Cómo una pandemia nos lleva a otra
Tom Palmer y Simon Lee

Tom G. Palmer es académico del Cato Institute y director de Cato University.

Simon Lee es columnista en el diario Apple Daily (Hong Kong).




Nos enfrentamos no solo a una, sino a dos pandemias, y las dos han mostrado ser letales. La primera es un virus, un paquete de material genético que secuestra a sus anfitriones biológicos, los debilita, y muchas veces los mata. El segundo es una ideología —el autoritarismo— que secuestra las entidades democráticas, las debilita, y muchas veces las mata. 
Cuando nos sentimos amenazados, necesitamos ver tanto un enemigo como un protector. A cambio de la protección de nuestras vidas, estamos dispuestos a renunciar a casi cualquier cosa, incluyendo los derechos y libertades por las cuales lucharíamos en tiempos normales. Esto podría ser un intercambio razonable durante tiempos extraordinarios. El problema es que, una vez que hemos permitido que nos quiten nuestros derechos y libertades, incluso si se justifica temporalmente en una situación extraordinaria como una cuarentena, nos acostumbraremos a eso. Lo hemos visto antes. Y ahora lo estamos viendo. 
Los mandatarios autoritarios están valiéndose de la pandemia del Covid-19 como una excusa para instaurar y extender poderes sin rendición de cuentas. En China, donde el autoritarismo originalmente fomentó la epidemia viral al silenciar y castigar a doctores que estaban tratando de alertar a la gente, el Partido Comunista (PCCh) está clamando que sus poderes libres de rendición de cuentas e ilimitados de hecho han salvado a China. 
Esos son los mismos poderes que fomentaron la epidemia en primer lugar, pero eso no detuvo al propagandista Dong Yuzhen de proclamar en el periódico oficialista People’s Daily que “La ventajas del sistema chino una vez más han sido demostradas por la epidemia del coronavirus”. De hecho, él dijo que “el PCCh, como el partido gobernante en China, es de lejos el partido político con la mayor capacidad de gobernabilidad en la historia de la humanidad que realmente se preocupa acerca de los intereses nacionales del país y del pueblo chino”.
La característica del autoritarismo no es el uso de la fuerza, sino la dependencia patológica del engaño, muchas veces hasta el punto de mentirse a sí mismos. Desde que el Covid-19 empezó a causar estragos alrededor del mundo, el PCCh y su maquinaria de propaganda estatal ha lanzado una serie de campañas de desinformación. No solo han tratado de desviar la atención de las teorías de conspiración, que nunca pueden ser comprobadas o refutadas, sino que también buscan desplazar la culpa hacia otros países. Si el PCCh le hubiese permitido hablar a los trabajadores de salud en la línea delantera y a los gobiernos locales tomar acción cuando empezó la epidemia, el contagio hubiese estado bajo control. Pero el primer impulso del autoritarismo es suprimir la verdad y denunciar sus críticas como “noticias falsas”.
La propaganda totalitaria como la anteriormente mencionada está siendo vigorosamente promocionada por el régimen chino y por sus ampliamente dispersos servidores. Además, está siendo reproducida por aquellos nacientes autoritarios que añoran tener todavía más poderes, como Viktor Orbán en Hungría, quien ahora gobierna vía decreto y quien se ha valido del estado chino para obtener ayuda y mostrar esta como evidencia del valor de una dictadura. Cosas similares están pasando alrededor del mundo, incluso en EE.UU., donde el fiscal general ha propuesto suspender el hábeas corpus, entre otras cosas, bajo el pretexto de que el Estado de Derecho y los principios constitucionales honrados desde antaño son impedimentos durante una crisis. 
Las ideas autoritarias son como los virus. Una vez que usted está “infectado” con ellas, estas se vuelven parte de usted. O usted desarrolla resistencia e inmunidad, o se vuelve un portador que las propaga todavía más, incluso sin saberlo. 
Habiendo deferido la autoridad durante una emergencia, usted se vuelve acostumbrado a deferir al poder. Llega a considerar las críticas de las autoridades como algo que inherentemente amenaza su supervivencia. Las críticas al liderazgo llegan a ser vistas como un ataque a la misma supervivencia del pueblo. 
Ciertamente es presentado así por los gobernantes, y un público deferente llega a aceptarlo como tal. No importa la incompetencia demostrada por los líderes políticos o que su negación inicial de la amenaza a la salud pública empeoró las cosas. No, solo el poder nos puede salvar, y las críticas a aquellos con poder llegan a ser vistas por muchos como una amenaza a nuestra propia supervivencia. 
Una vez que nuevos poderes son establecidos, deshacerlos es extremadamente difícil. A Ronald Reagan le gustaba decir que “Una secretaría del gobierno es la cosa más cercana a la vida eterna que veremos en esta tierra”. El historiador económico Robert Higgs demostró en su libro Crisis and Leviathan que hay un ajuste del poder, que nuevos poderes adquiridos durante una crisis suelen continuar mucho tiempo después de que pasara la crisis. Como el señaló, “A lo largo de la historia estadounidense, las emergencias nacionales han servido como momentos sobresalientes en los cuales se ha dado una (incrementada) pérdida de libertades”. Eso no solamente es cierto acerca de EE.UU. Es cierto en todas partes. 
Las medidas extraordinarias en una crisis, tales como la cuarentena y las restricciones sobre las reuniones, no deben ser aprovechadas para implementar una dictadura. Los principios de la presunción de la libertad y de un gobierno constitucionalmente limitado deben ser defendidos. Una vez que estos son abandonados, estos son extremadamente difíciles de recuperar. De hecho, las sociedades libres y con un imperio de la ley son más resistentes, prósperas, y en cada aspecto más deseables y atractivas que las dictaduras.
Mientras luchamos contra la pandemia viral, no debemos perder contra la pandemia autoritaria. Ambas son letales.

Este artículo fue publicado originalmente en Cap X (EE.UU.) el 8 de abril de 2020 y en Cato Institute.

 

Últimos 5 Artículos del Autor
[Ver mas artículos del autor]