La Bandera Argentina no se mancha
Rogelio López Guillemain

Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes, Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes (reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra historia" por radio sucesos, Córdoba.




                                                               “El miedo sólo sirve para perderlo todo”
                                                                                                    Manuel Belgrano
 
Apenas 6 días después de conmemorar los 200 años de la muerte de Manuel Belgrano, en pleno corazón del Parque Sarmiento (monumento nacional), el intendente de Córdoba Martin Llaryora, ARRIÓ la Bandera Argentina e izó la bandera de la comunidad LGBTIQ+.
Quiero dejar en claro que lo que escribo no tiene nada que ver con el reclamo de estos ciudadanos; y que repetiría lo mismo si se izara la bandera anarco-capitalista, la de un partido político, la de algunos aborígenes, la de un sindicato o la de un club de futbol.
Más allá de todas las implicancias legales que acompañan semejante acto agraviante sobre uno de nuestros emblemas patrio, quiero referirme a su significado desde lo simbólico, la cual resulta infinitamente más grave y preocupante.
Arriar la bandera y reemplazarla por otra distinta es signo de rendición.  Es rendir la bandera de TODOS LOS ARGENTINOS a los pies de los actos políticamente correctos, actos indecorosos para con ella, que expresan un profundo desamor por nuestro país y que lindan con la idea de traición a la patria.
Nuestra bandera estuvo al frente en innumerables batallas, miles y miles de argentinos dieron su vida por ella.  Tal como lo hizo el subteniente de tan sólo diecisiete años Mariano Grandoli en Curupaytí, quien le había escrito la noche anterior a su madre: "Mamá, mañana seremos diezmados por el enemigo pero yo he de saber morir por la bandera que me dieron".  El día de la batalla, "salió con catorce balazos y perdió la vida quien la llevaba (a la bandera) tan dignamente. Hecha pedazos y manchada con la sangre del intrépido subteniente, tal vez no la conozcan más las distinguidas señoritas que la trabajaron; en el ataque fue la primera que flameó contra la trinchera".
Ese mismo día, el capitán José Ignacio Garmendia escribió: "Vi salir un soldado cubierto de lodo. Venía solo, agobiado de fatiga, demostrando el cansancio angustioso del día. Conducía una enseña despedazada, sucia, ennegrecida, con una borla cortada por un balazo. En su rostro sudoroso, velado por una expresión sombría indescriptible, se escondían dos ojos enérgicos y refulgentes, inyectados de sangre. Cejijunto el ceño, revelaba algo de feroz aquella cara africana. Cuando estuvo próximo, haciendo vibrar el estandarte con gallardía, nos lanzó una altiva mirada y gritó, como si fuera el vencedor del infortunio: "¡Yo soy el soldado Carranza del 1º de línea y esta es su bandera!".
Esa es la misma enseña patria que flameó en los combates de la independencia, la misma por la que lucharon San Martín, Belgrano, Güemes y tantos otros, la misma que juraron defender los patriotas que hoy están enterrados en Malvinas.
La Bandera Argentina no es solo un pedazo de tela, no es un adorno para salir a gritar un gol.  Es un sentir, un símbolo de nuestra identidad y como dice la promesa a la bandera que TODOS hacemos en la escuela: “representa los valores que los fundadores de la nacionalidad defendieron y promovieron con sus luchas y sus sacrificios, triunfos y derrotas.  Esos valores son los de la libertad, la tolerancia, la justicia, la igualdad, la paz y la solidaridad. Es el símbolo de nuestra soberanía”.
Y yo le sumo otros valores que hemos perdido.  La decencia, la honorabilidad, la cortesía, el decoro, el valor de la palabra empeñada, la honestidad, el deber cívico, el respeto al prójimo y a las instituciones (por parte de los ciudadanos en general y de los políticos en particular) y el amor a la patria (patria quiere decir la tierra de nuestros padres).
Por eso les recuerdo a los políticos y a todos y cada uno de los argentinos la promesa que hicieron en 4° grado.  Una promesa que incumplimos cuando no asumimos día a día nuestro deber ciudadano y cuyo incumplimiento ha provocado El Imperio De La Decadencia Argentina.
Argentinos:
“¿Prometen defenderla, respetarla y amarla, con fraterna tolerancia y respeto, comprometiéndose a ser ciudadanos libres y justos, aceptando solidariamente en sus diferencias, a todos los que pueblan el suelo y transmitiendo, en todos y cada uno de nuestros actos sus valores permanentes e irrenunciables?".
Próximamente festejaremos un nuevo 9 de Julio y evocaremos nuestro Día de la Independencia.  Creo que es un buen momento para preguntarnos a nosotros mismos si somos verdaderamente independientes o si tan sólo somos simples esclavos del poder político. 
Es un buen momento para preguntarnos si estamos dispuestos a vivir de rodillas, obedeciendo órdenes y bajando la cabeza como dóciles vasallos del rey y sus cortesanos, o si de una vez por todas tomaremos lo que nos pertenece.  Es un buen momento para preguntarnos si de una vez por todas tenemos el coraje necesario para reconquistar el control de nuestras vidas; si somos capaces de recuperar nuestra libertad y si defenderemos nuestra propiedad y nuestra patria de los enemigos internos que la quieren destruir.
No es tiempo de tibios, no es tiempo de indiferentes, vacilantes o miserables.  Hoy, más que nunca, es tiempo de desatar La Rebelión de los Mansos.

 

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