La falsa ilusión de un régimen bi-monetario
Emilio Ocampo
Profesor de Finanzas e Historia Económica en UCEMA (Buenos Aires), donde también dirige el Centro de Estudios de Historia Económica.
En las últimos días
algunos medios han reflotado la idea de que para conseguir la tan ansiada
estabilidad de precios en nuestro país es necesario implantar un régimen
bi-monetario con un sistema bancario en el que coexisten depósitos y préstamos
denominados en dólares y moneda local como el que existe en Perú y Uruguay.
Hace años que Domingo Cavallo y Horacio Liendo, por quienes tengo gran aprecio
y enorme respeto intelectual, proponen esta idea, que además fue parte de la
plataforma de Patricia Bullrich.
Antes de entrar en más
detalles, una cuestión no menor es si se cumplen los requisitos mínimos como
para que un régimen monetario y bancario como el peruano funcione bien en la
Argentina. La Constitución del Perú de 1993 no sólo establece un banco central
independiente en su artículo 84, sino que además, en su artículo 78 obliga al
Poder Ejecutivo a presentar al 30 de agosto de cada año presupuestos anuales
para el año calendario siguiente equilibrados y completamente financiados. No
existen cláusulas semejantes en la Constitución argentina. Y si existieran,
dada la anomia institucional existente, probablemente no serían respetadas, al
igual que muchas otras.
Como he comentado en otro
artículo, Perú no ha logrado lo que ha logrado por casualidad sino porque a lo
largo de las últimas tres décadas su sistema político ha tomado decisiones que
nuestro sistema política se resiste a tomar. Si mi perro tuviera un manubrio no
sería mi perro sino mi bicicleta. Perú no necesita una dolarización. La
Argentina sí.
Otro punto importante a
destacar es que, desde enero de 1993, fecha en que se estableció por ley la
independencia de su banco central, a Perú le tomó cinco años alcanzar una tasa
de inflación promedio mensual inferior a 0,5% mensual, algo que la convertibilidad
logró en menos de dos años.
La Argentina acumula de
más de una década de estanflación. Las soluciones gradualistas no han
funcionado. El calendario electoral es implacable: exige soluciones rápidas (no
más de 18 meses).
Además, como he explicado
en otro artículo, dada la anomia institucional imperante, la probabilidad de
contar con un banco central verdaderamente independiente en la Argentina es
cercana a cero. Y aunque fuera cercana a uno, no tendría la efectividad que
usualmente se le asigna.
Se propone la
“bi-monetariedad” como una solución intermedia, menos radical, más razonable,
menos costosa y supuestamente tan efectiva como una dolarización de jure. El
problema es que no generaría suficiente credibilidad lo suficientemente rápido.
En la Argentina, cualquier régimen monetario con un sistema bancario en el que
coexistan (y compitan libremente) el peso y el dólar quedará siempre expuesto a
la confiscación vía pesificación compulsiva, tal como ocurrió en 2002, y a un
descalce cambiario que puede amenazar la estabilidad financiera. Por lo tanto,
no generaría suficiente credibilidad. Y sin credibilidad no lograría bajar la
tasa de inflación a niveles políticamente tolerables dentro de los plazos de la
política.
Por todo lo antedicho no
es un esquema aconsejable para la Argentina actual. Sería básicamente insistir
con el gradualismo.
Creo sería un grave error
tratar de imponer una falsa “bi-monetariedad” de jure sobre la ya firmemente
establecida “bi-monetariedad” de facto. En igualdad de condiciones, es decir,
dándole curso legal a ambas monedas, y con plena libertad de movimientos de
capitales (es decir, libre competencia), la gente optaría por el dólar y la
demanda de pesos caería gradualmente a cero.1 El peso sólo puede competir si el
gobierno impone restricciones a la tenencia, circulación y/o transferencia
internacional de dólares.
La evidencia es
contundente. Los argentinos tienen entre cinco y seis veces más dólares
billetes que pesos billete. Es decir, han elegido el dólar a pesar de todas las
ventajas que le otorgan al peso el curso forzoso y las restricciones que impone
el cepo y las regulaciones del BCRA. Además, aunque es obvio, es necesario
enfatizar que la bi-monetariedad de jure no es viable ni tiene sentido con
cepo, impuesto país y tipos de cambios múltiples.
El único régimen
bi-monetario que puede ser creíble y funcionar bien en la Argentina a mediano y
largo plazo es aquel que se limite a la libre circulación de billetes físicos,
tal como lo planteaba nuestra propuesta de dolarización. Es decir, un régimen
en el que el sistema bancario –tanto depósitos como préstamos– estaría 100%
dolarizado. Es un sistema similar al establecido en El Salvador en diciembre de
2001 (remito al lector a este artículo en el que describo someramente en que
consiste).
Básicamente, se le daría
curso legal al dólar fijando su paridad con el peso, se congelaría la
circulación monetaria y se dolarizaría inmediata y completamente el sistema
bancario. Los pesos billete en el bolsillo de la gente seguirían circulando
durante un período de tiempo indefinido a la paridad fijada con el dólar. Ambas
monedas tendrían curso legal. Los argentinos determinarían libremente la
magnitud y la velocidad de la dolarización de las tenencias de pesos en sus
bolsillos o billeteras.
Nuestra larga adicción al
populismo nos ha llevado a una situación subóptima. Enfrentamos un menú muy
limitado de opciones viables para estabilizar rápidamente la economía. Mientras
que el peso sobreviva es poco probable que un presidente, por más decidido y
bien intencionado que sea, pueda bajar la inflación dentro de los cortísimos
plazos que imponen el calendario electoral y la dinámica de la política
argentina. En un escenario como el actual, la única manera de recomponer el
capital político de un gobierno reformista es eliminando la inflación
rápidamente sin provocar una profunda recesión. No es un objetivo imposible de
lograr. Es exactamente lo que ocurrió con la convertibilidad en 1991. La
estabilidad creíble y duradera es reactivante y la reactivación mejora el
equilibrio fiscal.
Mientras en la Argentina
predomine la anomia institucional (y la independencia de facto del banco
central sea una quimera), la intersección de los planes de estabilización
macroeconómicamente viables y los planes de estabilización políticamente
viables será un conjunto vacío.
En tales circunstancias,
la dolarización ofrece la alternativa con mayores chances de lograr rápidamente
una estabilidad de precios duradera, condición necesaria para el crecimiento
económico sostenido. Aunque una dolarización también impondría costos, nuestra
historia sugiere que estos costos serían significativamente menores a aquellos
que nos impone y no ha impuesto el régimen de políticas discrecionales que
tenemos desde diciembre de 2001.
Este artículo fue publicado
originalmente en el Substack Dolarización en Argentina el 11 de marzo de 2024.
1. Proponer la libre
competencia entre el peso y el dólar es una manera indirecta de promover la
dolarización. Posiblemente sea políticamente más conveniente plantearla
en esos términos.
Publicado en Cato Institute.
Últimos 5 Artículos del Autor
.: AtlasTV
.: Suscribite!
Dejanos tu email y recibí novedades y todo lo que te podemos ofrecer!