Copa del Mundo: La globalización ignorada
Gabriel Gasave
Director, Economía de Mercado, Fundación Atlas para una Sociedad Libre.
Estamos a horas de que se inicie una nueva edición de la
Copa del Mundo de fútbol, la número 20, acontecimiento que cada cuatro años
inexorablemente atrapa la atención de cientos de millones de almas alrededor
del planeta y mueve miles de millones de dólares. Una vez más, cuan modernos
flautistas de Hamelín, las banderas y los himnos nacionales —inventos
gubernamentales que junto a muchas causas religiosas han provocado más muertes
que todas las catástrofes naturales juntas— aglutinarán detrás suyo a enfervorizados
simpatizantes.
Nuevamente, como acontece también durante los juegos
olímpicos y otros certámenes, los nombres propios cederán en relevancia ante la
nacionalidad. Ya no es fulano o mengano quien obtuvo tal medalla o realizó tal
magnifica gambeta, sino el país “A” quien supera en el medallero a “B” o el
país “J” quien encabeza el Grupo “X”. Al igual que en los sistemas
colectivistas que cuando ponen en acción su ingeniería social indefectiblemente
el “nosotros” viene a sustituir al vilipendiado “yo” ante cada proyecto público
que se pretende implementar, durante estas gestas deportivas vemos también como
la primera persona del plural lo avasalla todo. “Ganamos”, “perdimos”, “vamos
bien”, “goleamos”, etc. son algunas expresiones mediante las cuales muchos
individuos suelen actuar sin moverse del sofá.
No es la intención criticar aquí a la saludable y
recomendable práctica de un deporte como el fútbol, sino a lo peor de ese
primitivo sentimiento nacionalista y tribal que, siempre latente, suele aflorar
ante conflictos bélicos o eventos como el de marras.
Parecería que estamos ante una guerra a ser librada por
32 naciones, de las cuales solamente una de ellas saldrá airosa. Los disparos
de mortero o los misiles son reemplazados por tiros de emboquillada, penales y
goles “olímpicos” y las trincheras por barreras humanas, pero la noción
subyacente es siempre la misma: Se trata de otro país, de gente distinta, con
otro aspecto, idioma y costumbres, en definitiva de un enemigo.
Es exactamente el mismo principio por el cual, en otros
planos, se alzan muros fronterizos y se exigen pasaportes, se establecen
barreras comerciales y aranceles, y por el cual se habla de balanza comercial
solamente cuando los bienes pasan a través de una aduana y no cuando cruzan de
vereda en un mismo barrio.
Ni siquiera resulta válido el argumento de que al tener
cada región sus estilos y características propias de juego, cabe entonces
emplear la metáfora del país como jugador. ¿A qué estilo nacional se refieren?
En Brasil 2014, casi la mitad de las selecciones estarán
dirigidas por extranjeros. De los 32 países participantes en el certamen, 14
equipos (43%) están entrenados por técnicos de otro origen. Colombia y Chile
cuentan con técnicos argentinos; los equipos de Honduras, Ecuador y Costa Rica
son dirigidos por colombianos; Costa de Marfil y Túnez por franceses; Estados
Unidos, Suiza, Croacia y Camerún por alemanes; Rusia y Japón por italianos;
Grecia está a cargo de un portugués; Irán de un oriundo de Mozambique; Costa de Marfil de un francés y
finalmente el conjunto de Argelia será dirigido por un nacido en Bosnia.
¿Qué será más relevante al momento en que cada uno de
ellos imparta sus directivas, el lugar de residencia actual o el que consta en
su certificado de nacimiento?
Asimismo, cabe destacar la circunstancia de que el grueso
de los jugadores oriundos de las regiones en desarrollo está disperso en su
gran mayoría por equipos europeos. El 76% de los futbolistas que participarán
de Brasil 2014 se desempeñan en equipos de Europa y hay casos como el de los planteles de Bosnia, Costa de Marfil,
Ghana y Uruguay en los que solo el 4,3% —es decir, uno de sus 23 integrantes—
militan en clubes de la nación a la que representan. En Brasil 2014, estarán
representadas un total de 52 ligas nacionales, destacándose la inglesa ya que
de los 736 jugadores, 114 (15,4%) juegan en la Premier League o en alguna de
sus categorías inferiores. Le siguen Alemania e Italia, con el 81 y 78,
respectivamente.
Tampoco la intersección de específicos paralelos y
meridianos en el lugar de nacimiento de los propios participantes implica una
estrecha relación con el terruño al que representan. Apellidos como González,
Guzan, Altidore, Rimando, Yedlin, Diskerud, Zusi o Wondolowski no parecerían
haber sido compartidos por alguien en la lista de los pasajeros que arribaron
al Cabo Cod en Massachusetts abordo del Mayflower en 1620, y no obstante los
mismos corresponden a integrantes del plantel de los Estados Unidos, dirigido
técnicamente por el germano Jurgen Klinsmann. Tampoco Massimo Luongo suena como
perteneciente a la Mancomunidad Británica de Naciones o Commonwealth y, sin embargo, jugará en el medio campo del
equipo de Australia.
Tenemos también el caso de aquellos jugadores que
nacieron en un país pero que terminan jugando en otro diferente dado que no son
poco frecuentes las nacionalizaciones apresuradas antes de algún torneo de esta
envergadura para lograr así que determinado jugador represente a un país en
particular. A modo de ejemplo podemos citar a
Pepe, nacido en Brasil pero que juega con el seleccionado de Portugal;
Diego Costa, también brasilero, quien se nacionalizó español y jugará con este
país; Fernando Muslera, el arquero de Uruguay, que nació en Argentina y Kevin
Prince Boateng que es alemán, pero jugará para Ghana.
En alguna ocasión he atestiguado personalmente la
angustia de aquel inmigrante que frente al televisor, en ocasión de enfrentarse
el conjunto de su país de origen con el de su tierra adoptiva, sentía que la
circunstancia de alentar a viva voz frente a familiares, amigos y vecinos a uno
u otro equipo se asemejaba a tomar las armas a favor de uno de ellos durante
una conflagración y a un acto equivalente a la más abierta traición.
Tampoco han sido ajenos a este fervor patriotero los
gobiernos que, cuan si se tratasen de brigadas de mercenarios, en ocasiones
ofrecen suculentos premios y prebendas a los integrantes de su conjunto
nacional para motivarlos a lograr algún progreso deportivo. Esto para no
mencionar el uso y la manipulación que políticos inescrupulosos de distintos
países suelen hacer frente a esta clase de eventos a efectos de procurar que su
inoperancia y corrupción queden tras la neblina de algún logro deportivo.
Así como un mundo libre de trabas al comercio y de
distorsiones cambiarias artificiales, tendería a tener un solo precio para un
mismo producto, con el paso del tiempo el mercado del fútbol se ha ido
nivelando espontánea y libremente y las diferencias en la manera de entrenarse
y jugar se han ido desdibujando hasta volverse casi imperceptibles. Hoy día,
desmenuzar la conformación de cualquier cuadro al azar se asemeja a la apertura
de una computadora para analizar sus partes. Veremos que hay decenas de
componentes con orígenes diversos y que el acto de estipular un “Hecho en…”
constituye toda una arbitrariedad.
Es de esperar que algún día este magnífico deporte, deje
de tener otras connotaciones que van más allá de un espectáculo en el que 11
profesionales excelentemente remunerados se enfrentan contra otros tantos
durante noventa minutos sobre una verdosa superficie. Que los mismos no sean
escogidos por compartir ese mero accidente que implica la nacionalidad, sino en
función de otros parámetros y que las parcialidades comprendan que nada
demasiado relevante está en juego. Entonces, la racionalidad habrá dejado de
perder por goleada.
Por ahora, simplemente, іque gane el mejor!
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