Controles y fracasos históricos
César Yegres Guarache

Economista. MSc en Finanzas. Profesor universitario. Director Ejecutivo de la Cámara de Comercio de Cumaná. Mención especial, Concurso Internacional de Ensayos: Juan Bautista Alberdi: Ideas en Acción. A 200 Años de su Nacimiento (1810-2010), organizado por Fundación Atlas para una Sociedad Libre.


@YegresGuarache / cyegres@udo.edu.ve




Las terribles escenas que a diario presenciamos y protagonizamos los venezolanos en supermercados, abastos, panaderías, farmacias y prácticamente cualquier establecimiento comercial en todo el territorio nacional nos resultan inéditas. En momentos puntuales de nuestra historia moderna es posible identificar síntomas de escasez y desabastecimiento de algún producto en específico: entre la década de los 70´s y 80´s la oferta de leche, pan, huevos o azúcar presentó algunos parpadeos. Pero jamás se había experimentado una crisis productiva de tal magnitud, que ha destruido gran parte del tejido industrial nacional, numerosos empleos y alterado la conducta del consumidor venezolano promedio hasta llevarlo a un estado de alerta e incertidumbre permanente.
 
No obstante, esta clase de eventos no son ajenos a la historia económica universal. Desde los viejos días de la Atenas de Aristóteles, pasando por la Revolución Francesa, por los EE UU en la época de la guerra por su independencia, la China del “Gran salto adelante” en la década de 1950 o el Zimbawue de principios de 2000, son innumerables las experiencias trágicas en materia de controles de precios.  El patrón común es bastante claro: el Gobierno fija precios sumamente bajos para los productos  -con la supuesta buena intención de ponerlos al alcance de una mayor cantidad de consumidores- pero que resultan inferiores al nivel ideal o justo que resulta del equilibrio entre productores y consumidores. A estos precios tan bajos, mucha gente quiere comprar, pero pocos empresarios quieren vender porque no obtienen rentabilidad o, de haberla, es de una cuantía tan baja que desincentiva el negocio. El resultado es la escasez, el racionamiento en la venta del producto y el surgimiento de los perniciosos mercados negros. Al final, todo vuelve a la normalidad cuando los gobernantes suprimen  los controles y permiten que oferentes y demandantes interactúen libremente para alcanzar nuevamente el equilibrio en el mercado.
 
En el caso venezolano, el actual esquema de control de precios fue instaurado a principios de 2003, inicialmente a un reducido grupo de bienes y que se ha ido expandiendo hasta la gran mayoría de los rubros que componen la canasta básica, junto con otra serie de regulaciones a la actividad productiva. Los resultados no pueden ser más devastadores: en los 12 años de vigencia de tal esquema, Venezuela ha liderado a todos los países de América Latina y el Caribe en la tasa de inflación anual, con un incremento acumulado en los precios de 1937%, a un ritmo promedio de 29% anual, cuatro veces más que la media de nuestras naciones vecinas. Es demasiado clara la evidencia y  Venezuela es el ejemplo más reciente que la confirma.  En  ninguna parte del mundo y bajo ninguna circunstancia, los controles de precios han funcionado como una herramienta para combatir la inflación.
 
 

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