¿Qué podemos aprender de que Estonia ya haya igualado a España en renta?
Juan Ramón Rallo
Director del Instituto Juan de Mariana (España) y columnista de ElCato.org. 



Estonia, esa república báltica que durante tanto tiempo estuvo aplastada por el imperialismo de la Unión Soviética, acaba de igualar en renta per capita a España (una vez ajustamos por el diferencial de poder adquisitivo). Hace un año ya logró una gesta similar la República Checa (y en su momento ya advertimos de que Estonia sería justamente la siguiente en lograrlo). Y aunque es verdad que este hito se ha acelerado con la pandemia (España fue el país del mundo desarrollado que más se hundió en 2020), la tendencia viene de atrás: sin pandemia, quizá no se habría logrado en 2021, pero sí en el año 2023 o en 2024. 
A la postre, Estonia (como también la República Checa) llevan años creciendo por encima de España, de modo que resultaba esperable que nos terminaran igualando y superando. Pero, ¿a qué se debe ese mayor crecimiento de Estonia? Causas las habrá diversas, mas desde luego una ha sido decisiva: su sistema tributario.
Desde hace años, esta república báltica encabeza el ranking de mejores sistemas fiscales del mundo, elaborado por la Tax Foundation. Para muestra cuatro botones. Primero, el Impuesto sobre Sociedades de Estonia tiene un tipo del 20% (cinco puntos por debajo del español), pero es que además sólo grava los beneficios cuando son distribuidos a sus accionistas, incentivando consecuentemente que éstos sean reinvertidos internamente para incrementar la capacidad productiva de la compañía. Segundo, Estonia disfruta de un tipo impositivo único en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) del 20%. Todos los trabajadores abonan el mismo tipo impositivo nominal, aunque no el mismo tipo efectivo (pues la existencia de deducciones contribuye a generar una progresividad efectiva). Este reducido IRPF incentiva a que los trabajadores incrementen su predisposición a trabajar, generando una mayor riqueza para el conjunto de la economía. Tercero, Estonia cuenta con un tipo prácticamente único de IVA, igualmente en el 20% (existe un tipo reducido del 9% para una cesta muy reducida de bienes, como los libros), lo que contribuye a no dañar en exceso los incentivos a ahorrar. Y cuarto, el IBI de Estonia solo grava el valor del suelo y no de los edificios construidos sobre él, lo que consiguientemente no desincentiva la inversión en vivienda o en locales comerciales. 
En conjunto, pues, Estonia es un país amigable para el ahorro y para la inversión: justamente, el motor del progreso de una sociedad es la transformación del ahorro en inversión productiva. La sociedad estonia entendió desde un comienzo que necesitaban atraer ahorro extranjero y amasar ahorro interior para transformarlo después en estructuras empresariales que capitalizaran el país. Crearon, pues, un sistema tributario que favoreciera el ahorro y su ulterior conversión en inversión. Acertaron y hoy ya son tan ricos como nosotros. ¿Aprenderemos la lección?
Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España) el 7 de septiembre de 2021 y en Cato Institute.


 

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