El papel del Liberalismo en la década del 2020
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
“Vivir es caminar
hacia una meta” (Ortega y Gasset)
El liberalismo es una doctrina que se basa en la fe en la libertad. Defiende
la libertad del individuo y una intervención mínima del Estado en la vida
social y económica de la sociedad. Es la culminación de toda la tradición
política occidental.
El Estado es
considerado un mal necesario que debe cumplir solo con sus funciones de
implementar leyes, dar servicio de justicia y orden público, pero, potencialmente, es reconocido como enemigo de
la libertad, por ello, pretende limitarlo. Tiene en cuenta el principio
sociológico “todo poder tiende a extenderse si no hay otros poderes que lo
contengan”, es así, que los gobiernos liberales se caracterizan por fortalecer
a la sociedad civil, donde se encuentran los poderes no ligados al Estado, que
lo vigilan y controlan. El marxismo, el
nacional socialismo, el fascismo y los regímenes nacional-populares son
enemigos del liberalismo, aparecen con nuevos principios filosóficos, luego de
abandonar las prácticas de la política liberal. Todos pasaron por encima de las
libertades civiles y destruyeron, en la práctica, las libertades políticas que
habían sentado las bases de las instituciones democráticas.
El panorama actual de La Argentina es el de un
descenso acelerado, sin control, sobre todo desde el punto de vista económico y
con la posibilidad de estrellarse ante una realidad social que seguramente
empeorará día a día. Esta situación se ha hecho clara en parte de la sociedad
que se había mantenido alejada de toda actuación política y hoy se ha visto en
la necesidad de participar antes de que sea demasiado tarde. La política económico-social
del Gobierno se ha venido abajo. Si
continúa regimentando la economía, estará obligado a aumentar aún más los
impuestos hasta implantar una dictadura económica que como sabemos es
precursora de la dictadura política. El futuro depende de que esté dispuesto a
cambiar el rumbo, a deponer la arrogancia con que ha procedido, llevando al
país al desprestigio internacional, escasez de divisas, alza de precios,
producto de las practicas intervencionistas, estatistas y dirigistas.
El sistema capitalista se deprime o deja de existir,
donde el Estado controla los precios, fija opciones productivas sobre la base
de un plan, dirige el monto y la naturaleza de las inversiones y desaparece la
espontaneidad de los mercados.
La esperanza es el liberalismo. ¿Cómo será en nuestro país su rol, en la
década del 2020, de acuerdo a la situación actual?
Hay un avance de los liberales y sus ideas, todavía,
no representadas por un partido que atraiga a todos. Se debe, en parte, a la
incomprensión, los egoísmos, y las luchas internas, pero, es posible, que la
necesidad de unión prime cuando las papas quemen. Tendrán que terminar con el
error que constituye la proliferación de partidos liberales, debido al “purismo
ideológico” o a intereses particulares, uniendo opiniones, ideas, esfuerzo y voluntades, en un solo
partido. La meta suprema de un partido es alcanzar el poder, ocupar el
Gobierno, es decir la dirección del Estado. Es por eso que los esfuerzos deben
concentrarse en uno, que acepte al sistema de partidos, esté comprometido con
los usos y costumbres democráticos y, desde allí, se
muestre una visión arquitectónica de los problemas, tanto, como sus probables
soluciones. De este modo podrán diferenciarse de las corporaciones o grupos de
interés, dejando de ser facciones inestables, cuyos miembros se unen, en
general, transitoriamente, en procura de un interés político particular.
Desde hace
tiempo, la incomprensión, las luchas internas, y los egoísmos, junto con la aplicación de sistemas económicos
fracasados, han anulado las brillantes posibilidades de un país rico y
privilegiado como el nuestro. Las iniciativas legislativas, que en las buenas
épocas se transformaban en leyes, previas discusiones, que jerarquizaban la
función, han ido desapareciendo.
Se necesitan voces que promuevan las ideas y
proyectos de reformas liberales en todos los ámbitos, pero especialmente donde
se orienta y dirige la política del país. Hoy el Parlamento está integrado,
salvo honrosas excepciones, por hombres digitados por las autoridades
superiores de la organización partidaria, pero sin las condiciones. o
antecedentes, que debiera constituir el patrimonio de los elegidos, para
desempeñar esa función.
Se han presentado, a la opinión pública, varios posibles candidatos liberales para las
elecciones legislativas del 2021. Algunos, con experiencia política, y otros
sin, pero con antecedentes técnicos y profesionales. Conscientes de su
responsabilidad ciudadana sienten el deseo de participar y comprometerse en el
Congreso como primer paso para cambiar la estructura política partidaria
tradicional. Se pretende actuar con sistemas, procedimientos y sobre todo
principios, que aseguren el cumplimiento de la Constitución alberdiana. El
arribo de liberales al ruedo político tiene como meta renovar el sistema, las
ideas y las características de los hombres que integran puestos claves de
decisión política y económica. Su futuro será promisorio si, además, se aprovechan a hombres con conocimiento y
experiencia, en virtud de su actuación pública o privada, quienes se han
alejado de la función pública pero, pueden volver a participar asesorando a
quienes asuman los cargos. A los
liberales que están fuera de la política les seguirá ocupando la tarea de
convencer sobre las bondades de la sociedad abierta, en diferentes ámbitos.
El futuro, por lo menos, de la primera mitad de la
década, creo que estará en el Congreso y en la Legislatura de la Ciudad y de la
Provincia de Buenos Aires. De allí surgirá el despegue hacia cargos más
elevados. Las elecciones legislativas tendrán gran importancia porque se verá
en las urnas si está surgiendo el liberalismo como fuerza política, aunque sea
en embrión.
Es
esperanzador que haya un avance lento, pero persistente, de políticos
profesionales. Estos deben desplazar a los líderes sindicales que intentan
ocupar su lugar. La libertad protege la diversidad. No está bien que se vayan
todos, sino que haya recambio y mejoren las ideas, verdadero centro de la
causalidad histórica.
Las políticas públicas deben tender a fortalecer a
la sociedad civil, el libre mercado, la propiedad privada, y el estado de
derecho. Es el camino que promoverán los liberales como medio para morigerar la
corrupción y también como fuente de progreso material y espiritual. El sistema
democrático que permite la lucha pacífica por el poder, representa una más
equitativa distribución del poder, habrá que mejorarla.
El futuro va a depender de que no se concentre el
poder en pocas personas, amenaza a sus libertades. Es tarea liberal, en el futuro, concientizar a la gente que hay que cambiar el
actual sistema por una economía de mercado que de fuerza a la iniciativa
individual, dignidad y responsabilidad, quebrantada por distintos gobiernos, con variados matices.
Las instituciones liberales han preparado un plan global,
para salir a la palestra, en caso de que las circunstancias se agraven: programa
ligado a la libertad política y
económica, Cambiar, por un sistema basado en la libre elección de las personas
es el adecuado porque da impulso para
evolucionar. Es necesario inspirar la confianza suficiente para que los
inversores y la gente sepan cómo van a manejarse en la próxima década sin que
vivan con la incertidumbre de que cada nuevo gobierno le cambie las reglas de
juego.
Ya sea desde
un cargo, o formando parte de la oposición, el papel de los liberales será
importante. El grupo de gente que sabe cómo funciona el sistema capitalista, basado en el mercado y en el respeto por la
propiedad e iniciativa privada, seguirá luchando por las ideas, espero que
desde un partido, y trabajando, para hacer conocer sus meritos a todos los
argentinos. Desde el Congreso- es de esperar que llegue gente capaz- deberán
controlar a quienes gobiernan dando la voz de alerta cuando la política se
aleja de la realidad.
Las relaciones exteriores tendrán suma importancia.
El internacionalismo que caracterizaba en su origen a socialistas y comunistas
- ya no cantan “La Internacional” - fue desplazado por el nacionalismo.
Comparten el antiimperialismo y la ampliación del Estado. Su avance sobre la
sociedad civil siempre es un castigo para el sistema capitalista como se
demuestra en tantas experiencias históricas. En una sociedad planetaria que se
caracteriza por una política con preocupaciones internacionalistas, estas ideas
vetustas tienen, aún, arraigo en nuestro
país.
Existe ya un
mercado mundial del que los países no podrán prescindir. Seguirá luego de la
pandemia la interdependencia entre las naciones a pesar de diferencias y
conflictos. Este mercado mundial solo puede ser sostenido por el capitalismo,
sistema capaz de reproducir riqueza. No son los gobiernos los que la generan, es
el producto de decisiones voluntarias, espontaneas, realizadas con la
información que solo puede ofrecer el mercado. El capitalismo que sostiene las
economías desarrolladas del mundo necesita de un marco institucional en el que
los precios, las inversiones, las empresas, el manejo de la propiedad privada,
además de las libertades civiles e individuales, no sean trabados por las
acciones arbitrarias de los gobiernos. De ahí que es bienvenida la actitud de
parte de la sociedad que reclama una justicia independiente, primordial para el
progreso social y económico.
Sin tener la
bola de cristal para vaticinar qué pasará en el futuro, creo que los argentinos, cuando vean peligrar su calidad de vida,
elegirán gozar de los bienes y servicios que permite la producción capitalista,
aunque a veces sin notarlo, sigan combatiendo la globalización y la sociedad de
alta complejidad en la que, por suerte, vivimos. Será entonces el turno de
gobiernos que defiendan los principios lockeanos: vida, libertad y propiedad.
Solo en un
ambiente de paz, estabilidad política y económica y sobre todo de instituciones
que garanticen la propiedad privada y la libertad de los ciudadanos para forjar
su propio destino, puede tener Argentina un futuro próspero.
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