¡La suerte está echada!
Elena Valero Narváez
Historiadora, analista política y periodista. Autora de “El Crepúsculo
Argentino. Lumiere, 2006. Miembro de Número de la Academia Argentina de Historia.
Nos gobiernan políticos prepotentes, desaprensivos y frívolos, incapaces de mostrar una reacción razonable
ante los problemas. No proponen ningún plan, ninguna idea que tienda a superar
estos casi tres años de desorden económico. Buena parte de la sociedad esta
conmovida por el miedo, la incertidumbre y por
el grado de inmoralidad del gobierno,
abrumada por la imposibilidad de llegar a fin de mes.
Nuestros problemas comenzaron cuando nos apartamos de la
ruta de los países desarrollados de Occidente, allá por 1943 perdimos el buen
nombre y no pudimos recuperarlo más. Se
consolidó un sistema cuyo resultado fue
el estancamiento económico, la decadencia cultural y la debilidad
institucional. La posición del gobierno
actual es similar a aquella, del mismo signo,
que nos lleva a perder valores
fundamentales e ir por un camino de difícil retorno el de la recesión, caracterizada por fuga de capitales, desinversión, alza del dólar, caída del salario, desocupación y grados de inflación muy altos.
Algunos intentos por
combatirlo que mostraron indiscutibles buenos resultados ( Frondizi-Alsogaray)
( Menem- Cavallo) fueron diluidos por la persistencia en una dirección
equivocada. Los Kirchner desanduvieron el rumbo, y aquí estamos, una vez más, al borde de la hiperinflación y el desorden
social. Se tolera una corrupción que a esta altura ya es generalizada, la libertad y la competencia han sido dañadas
desde lo político y lo jurídico; el Congreso ha usurpado en muchas ocasiones los derechos individuales, con el propósito de darle al gobierno injerencia
en la conducción y arbitraje de la industria y el comercio.
Las negociaciones con los titulares del poder económico,
sindicalistas, asociaciones,
confederaciones, no han sido para elevar el nivel de la gente común. Fueron acuerdos donde, por lo general partieron la diferencia, el Estado les ha
dado un subsidio especial u otras compensaciones que se han transferido a los ingresos de los ciudadanos, licuando sus ahorros. Esta forma
de actuar está ligada a la visión
colectivista de los populismos, a los que detectan las palancas del sistema, alejados del Sistema de Partidos.
La suerte está echada! No le queda al Gobierno fuerza para generar buenas expectativas, solo
una política monetaria mucho más prudente podría atenuar una aceleración cada vez mayor de los precios, pero, a esta altura, solo podemos esperar mayores controles que
llevarán a la economía al punto máximo de ebullición. Se
insiste, en los hechos, en que no
haya negociación con el FMI, en vez de tratar de quitarle temores, los acentúa. La política es de extrema
ignorancia, el cumplimiento de nuestras obligaciones o al menos nuestra buena
voluntad de cumplir los compromisos y
pactos internacionales, las relaciones de amistad hacia los países democráticos, baluartes
de la defensa de los valores occidentales, no les importa.
No se puede dejar de
reconocer, sin intentar la justificación
a estas irresponsables políticas, que la irracionalidad de fines y de
protagonismo exagerado que han tenido no pocos gobiernos en nuestro país,
forman parte de la cultura política argentina que en nombre de emociones
nacionalistas, alejadas del amor genuino a la Patria, aplaudieron,
por ejemplo, políticas fascistas y la invasión
de las Malvinas, en nombre de la
dignidad nacional, sin mirar las consecuencias, inyectado el corazón de
patrioterismo. Lo terrible es, que no se
quieren pagar los costos, se convierten los fracasos en victorias y se olvida
brindar ayuda, como sucedió con los
inocentes muertos por el terrorismo o los soldados de Malvinas, heridos física
y psicológicamente por decisiones mal pensadas.
La política internacional que tan bien llevo adelante el ex
presidente Menem y también el presidente Macri, se ha diluido. Ahora, la actitud es de provocación al mundo
occidental; atraen continuamente el conflicto y sobretodo torean a EEUU, sin
tener en cuenta que necesitamos de una opinión favorable -es la más importante-
si queremos obtener ayuda financiera.
Esta actitud, repetida muchas veces en
el pasado, ha resultado, y lo será otra vez, muy costosa para los argentinos.
La política exterior
del gobierno menemista fue un ejemplo a imitar, supo que el enfrentamiento era
un costo mayor que el de mantener buenas relaciones, limitó sus concesiones a su política global y
defendió los genuinos intereses
económicos para obtener un mejor nivel
para los argentinos, en vez de buscar
problemas con los países democráticos. Desde la Segunda Guerra, Argentina no había tenido una política
favorable a Occidente aceptando el natural liderazgo de EEUU, el ex presidente
Menem abandona el Movimiento de los
Países No Alineados, acentuadamente anti
occidental, aceptó la moción norteamericana de investigar la situación de los
derechos humanos en Cuba, envió tropas argentinas al Golfo Pérsico, restableció
las relaciones con el Reino Unido y canceló el proyecto Cóndor
consistente en el desarrollo de un peligroso misil, de alcance intermedio, que se pensaba colocar en el mercado de armas del Medio
Oriente. Cambió la imagen del país y el
rumbo de política exterior: en consonancia con la política interior, acabó la de confrontación por otra de acercamiento
y buena voluntad. Si por los frutos se conoce al árbol, la confianza que
generó, permitió que vinieran capitales
a desarrollar el sector energético y otros
que necesitaban, con
urgencia, de ayuda económica.
El acercamiento a los países de América Latina y del Mundo
debería orientarse hacia los principios de libertad y respeto por el Estado de Derecho propio de la vida
democrática. El país necesita salir del desconcierto por medio de las instituciones republicanas previstas por la Constitución, del clima que surge del respeto de sus
preceptos Se necesita trasmitir a los argentinos voluntad de cambio con una propuesta de
consolidación de la democracia, que
sugiera remover las bases del poder corporativo, una actitud de pacificación y
convivencia, promoviendo un sentimiento de valoración por una Argentina moderna, civilizada, y alineada con los países democráticos.
Nuestro futuro sería mucho mejor si nuestro país se convirtiera en el bastión de los principios
de Occidente en la región, se debería
empezar por fortalecer el orden
jurídico, esencial para instaurar confianza,
porque es el garante del
cumplimiento de obligaciones,
contratos, y de su validez, y restaurar, también,
la majestad de la Justicia independizándola del poder político.
Actualmente se está haciendo una paciente siembra de ideas liberales, serán las que influyan en políticas que
defiendan causas nobles como el de rechazo a los totalitarismos cubano,
venezolano y nicaragüense, a dejar de
confundir autonomía con confrontación para
ensayar diálogos constructivos. Dentro
del sistema liberal, se podría desplegar una intensa, competitiva y doctrinaria acción política para
contribuir a construir un país mejor. La
libertad debería ser la estrella fija de la oposición, tenerla presente
para ir generando la unión integral del país que
deseamos, trasladando la filosofía liberal a cada problema concreto, llegando a quienes no comprenden su
importancia, mostrando que si no es por
el camino de la libertad, Argentina no
tiene destino.
Tenemos graves conflictos que no pueden ser eludidos, se puede intentar resolverlos
con buena voluntad y con prudencia política, hablando en voz alta pero
sin gritos que alejen a la gente sensata. . Hay que animarse a cambiar el
sistema, conquistar las libertades perdidas necesarias para superar el estancamiento y la inflación,
sanear el Estado, devolver a la sociedad
la energía creadora que incentiva intercambios productivos,
inversiones, y oportunidades de progreso
personales.
Una buena política exterior ayudaría a aumentar las exportaciones y las inversiones,
ampliando el margen para pagar la deuda
y mantener un razonable nivel de vida a la población, alejando la recesión,
alternativa perversa, que no permite cumplir con compromisos externos ni mejorar la situación económica de los
argentinos.
Los políticos deben entender que toda decisión plantea un
problema ético porque tiene que ver con las consecuencias y no meramente con
las intenciones, por eso deberían darse
dentro de un clima de libertad, responsabilidad y prudencia, como marco adecuado para tratarlos. El
deterioro ético e institucional tiene siempre consecuencias desfavorables en
materia de libertad, justicia, derechos civiles, autonomía personal y
posibilidades de vida.
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