Vicentín: Vivir y dejar morir
Martín Krause
Es Académico Asociado del Cato Institute y profesor de Economía de la
Universidad de Buenos Aires. Sus escritos fueron
publicados en las obras “Soluciones de Políticas Públicas para un País en
Crisis” (2003), “Claves para interpretar la Argentina” (2004) de la Fundación
Atlas para una Sociedad Libre.
El intento del gobierno
de expropiar la empresa Vicentín plantea serios problemas para los argentinos
en al menos tres áreas:
1. La primera es la económica.
Los trabajadores de
Vicentín y los ciudadanos de Avellaneda, Santa Fe, ya han manifestado su
rechazo y preocupación por el destino de la empresa y sus puestos de trabajo.
Además, el asalto a
Vicentín envía una de las peores señales a quienes piensen en invertir en el
país, tanto sea locales como extranjeros. Menos inversión es menos empresas,
menos fábricas, menos servicios, menos empleos. Un menor nivel de vida, menos
oportunidades, más miseria. Esto afecta a los de Avellaneda, a los de Santa Fe
y al país en su conjunto.
La decisión se toma,
además, en momentos que el gobierno parece estar llegando a los tramos finales
de la larga historia de la negociación de la deuda externa, cuando lo que menos
necesitamos es generar desconfianza. Ya sabemos cómo son los costos de los
default de la deuda. Y tenemos más que suficiente con los costos que genera la
cuarentena como para agregarle otro más, que puede tener alto impacto, sobre
todo cuando salgamos de ella.
2. La segunda impacta sobre la seguridad jurídica.
La decisión
gubernamental propuesta pasaría por sobre un juez que interviene en la causa,
quien ni siquiera podría tomar una decisión de ese tipo. Interferir en las
decisiones de los jueces es la peor garantía que podemos tener sobre la
protección de nuestros derechos. Hoy serán los de Vicentín, ¿mañana por qué no
los nuestros?
3. La tercera se relaciona con nuestra libertad.
Algunos pensarán qué
tiene que ver este tema con la libertad, ya que no parece que nadie vaya preso,
por el momento. Pero se refiere a la libertad de buscar nuestro propio camino.
Aquellos que amamos la libertad, la queremos tanto para triunfar como para fracasar.
Sabemos que no nos pueden garantizar un resultado y un mundo donde se elimine
todo riesgo de que nos vaya mal es también uno que elimina la posibilidad de
éxito.
La empresa habrá
cometido sus errores y ya está sufriendo las consecuencias, pero el Estado no
es ajeno a eso. Por un lado, generó condiciones de inestabilidad económica que
alteran el desempeño de cualquier actividad: modificó las reglas de juego, el
tipo de cambio, las retenciones, las tasas de interés; más impredecibles que el
clima, que también afecta esta actividad pero por causas naturales, no humanas.
Además, posee un banco, Banco Nación, que realiza operaciones comerciales y
presta el dinero de los contribuyentes, una actividad de intermediación
financiera que no tiene ninguna justificación pública, y corre alto riesgo de
terminar haciendo negocios con los amigos de turno.
En definitiva, Vicentín es un reflejo del tipo de
estatismo regulatorio y corporativo que tenemos en la Argentina. Una maraña de controles que, por impedir el
fracaso, bloquea el éxito. El título de este documento no tiene que ver con
la pandemia, tiene que ver con la economía y la actividad emprendedora. Tenemos
que dejar que esta florezca y también que muera, cuando le toca, cuando el
capital es mal invertido o gestionado, cuando no se ofrece lo que los
demandantes quieren. Alberdi decía en
Sistema Económico y Rentístico que “el gobierno tiene el poder de estorbar o
ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza”, y
que ésta lo único que exigía era “lo que Diógenes de Alejandro: que no le haga
sombra”.
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