El deteriorado camino al balotaje
Matías Enríquez
Participante del
Programa de Jóvenes Investigadores y Comunicadores Sociales 2020. Periodista argentino
que ha trabajado en diferentes medios de comunicación, actualmente dedicándose
a la comunicación institucional de organismos de gobierno. Trabajó en
diferentes medios gráficos como El Mundo (España), Marca (España) y ESPN-La
Revista (Estados Unidos), en radio y TV. Fue corresponsal, redactor, movilero,
editor, columnista, conductor y productor. También se desempeña como docente en
talleres de Comunicación, Periodismo y Argumentación. Ha publicado columnas de
opinión en diferentes medios como Infobae, Diario Perfil, ADN Ciudad,
Mundiario y Visión Liberal, entre otros.
Para los fieles creyentes de la astrología, será que la luna está en
Marte –donde se presume que ya le dieron residencia y hasta consiguió
empleo– o también el aparente movimiento retrógrado de Mercurio –que
vaya uno a saber bien qué significa e implicancias tiene–. Para otros,
los vaivenes emocionales de un país inestable por donde se lo mire, que
ya no tiene en la conclusión anual un mundial de fútbol en Qatar para
esconder sus problemas de fondo.
Sea cual sea, el cierre de año –con balotaje incluido– nos está
agarrando con menos energía que otros años, ni que hablar del pasado
2022 que nos tenía a todos subidos a esa desenfrenada Scaloneta de
Messi, Dibu, Enzo y Julián.
El epílogo de este 2023 parece tener pocas razones para festejar. A días del balotaje 2023, Argentina va camino a decidir qué país queremos tener, un slogan tan fastidioso como repetido en las últimas 3 o 4 elecciones, que ya ha perdido el peso propio de su mensaje.
La continuidad de la paupérrima gestión de Alberto Fernández (con
Sergio Massa) o la incertidumbre indescifrable de un nuevo cambio (con
Javier Milei): dos opciones que no seducen a una gran parte de los
argentinos, que están obligados a elegir entre “el menos malo”. Un 33% de argentinos se encuentran en esta dicotomía.
No debe sonar negativo esto último del “menos malo” porque quien
escribe estas palabras –un joven viejo nacido en el año más sagrado de
la historia deportiva argentina…hasta 2022– siempre ha tenido que elegir
opciones de las que realmente no estaba del todo convencido.
La selección del candidato menos malo se ha
transformado en una constante para los votantes que están entre los 30 y
40 años y, en un acto de atrevimiento, presumo que también esto les
ocurre a quienes son cercanamente mayores o menores de esa franja
etaria.
Esta fatiga del cierre de año se alinea, casi como ese coqueteo de la
luna en Marte o el mercurio retrógrado, con un cansancio hacia lo
político creciente, algo que, por ejemplo, se evidencia en la presencia
de Javier Milei en el balotaje.
A mediados del año pasado, sin la efervescencia y el calor electoral,
la consultora Management & Fit realizó un estudio que, entre varios
ítems, incluía el sentir de la población sobre la clase política. Los
resultados fueron tan previsibles como preocupantes: 30% de indignación, 27% hartazgo, 17% frustración y recién el cuarto lugar seriedad (con un pálido 7%).
En resumidas cuentas, el 74% de los argentinos sentía que la política es un verdadero dolor de cabeza, por decirlo suavemente.
Desgraciadamente no he visto estudios de este año sobre esta temática
pero tengo el convencimiento que la cifra se ha mantenido invariable.
Ese sentir del año pasado ha encontrado en este 2023 su correlato, tanto del oficialismo (con la continuidad de una gestión que no parece encontrarle soluciones a la catástrofe económica, la creciente inseguridad y la grave crisis institucional) y de la oposición (que no pudo contener en una jaula al demonio de los egos y ha dejado a una gran cantidad de argentinos sin representatividad, por errores más propios que ajenos).
Ese sentir del año pasado ha encontrado en este 2023 su correlato, tanto del oficialismo (con la continuidad de una gestión que no parece encontrarle soluciones a la catástrofe económica, la creciente inseguridad y la grave crisis institucional) y de la oposición (que no pudo contener en una jaula al demonio de los egos y ha dejado a una gran cantidad de argentinos sin representatividad, por errores más propios que ajenos).
Desgastantes e inservibles PASO, demasiados agravios sinsentido
previo a las Elecciones Generales y un eterno camino igual de complejo
de cara a la segunda vuelta completan este cocktail verdaderamente
agobiante para todos aquellos que no encuentran en los dos candidatos
presentes en el balotaje alguien que los represente.
Si a eso le agregamos la actual campaña de miedo que se está fomentando el hastío es total.
Son tiempos complejos los que vive nuestro país y serán igual de
arduos los años que se vienen, triunfe quien triunfe en las elecciones
2023. No seamos imbéciles: no deleguemos nuestro derecho a votar
a cuestiones místicas o figuras mesiánicas con aires mitológicos.
Apelemos a nuestro sentido común y vayamos a ejercer nuestro derecho con
conciencia y responsabilidad de lo que creemos sea lo mejor para
nuestro país.
Solo así se empezará a construir un futuro más promisorio y
esperanzador para salir de este estado cíclico de decadencia en el que
año a año nos vamos sumergiendo.
Publicado en Perfil.
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