El más poderoso de una superpotencia
Silvia Mercado Alemán
Coordinadora de la Red Liberal de América Latina (RELIAL), México DF.
Mientras la polémica sigue girando en torno a Elon Musk “el hombre más rico del mundo”, según la revista Forbes, el hombre más poderoso consolida su supremacía y ya se advierte que el mundo quedará pequeño ante sus ambiciones.
Hay que hablar de Xi Jinping, presidente de la República Popular China, secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China, presidente de la Comisión Militar Central… el jefe, el mesías, el padre de la nación, el hombre a quien se le asignó la “nueva era de la modernización socialista”, el líder cuyo partido le otorgó la posibilidad de mantenerse en el poder al menos hasta 2027. No menos que histórica la resolución de la sexta sesión plenaria del XIX Comité Central del Partido Comunista Chino que, como titularon diarios internacionales, “elevó al presidente Xi Jinping al nivel de Mao Zedong y Deng Xiaoping”. Y a todo esto, ¿qué tanto sabemos de Xi Jinping? Sorprenderá saber que su perfil no dista mucho de cualquier caudillo latinoamericano, que en sus discursos remarca sus raíces campesinas y no pierde ocasión para repetir que viene “desde abajo”: “Yo también soy del pueblo llano. Fui agricultor siete años, luego me convertí en alcalde de un pueblo, de un distrito, de una ciudad y gobernador de una provincia”, comentó en alguna de sus visitas en América Latina. También es de aquellos que necesita centralizar el poder de cualquier manera y capitanear con autoridad absoluta.
Se dice que no hay rincón en Pekín donde no se halle su rostro en carteles gigantes; cuentan que Liangjiahe, localidad donde entregó su juventud al Partido Comunista, es ahora un parque temático, un lugar casi espiritual a donde se puede ir a venerarle. Ni qué decir de la inclusión de “sus pensamientos” en la mismísima Constitución en calidad de referencia teórica para lectura obligatoria, bajo el título: “Sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era". Claramente Xi Jinping está decidido a transformarse en un mito, y no escatima recursos ni esfuerzos para vigorizar el culto a su personalidad tanto o más que el padre de la República Popular China, Mao Zedong; demás está decir que el Sr. Xi cuenta con todo el aparato estatal, la prensa oficial y la élite de empresarios amigos del poder que no dejan de alabar su genio y figura.
Siguiendo el manual del buen populista ha izado banderas muy efectivas, por ejemplo, su política anticorrupción, a través de la cual despidió, encarceló y ejecutó a miles de funcionarios públicos; esta medida ciertamente elevó su popularidad, pero sobre todo le permitió depurar a su entorno a gusto y antojo. Y hay que mencionar su emblema distintivo: The China Dream que a diferencia del American Dream, el ideal de prosperidad y oportunidades para cada ciudadano, el sueño chino aspira a consolidar China como una superpotencia sin precedentes. Para puntualizar: si el sueño americano es, de alguna manera, individual, el sueño chino es inequívocamente estatal.
Por si fuera poco, este 2021 a Xi Jinping le tocó encabezar el aniversario centenario del Partido Comunista Chino; como todo lo que tiene ver con el gigante asiático: el partido más grande del mundo, con 95 millones de afiliados, uno de los más antiguos y, sin duda, el que lleva mayor tiempo en el poder. Esta celebración fue la plataforma perfecta para enviar un mensaje cuando menos intimidante: si Mao Zedong tuvo la misión de legar China unida y Deng Xiaoping China rica, Xi Jinping tiene en sus manos afianzar a China fuerte: "Nunca permitiremos que alguien intimide, oprima o subyugue a China (…) Cualquiera que se atreva a intentarlo se encontrará con su cabeza sangrientamente golpeada contra la Gran Muralla de acero forjada por más de 1.400 millones de chinos", resonó su amenazante discurso según el reporte de la BBC. Se especula que estos “avisos”, así como las ostentosas demostraciones de armamento, van dirigidos hacia EE.UU., la otra superpotencia con la cual las relaciones no están en su mejor momento. La tensión se debe, sustancialmente, a las críticas que ha hecho el Pentágono al régimen de Xi Jinping por las recurrentes violaciones de los derechos humanos, la represión en Hong Kong y, por supuesto, la bomba de tiempo que supone Taiwán. Pero, para bien, la voluntad de diálogo está. A mediados de noviembre Joe Biden y Xi Jinping entablaron un primer encuentro virtual. No se sabe en qué deparará este acercamiento; sin embargo, no están demás las intenciones, aún no sabemos si buenas o sinceras, sobre todo considerando que uno de los interlocutores es el autoritario con más poder en el mundo.
Publicado en Cato Institute.
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