El gran sainete nacional
Malú Kikuchi
Periodista. Conductora de "Cuento Chino" y "La Dama y el Bárbaro", radio El Mundo. Premio a la Libertad 2013, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


El sainete nace en España en el siglo XVIII como una obra teatral en 1 acto, por lo general cómica y era usada como entremés entre 2 actos de otra obra teatral. Deriva de la palabra “saín”, grasa animal, a la que se le agrega el diminutivo “ete”. Durante el siglo XX aparece el sainete criollo.
El sainete criollo, típicamente rioplatense, se hace fuerte a partir de 1920. Se caracterizó por reflejar la vida en los conventillos, con personajes fácilmente reconocibles y a la comicidad le sumó escenas trágicas.
Pero el sainete criollo no ha desaparecido, está vivo. Basta con encender el televisor o el canal del Congreso de YouTube y se  podrá asistir a un tragicómico sainete nacional interpretado por los diputados de las comisiones y los funcionarios que defienden el DNU y la ley ómnibus.
Rescatando los hechos positivos, tanto el DNU 76/23 (de 16 títulos y 366 páginas) del Presidente Javier Milei, como el proyecto de ley Bases y Puntos de Partida para la libertad de los Argentinos (de 664 artículos y 6 anexos), ambos ya están siendo analizados en el Congreso Nacional.
Otro hecho positivo es que los integrantes del plenario de comisiones que tiene la facultad de preguntar a los funcionarios del área que implican algunos de los proyectos de leyes, están trabajando. Pero: ¿leyeron todo el material enviado? En muchos casos parece que no.
No sólo están trabajando, lo que ya es un logro, sino que lo están haciendo durante un tórrido verano, en extraordinarias. ¡Están trabajando durante sus vacaciones! Después de haber trabajado poco y nada durante el gobierno de los Fernández/Massa.
Desgraciadamente hay más hechos negativos que positivos. El plenario de comisiones debe preguntar. Según lo acordado los legisladores tienen cinco minutos cada uno para preguntarle al funcionario de turno, para que este le aclare lo que no está claro o conteste la finalidad de la ley.
Ningún legislador respetó el acuerdo. Todos sobrepasaron el tiempo acordado. Algunos funcionarios, también. Lo peor del caso es que pocos legisladores preguntaron con coherencia, la mayoría explicó con detalles sus propias ideas políticas que por supuesto no coincidían con las de las leyes propuestas. Una fenomenal pérdida de tiempo.
Y la situación desesperante de Argentina con chicos hambreados y pobreza creciente, y una inflación del 25,5% (la más alta del planeta es la herencia maldita del gobierno de los Fernández/Massa) no tiene tiempo que perder. Todo es urgente en Argentina.
Otro de los hechos negativos y este es muy negativo, es que el congreso se ve dividido en dos grandes grupos. No importa que esté atomizado a nivel partidos políticos, que sí lo está. La grieta profunda  se da entre los que creen en un futuro y los que se aferran a un pasado decadente.
Los diputados k y los de la izquierda, dan la sensación a través de sus exposiciones que están envueltos en telarañas, que necesitan un eficaz antioxidante para “aggiornar” sus ideas. Es imposible discutir algo con olor a futuro con personas que se quedaron a mediados del siglo XX. Que creen que la URSS aún existe, que no implosionó como todo aquello que va en contra de la naturaleza humana. Se frizaron en 1950.
Y tanto el DNU como la ley ómnibus tienen errores que hay que subsanar. Nada de lo humano es perfecto, pero todo es perfectible. Hay que reconocer que el trabajo titánico que se hizo revisando más de 3.000 leyes y regulaciones que tienen inmovilizada la economía argentina, deben desaparecer.  Y toda la propuesta es revolucionaria.
Tan revolucionaria que intenta volver a la Constitución Nacional de 1853, esa que hizo de la Argentina un país donde los inmigrantes de buena voluntad y con vocación de trabajo, miraban con la esperanza de poder habitarla, de hacer que sus hijos progresen y ellos también.
Terminar con todo aquello que tiene al país atado a un pasado que sólo trajo decadencia. Milei, con su extrema pobreza política, tendrá que negociar. La política es el arte de lo posible, decía Aristóteles.
Pero es imprescindible. Se espera que el PRO mayoritariamente votará el DNU y la ley (con cambios, en particular la delegación de funciones, artículo 29 de la CN) poniéndole término de un año máximo, y otros cambios. La UCR también en su mayoría votará a favor, lo mismo que el partido de Pichetto. Si Milei consigue que el 50% de sus propuestas se hagan realidad, Argentina cambia. Y el resto lo conseguirá si gana las legislativas de 2025 y  consigue por lo menos duplicar sus legisladores.
El miedo de los diputados que le temen al cambio es porque el statu quo podrá ser malo pero es terreno conocido. Milei propone un cambio radical, volver a las fuentes. Y los legisladores más allá de defender sus privilegios, si los tienen, o sólo defender lo conocido, son demasiados los que están atados al pasado y atemorizados por un futuro desconocido.
Pequeño ejemplo, la ley de tierras. Están los diputados con la idea de defender la soberanía (y un país es soberano cuando su pueblo es libre, tiene trabajo genuino, los hijos estudian y el futuro es mejor que el presente). Les horroriza que un extranjero compre tierras en Argentina. Todos los habitantes de este país, exceptuando los pueblos originarios, son extranjeros que vinieron a comprar tierras. Para empezar los antepasados de estos diputados que gritan, “extranjeros, no”. No hay uno solo de ellos que tenga apellido de pueblo originario.
Hoy en el Congreso coexisten dos conceptos de país. Unos quieren una Argentina subsidiada, donde los precios de todo sean falsos, sin moneda y amiga de todas las autocracias de pseudo izquierda del planeta. Milei propone un país libre, con ciudadanos libres, donde los trámites sean rápidos y fáciles, la moneda dura y la posición internacional del lado de las democracias liberales. Que las Fuerzas del Cielo  iluminen a los legisladores de ambas cámaras y que Argentina empiece a cambiar, que es lo que votó mayoritariamente  el pueblo el 19/11/2023. Que así sea.

 

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