Alberdi y la moneda
Gabriela Calderón de Burgos
Es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador). Se graduó en el 2004 con un título de Ciencias Políticas con concentración en Relaciones Internacionales de la York College of Pennsylvania. Desde enero del 2006 ha escrito para El Universo (Ecuador) y sus artículos han sido reproducidos en otros periódicos de Latinoamérica y España como El Tiempo (Colombia), La Prensa Gráfica (El Salvador), Libertad Digital (España), El Deber (Bolivia), El Universal (Venezuela), La Nación (Argentina), El Diario de Hoy (El Salvador), entre otros. En el 2007 obtuvo su maestría en Comercio y Política Internacional de la George Mason University.


Uno de los resultados positivos de la victoria electoral de Javier Milei en Argentina, es que se haya vuelto a hablar en Argentina de la “tradición alberdiana”, en referencia a Juan Bautista Alberdi, el principal autor de la Constitución liberal de 1853. El renovado interés en Alberdi y sus ideas se debe a que Javier Milei se considera heredero de esa tradición. Hoy quisiera destacar en particular las ides de Alberdi acerca de la moneda y el poder de emisión del Estado, algo que por cierto está relacionado con la propuesta estelar de Milei en campaña y algo que es el único consenso nacional en Ecuador: la dolarización.
En sus Obras completas: Escritos Póstumos I (Vol. IX) Alberdi se concentra particularmente en la naturaleza del dinero y el crédito, así como también de la importancia de estos para el comercio de una nación. Alberdi inicia el capítulo titulado “Bancos” señalando que “No habrá comercio en la República Argentina” mientras el Estado sea el único proveedor de “la mercancía contra la cual se cambian todas las demás” —la moneda— y esta sea de aceptación obligatoria —curso forzoso. Estando las cosas así, Alberdi sentenciaba que allí no existía una verdadera moneda, ni verdaderos bancos ni seguridad en los cambios. 
Suplantar los bancos comerciales con derecho de emisión de monedas convertibles a oro y plata por un solo banco estatal emisor, decía Alberdi, era crear “una oficina de gobierno, de carácter fiscal, que no existe sino para impedir, por sus privilegios, la existencia de los bancos verdaderos, que son los bancos de emisión, sujetos a la pena del bancarrotero cuando deja de pagar en oro y a la vista, los billetes emitidos con esa promesa”. 
No obstante, cuando una entidad estatal puede violar esa promesa con impunidad y de manera ilimitada, continúa Alberdi, “No hay más que un medio de reformarlo: suprimirlo. ¿Quién hará esta supresión? Ella equivale a una reforma fundamental del poder, pues el banco político o de Estado, es el brazo del gobierno del Estado. Exigirle su abandono es pedirle su suicidio”. 
Esta cuestión era de suma importancia pues “Nada puede ser estable donde la medida de todos los valores carece de estabilidad. La moneda, el gobierno y el país viven oscilando como la superficie del mar”.
Este era un problema institucional, que viciaba el desarrollo del comercio, del sector financiero, y de una política fiscal prudente. Pero Alberdi incluso consideraba que “Una república con un banco de Estado es un absurdo, un contra sentido”. El banco de estado venía a ser como un “cuarto poder…que se mueve fuera de la Constitución, ley regular de los otros poderes”. Mientras exista así un banco de estado con monopolio de emisión de moneda de curso forzoso, “todas las garantías de la propiedad, que la Constitución promete, quedan reducidas a comedia. No queda en realidad ni sombra de garantía”. 
Valga la aclaración que en el contexto en el que escribió esto Alberdi (fines de 1800s), todavía prevalecía en el mundo el patrón oro. No obstante, esto sigue siendo relevante dado que los ciudadanos de las economías dolarizadas viven en lo más parecido al patrón oro en el mundo moderno, el “patrón dólar”. Donde Alberdi decía oro, léase dólar. Ojalá Milei rescate este punto fundamental de la tradición alberdiana.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 5 de abril de 2024.

 

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