico y social, pero a la puja entre los gobiernos civiles y militares se le agregó la puja entre radicales y peronistas, y todos conspiraban para no dejar gobernar al otro como un partido de boca-river. Esos comportamientos nos alejaron del mundo y de los países serios y nos encerraron en un nacionalismo populista que alejó las inversiones del exterior, evitó la competencia y alentó la caída. 
Ese escenario de inestabilidad política, económica y social desmesurada fue el que prevaleció hasta nuestros días, con muy pocas excepciones y siempre profundizando la decadencia, más allá de los mejores y los peores años.

Arturo Illia, presidente despedido porque dijeron 
que era lento como una tortuga y demasiado honesto




Héctor Cámpora, presidente por 49 días, cuya tarea 
fue lograr que Perón volviera para ser presidente


Con el pésimo ejemplo dado por la Corte Suprema de 1930, la Argentina comenzó a vivir fuera de la ley y no pocos  argentinos a acostumbrarse a comportamientos parecidos, donde las reglas de convivencia ya no serían respetadas. La letra del tango Cambalache, del uruguayo Enrique Santos Discépolo escrito "casualmente" por aquellos años, en 1934, empezó a expresar y a justificar las actitudes de parte de la sociedad argentina. Claro que Discépolo no hablaba del país ("que el mundo fue y será una porquería ya lo sé"), aunque su tango se convirtió progresivamente en un reflejo de los comportamientos enfermos o perversos de muchos argentinos. 
El país progresivamente avanzó a vivir fuera de la ley. Las instituciones y también su sociedad, aunque cada grupo en la Argentina siempre piensa que la culpa es de los otros, de afuera o de adentro. 


Juan Perón, que volvió al país y dejó como legado 
una feroz guerra sucia dentro del mismo partido peronista



Isabel Martinez de Perón, alguien que 
nunca soñó ni deseó ser presidente.




Con el retorno de la Argentina a la vida democrática a partir de 1983, no sólo por la convicción de muchísimos argentinos sino también por el dramático fracaso de los militares del proceso que terminó en el desastre de la guerra de Malvinas, las instituciones volvieron a fortalecerse. Pero el desapego de muchos argentinos por el orden y el respeto a la ley y a sus reglas del juego prevalece aún en nuestros días, por más que todos se digan digamos democráticos. Parecía que el país había crecido y volvería el respeto a las instituciones de la Constitución, pero ello no necesariamente fue así. No todos los argentinos son respetuosos, amantes de la democracia y de vivir dentro de la ley. Un poco de magia populista y elegir por el camino más fácil con que los seduce el populismo los hace dudar de sus convicciones. 
Tantos años de vivir fuera de la ley y de respetar las reglas del juego de las instituciones es un esfuerzo que todos no quieren cumplir. 


Raúl Alfonsín, que debió dejar su presidencia por la 
hiperinflación provocada por los peronistas 
alentando una  feroz devaluación



Carlos Menem, un peronista  que cumplió sus dos 
mandatos y traspasó en orden la presidencia a Fernando de la Rúa



Fernando de la Rúa, que fue despedido antes de tiempo
por un golpe de estado económico desatado por el peronismo


Etcétera. La historia reciente es conocida, aunque no por ello menos polémica. 


Nestor Kirchner, otro presidente peronista
que cumplió su mandato, que heredó su mujer



Cristina Fernández de Kirchner, presidenta desde el 10 de
diciembre de 2007 hasta el 10 de diciembre de 2011,
y desde ese día hasta el 10 de diciembre de 2015



Mauricio Macri, presidente desde el 10 de diciembre 
de 2015 hasta el 10 de diciembre de 1919, o 2023


Para quienes hoy se debaten en considerar que la culpa de la crisis de económica y social actual es culpa de los 12 años de kirchnerismo o de los casi 4 años de macrismo, y que en estos dos costados de la grieta que divide al país está la responsabilidad de la actual crisis, puede preguntarse si esto es así, o ambos están equivocados...
La actual crisis no es más que otro capítulo de la larga decadencia iniciada en septiembre de 1930, que alejó progresivamente a la Argentina del excelente rumbo que llevaba hasta aquella época. 






Epílogo, 2020, ¿la última oportunidad para la Argentina y los argentinos?


La pregunta del millón: ¿Quién ganará las elecciones el 27 de octubre? 
Respuesta tentativa: esta vez ya ganó la Argentina 


No muchos se dieron cuenta aún de un hecho muy importante que podría marcar un nuevo punto de inflexión para la Argentina, luego de la larga decadencia ocurrida en los últimos 90 años que nos alejó del batallón de países serios y normales. 
Mauricio Macri, con Cambiemos, la Coalición Cívica y una parte muy importante de la UCR, ya ganaron nada menos que la posibilidad de terminar su mandato en tiempo y forma, dentro de la ley, como lo indica la Constitución Nacional). Si desde 1930 en adelante casi ningún gobierno pudo terminar su mandato legal (ya fuera por los militares en el pasado, ya fuera por el peronismo de izquierda o de derecha desde el retorno de la democracia en 1983), es casi un hecho que pese a todos los intentos para interrumpir el período de 4 años para el que la mayoría de los argentinos lo votaron, el Presidente Mauricio Macri estará en la Casa Rosada el 10 de diciembre para entregarle pacífica y respetuosamente el bastón de mando al nuevo presidente que los argentinos hayan elegido el 27 de octubre próximo, sea éste Alberto Fernández, sea otro candidato o sea él mismo Macri. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, como decía Pedro Navaja en su canción...
El kirchnerismo hizo lo imposible una y otra vez para echar a Macri y Cambiemos por las malas antes de esa fecha, sin éxito, y con una muy importante ayuda del resto del peronismo, que miró para otro lado una y otra vez con su habitual silencio o su profesional ambigüedad, dentro y fuera del Contres Nacional. 
Primero, el mismo 10 de diciembre de 2015, cuando Cristina Kirchner no se presentó a entregarle los atributos del mando a su sucesor legítimamente elegido por los argentinos, rompiendo una tradición institucional de quienes dicen creer en la democracia. También en todas las ocasiones en que le gritaban se gritaba frases como "Macri, basura, vos sos la dictadura", lo insultaban en el Congreso y tantas cosas fuera del respeto institucional, para finalizar en el primer debate presidencial, cuando el candidato Alberto Fernández se dedicó a agredir al Presidente de todos los argentinos acusándolo de manera soberbia, una y otra vez, de ser un mentiroso, como si él fuera el dueño de la verdad y la pureza. Pero se pueden agregar, también, los piquetes, las manifestaciones agresivas y destituyentes, las desmesuradas críticas a las políticas del gobierno de Mauricio Macri, incluyendo aquí a todos los adjetivos violentos que se les ocurran o a los intentos reiterados de provocar una corrida cambiaria para alentar la inflación y destruir todo lo que su gobierno hizo, con lo bueno y lo malo. En resumen, otra vez a un gobierno claramente democrático no lo dejaron gobernar.
Pero lo cierto es que no pudieron con él. Y llegará al final de su mandato rompiendo una tradición de casi 90 años de golpes institucionales, con muy pocas y discutibles excepciones. 

Es en éste sentido que Macri ya ganó. Y el país también porque esto puede significar el principio de un nuevo ciclo político, dentro de la ley y las instituciones, pese a una Corte Suprema que, como la de 1930, acecha.