El fanatismo es la pasión enceguecida
Rogelio López Guillemain
Autor del libro "La rebelión de los mansos", entre otras obras. Médico Cirujano. Especialista en Cirugía Plástica. Especialista
en Cirugía General. Jefe del servicio de Quirófano del Hospital Domingo Funes,
Córdoba. Director del Centro de Formación de Cirugía del Domingo Funes
(reconocido por CONEAU). Productor y conductor de "Sucesos de nuestra
historia" por radio sucesos, Córdoba.
“El
dogma genera un estado hipnótico en quien se niega a pensar y cuya expresión
emotiva es el fanatismo. El fanatismo es
el hijo dilecto de la ignorancia”
Con la sutil delicadeza
de una vaca en una cristalería, la fascista y adoctrinadora de estudiantes Laura
Radetich, dejó en evidencia un problema conocido por todos y callado por la
mayoría: el adoctrinamiento en el sistema educativo de la Argentina.
Este metódico lavado de
cerebros implementado en nuestras escuelas no es nuevo y tampoco fue inventado
por los argentinos.
El primer ideólogo de
este régimen de humillación intelectual fue Antonio Gramsci, a quien se le
atribuye la frase “La conquista del poder
cultural es previa a la del poder político, tomen la cultura y la educación y
lo demás se dará por añadidura”.
En Sudamérica su
seguidor más destacado fue el pedagogo Paulo Freire, quien escribió el libro “Pedagogía del oprimido”, claro ejemplo
del uso político de la educación. Ambos
“intelectuales” eran marxistas, eran defensores de las mismas ideas que se
implementaron en China y en la Unión Soviética, ideas que causaron la muerte de
más de 100 millones de seres humanos, muchos de ellos asesinados por haberse
atrevido a pensar por sí mismos.
Ese mismo marxismo del
que nacieron el fascismo de Mussolini y el nacionalsocialismo de Hitler,
sistemas homicidas y opresores enemigos del pensamiento propio. Las relaciones entre estas ideologías las
podés comprobar en los miles de documentos que se encuentran en la web.
¿Y quién fue en
Argentina un ferviente admirador de Mussolini? Adivinaste, el General
Perón. Durante su estadía en Italia,
Perón quedó tan enamorado del fascismo, que copió varias de sus estrategias,
entre ellas el adoctrinamiento de la juventud. Esto decía Juan Domingo: “la escuela primaria constituye entonces el primer escalón de captación
y el adoctrinamiento de la futura ciudadanía al movimiento justicialista”,
“esta exigencia impone al personal de preceptores maestros y profesores una
profunda identificación con los postulados de la doctrina”. No me creas, búscalo y escúchalo vos mismo.
Los nombres de Perón y
Evita invadían los libros de textos escolares, incluso las provincias de La
Pampa y Chaco llegaron a llamarse Eva Perón y Presidente Perón. El peronismo expulsó de la universidad a nuestros
premios nobel Saavedra Lamas, Leloir y Housay, Borges fue trasladado de su
cargo de auxiliar bibliotecario a “inspector
de aves, conejos y huevos”; y representantes de la cultura como Atahualpa Yupanqui
o Astor Piazzola debieron huir de la Argentina.
¿Por qué fueron perseguidos y castigados estos destacados compatriotas?,
porque cometieron el pecado de no someterse
al dogma peronista.
Y digo pecado porque el
peronismo es una religión y como toda religión tiene dogmas de fe, tiene
“verdades” que están prohibidas discutir y que deben ser repetidas como mantras
si no se quiere ser acusado de oligarca, facho o vende patria.
Los dogmas políticos no
se razonan, no se debaten. Los dogmas se
obedecen y se militan. El dogma genera
un estado hipnótico en quien se niega a pensar y cuya expresión emotiva es el
fanatismo. El fanatismo es el hijo
dilecto de la ignorancia.
Es importante
diferenciar dogma de doctrina. Esta nace
del intelecto y es consciente de su falibilidad. La doctrina se basa en argumentos, se somete
a debates, la doctrina se defiende con pasión y racionalidad.
Luego de este breve
recorrido, llegamos a la energúmena que aparece en el famoso video gritándole a
un alumno. Desquiciada que por una
ironía del destino da clases en la escuela técnica Eva Duarte de ciudad Evita. Esta docente entiende tanto de educación como
yo de física cuántica. Y poco me importa
los títulos que tenga, porque ellos avalan su instrucción y no su comprensión
del arte educativo. Me recuerda la
respuesta de Sarmiento a un estanciero en una discusión: “es imposible saber más y entender menos acerca de un tema”.
Educar no es solo
instruir, es mucho más.
Educar es abrir la
mente del estudiante a las dudas, no es abrirle la cabeza a palos. Es claro que nuestras opiniones y clases
nunca serán objetivas, por eso, en esta búsqueda del saber y la verdad que
conforma el espíritu de la cátedra, es imprescindible ejercer la honestidad
intelectual y el pensamiento crítico en libertad.
Por otra parte, en lo
que se refiere a la vida en sociedad, el formarse en reglas de convivencia y de
comportamiento cívico también es una parte muy importante de los
aprendizajes. Estas deben fomentar la
vida en armonía, la empatía y el respeto por el otro, más allá de las
diferentes posiciones personales acerca de política, religión, cultura o
futbol.
El lavado de cabeza
ideológico no es educación cívica, es esclavitud; es someter la razón y el
propio entendimiento al mandato del más fuerte y el mas fuerte en el aula es el
docente.
No permitas que te
sometan. Es cierto que muchos docentes
le hacen la vida imposible a los alumnos que no repiten las ideas que ellos les
imponen, también es cierto que si se resisten los aplazan. Por eso, ante este
desbalance de poder entre el docente y el estudiante, considero prudente y
legítimo que los alumnos graben y filmen a estos siniestros lavadores de
cerebro.
Dejar en evidencia en
forma anónima a estos dictadores de las aulas, es quizás la única forma de
evitar represalias. Tenés derecho a defenderte de estos
esclavistas del pensamiento. Ejercé tu
derecho.
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