No habrá mejora educativa sin información de calidad
Jaime Correas
Ex Director General de Escuelas de Mendoza y miembro de la Coalición por la Educación.


Los debates educativos suelen olvidar hechos que están en el origen del fracaso. Hay un elemento crucial para cualquier mejora: la producción de información de calidad del sistema. Desde 1996, en tiempos analógico, se implementó el Relevamiento Anual (RA). Desde 2011 se cargó en la web. Una suerte de certificado de defunción de los que pasaron que aspiraba a servir para los que venían.
En 2012 se produjo una aparente revolución. Se lanzó el Sistema Integral de Información Digital Educativa (SInIDE). En diciembre de 2022 “Argentinos por la Educación” publicó el informe “A diez años de la creación del SInIDE, ¿dónde estamos hoy?”.
El primer párrafo es contundente: “El SInIDE surgió en 2012 con el fin de actualizar y enriquecer el sistema de información educativa a partir del relevamiento de sus principales variables en su expresión más desagregada -por alumno/a, docente o asignatura- buscando aportar datos más específicos para la planificación, el seguimiento y la evaluación de la política educativa. A diez años de su creación Argentina aún no cuenta con un sistema nominal de datos educativos con cobertura nacional.”

Con una tablet desde un vacunatorio de cualquier punto del país se puede cargar en “Mi Argentina” la dosis de vacuna del Covid 19 aplicada, con DNI, lote, hora, lugar y en tiempo real aparece en el celular del interesado. ¿Por qué tras doce años el SInIDE está en veremos? Porque no ha existido voluntad política de que tenga éxito. Es un fracaso deliberado.
¿Cuál es la razón? Contar con información real del sistema compromete en los resultados a los funcionarios, pero también a docentes, alumnos y familias que tienen a su disposición los datos que generan evidencias de cómo va cada trayectoria escolar.
Un aspecto clave es la nominalidad, que cada uno aparezca con nombre, apellido y DNI. Se deja de ser parte anónima de un porcentaje, y se pasa a ser un ciudadano educándose o educando. De ese modo el viejo “30% que no aprendió o desertó” se transforma en la lista de quienes son. Y pasan a ser los protagonistas de una política pública de mejora personalizada.
Quienes podían obstaculizar la digitalización efectiva de datos han tenido más poder que quienes saben del valor de contar con información de calidad. Un sistema informático como el requerido tiene múltiples utilidades administrativas para la escuela, pero también para los aprendizajes de los estudiantes. Bien construido, con los datos y funciones adecuadas, es una herramienta de gestión y pedagógica a la vez. Lo contrario del SInIDE. Además de digital y nominal el sistema ese esencial que funcione en tiempo real, como la aplicación “Mi Argentina”.
Es imprescindible que sea un sistema unificado y centralizado, sin bases de datos dispersas que deban cruzarse. El punto de partida debe ser la escuela, que es donde todo sucede. Se suspende la engorrosa confección manual de planillas y se carga directamente en el sistema con un claro régimen de niveles de acceso para poder consultarlo.
Cada uno puede ver lo que le compete. Si está bien diseñado no necesita de conectividad permanente. Trabaja off line y luego sube la información cuando tiene conectividad. El docente carga notas en el celular y cuando llega a un lugar con wifi se suben automáticamente. Desaparece una de las excusas: la deficiente conectividad.
Leyendo el informe de “Argentinos por la Educación” se llega a la conclusión de que la existencia de diversas bases de datos es la garantía de que el SInIDE no funcionará nunca. ¿Por qué? Porque empieza la “batalla por las bases y los datos”. Un funcionario nacional argumenta: “Desde las provincias transparentar genera temor. En el Relevamiento Anual se informan más alumnos que los que hay efectivamente o el nivel de egreso es más bajo del que se reporta”. En un buen sistema esto es imposible porque por DNI sólo se puede cargar una vez en una escuela y las trayectorias se cargan diariamente.
La contracara la dan desde una provincia: “Los ministros me decían: ¿estás loco? ¿Voy a dejar (a Nación) que se metan en las escuelas? ¿Qué le queda a la escuela? ¿Qué me queda a mí como ministro? A eso se le agrega que hay miedos y mitos de qué información entrego por parte de las provincias. Hay desconocimiento de los decisores políticos de los detalles tecnológicos (...) se generan muchos mitos: ¿qué van a hacer con estos datos? ¿por qué van a tener primero ellos los datos? no tiene sentido que las escuelas carguen, la Nación construye datos y devuelve la sistematización, no el dato crudo… Mala percepción de Nación de querer meterse en el aula en el dato de cada chico”. ¿Qué están escondiendo? ¿En qué perjudica que se sepan los resultados de las evaluaciones o de cualquier otro aspecto educativo?
En Mendoza en 2017, durante la primera gobernación de Alfredo Cornejo, pusimos en marcha el sistema Gestión Educativa Mendoza (GEM). El sindicato docente instaba a no cargar los datos porque “era doble trabajo” y “eso nunca va a andar”. Hoy es impensable la educación mendocina sin el GEM, donde sucede la vida administrativa pero también pedagógica del sistema escolar estatal y privado.
Está la asistencia de alumnos y docentes y también los resultados de los censos de fluidez lectora. No sólo no duplicó el trabajo sino que lo simplificó. Desapareció el papel y aquellas engorrosas planillas que había que repetir cuando se volcaba el té. Los datos son digitales dentro de un sistema seguro que permite entrecruzamientos con Inteligencia Artificial.
Un ejemplo: cruzar días de clases efectivos por cada alumnos (con su asistencia, paros, problemas de infraestructura o climáticos) contra resultados de alfabetización. Oh sorpresa: quienes tuvieron más días de clases tuvieron mejores resultados, incluso dentro de una misma aula.
Hoy hay una gran oportunidad de cambio del rumbo educativo. Hay que usar las buenas experiencias. Eso sí, cuando hay información de calidad, se acaban los versos y los números dibujados.

Publicado en Clarín.

 
 

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