Milei se afianza y los factores de poder empiezan a reacomodarse
Sergio Crivelli


Sobran las pruebas de que la economía es la gran ordenadora de la política nativa. En el caso presente bastó que el improvisado y precario gobierno de Javier Milei aplicara un ajuste fiscal que frenó al dólar y empezó a aplanar la curva de la inflación para que la oposición política, gremial y piquetera comenzara a amainar.
La situación social es crítica, pero Milei retiene el apoyo de prácticamente todos sus votantes, que son mayoría. La comprobación de esta realidad inesperada empezó a permear en los factores de poder que parecen haber comenzado a bajar la combatividad por lo menos hasta que aclare.
En los últimos siete días hubo suficientes señales en ese sentido. Una de ellas fue el rechazo unánime de la Corte Suprema a dos recursos contra el DNU 70. La decisión se fundó en razones “técnicas”, pero fue interpretada sin arbitrariedad como un gesto amistoso a la administración Milei.
Autorizaron esa opinión varias circunstancias. La primera, la ruptura del largo silencio mantenido hasta ese momento por el tribunal; la segunda, la decisión del Ejecutivo de proponer como candidatos a integrar la Corte a dos magistrados que pueden alterar el control que hoy ejerce el trío Rosatti-Maqueda-Rosenkrantz y, en tercer lugar, que el Senado con mayoría K había rechazado poco antes el DNU 70 poniendo sus disposiciones al borde de un abismo legal.
Había trascendido desde tribunales que la Corte postergaría todo lo posible una definición a la espera de que los políticos resolviesen sus propios conflictos, pero al menos en este caso esa profecía no se cumplió.
Otra señal del cambio en la dirección del viento fue la marcha atrás de Hugo Moyano que había desafiado el plan antiinflacionario con la obtención para sus afiliados de aumentos salariales muy superiores al alza del costo de vida: 25% para marzo y 20% para abril. El ministro Luis Caputo no le homologó los acuerdos con la patronal y cuando se esperaba una escalada del conflicto, el que amenaza constantemente con paralizar el país, terminó aflojando. Aceptó un incremento del 15% para marzo y 9% para abril. Apartó además a su hijo Pablo de la discusión para evitar males mayores.
El tercer ejemplo provino de la corporación empresaria. Caputo advirtió a las compañías de medicina prepaga que habían aplicado aumentos exagerados. Los acusó de haber declarado la guerra a la clase media.
Más allá de que le asistía la razón por el 150% del aumento promedio de precios que había aplicado el sector, el ministro planteó una pulseada con un importante actor económico con fuerte repercusión en el mercado y en el ánimo social que no se sabía cómo podía terminar.
El forcejeo duró poco. El presidente de la cámara de empresas de salud, Claudio Belocopitt debió renunciar a su cargo antes aun de que los tribunales administrativos o judiciales se pronunciaran sobre los aumentos. Sus colegas aceptaron que fuera marginado porque había quedado inutilizado como lobbista. En medio de la disputa trascendió su cercanía con Sergio Massa. También se supo que había recibido subsidios del anterior gobierno por 13 millones de dólares.
Hubo otro gesto de contemporización con el gobierno, aunque de menor escala por parte de la Cámara alta. Antes de premiarse con aumento salarial que significó su inmolación pública, los senadores kirchneristas y radicales que como Martín Lousteau que se oponen de manera sistemática a Milei, votaron a favor de sus candidatos a embajadores, aunque habían adelantado su intención de rechazarlos. En especial el del futuro representante ante Israel, Axel Wahnish, un rabino ortodoxo de relación personal con el presidente. Esta inesperada colaboración dejó planteada la duda de si no se trató del primer gesto “K” hacia un entendimiento por los candidatos a la Corte Suprema.
Las próximas pruebas para medir un incipiente cambio de estrategia de la oposición hacia el gobierno tendrán por escenario la Cámara de Diputados con la sanción de la Ley Bases y la reforma fiscal. La dirigencia opositora se regodea con las grotescas peleas de poder en el oficialismo en casos como el de la presidencia de la Comisión de Juicio Político, pero no deja de ofrecer flancos con sus propios bochornos como el de las dietas en el Senado.
Al mismo tiempo el peronismo comienza a disgregarse por conflictos internos con una CGT camino a la ruptura (ver “Conducción cuestionada”) y el “kicillofismo”, en incipiente rebelión contra Cristina Kirchner porque lo abandona frente al gobierno.
Un escenario cambiante producto en última instancia de que el dólar no se mueve y la inflación baja. La economía rige la política y no al revés como predica el libreto kirchnerista. El imperio de la “voluntad” siempre termina en desastre.

Publicado en La Prensa.

 

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